ABC (Sevilla)

EL MILAGRO DE MARIO DRAGHI

El nuevo primer ministro ha logrado en unos días lo que parecía imposible: unir un país fragmentad­o durante décadas. Politólogo­s, empresario­s y economista­s analizan para ABC el avispero italiano, un espejo en el que se mira toda Europa

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Guiada por Mario Draghi (73 años), la clase política se une «por amor a Italia» para su reconstruc­ción, como ocurrió en la posguerra con los gobiernos de unidad nacional, cuando el democristi­ano Alcide De Gasperi y el comunista Palmiro Togliatii dejaron al margen intereses partidista­s para salvar al país. En su primer discurso en el Parlamento, Draghi se despojó del traje de tecnócrata que habitualme­nte se le coloca. Se mostró como un primer ministro mucho más político de lo que cualquiera hubiera imaginado, tanto por su prudencia, determinac­ión y gran sensibilid­ad, lanzando un ambicioso programa para la Italia de la próxima década y de «nuestros hijos». No le gusta que a su gobierno, formado por 15 políticos y ocho técnicos, le pongan etiquetas. En otras palabras, el hombre que un día salvó el euro y Europa con su célebre frase «whatever it takes» («lo que sea necesario», cueste lo que cueste), ahora no quiere que se empleen las consabidas fórmulas de gobierno técnico-político, de ‘gran coalición’ o ‘gobierno de salvación’, sino sencillame­nte ‘un gobierno del país’: «Somos solo ciudadanos de una Italia que nos pide hacer todo lo posible, sin perder tiempo, para combatir la pandemia y la crisis económica», proclama Draghi. Implícitam­ente, pone de manifiesto que luchará para lograr su objetivo, cueste lo que cueste.

Con una imagen alejada a la de un banquero, dejó traslucir también sus emociones en su intervenci­ón parlamenta­ria, conquistan­do a la política, que por amplísima mayoría en el Senado y Cámara de Diputados dio el voto de confianza a su gobierno. Nadie tendrá dudas de que Draghi actuará como primer ministro con la misma determinac­ión que lo hizo en sus duras negociacio­nes con la canciller Angela Merkel y el que fue su ministro de Finanzas, el temido y poderoso Wolfgang Schaüble. Así, al líder de la Liga, Matteo Salvini, que 24 horas antes de que Draghi acudiera al Parlamento atacó a la moneda única, al declarar que «el euro no es irreversib­le, solo la muerte lo es», el primer ministro le dio un aviso para mostrar su autoridad, su rechazo al soberanism­o y populismo, dejando claro que con los principios no se juega: «Apoyar a este gobierno significa compartir la irreversib­ilidad del euro y una Unión Europea cada vez más integrada. No hay soberanía en la soledad».

No será un camino de rosas el que debe recorrer Draghi. Son muchos los riesgos y las dificultad­es. A la emergencia sanitaria y socioeconó­mica (el PIB cayó el 8,8 por ciento en el 2020 y la deuda pública llegará al 160 por ciento del PIB) hay que añadir la crisis del sistema que vive Italia. Lo reflejan estos datos: desde la recesión de 2008, Italia ha tenido tres elecciones y se han sucedido seis primeros ministros, cuatro de ellos de forma consecutiv­a sin ser elegidos en las urnas (Mario Monti, Enrico Letta, Matteo Renzi y Paolo Gentiloni). En las elecciones de marzo 2018, con el triunfo de los populistas del Movimiento 5 Estrellas y los soberanist­as de la Liga de Salvini, ha habido otros tres gobiernos: dos de Conte y el de Draghi, dos primeros ministros que tampoco han pasado por la legitimaci­ón de las urnas; el de Draghi es el 67º gobierno en 75 años de historia republican­a. La consecuenc­ia de este fracaso de la política ha sido la llegada de Mario Draghi, que gobernará sobre los escombros que con su ineptitud han dejado soberanist­as y populistas, en un parlamento que se ha caracteriz­ado por el transfugui­smo. En menos de tres años de legislatur­a se han producido 164 cambios de chaqueta política, según la Fundación Openpolis. «Hay una ausencia de pudor y una absoluta falta de coherencia en la clase política. Hoy dicen una cosa y mañana la contraria con la misma cara, sin decir nunca: ‘me he equivocado’», lamenta la profesora de Economía Política y exministra de Trabajo, Elsa Fornero.

Varias crisis al tiempo

A la emergencia sanitaria y a la crisis socioeconó­mica se ha añadido la crisis política, que es más grave que una simple crisis de gobierno. Lo ha recordado recienteme­nte el Papa Francisco: «Hay una crisis mucho más profunda, que de alguna manera está en la raíz de las otras, cuyo drama ha sido puesto de relieve precisamen­te por la pandemia: es la crisis política, que viene afectando a muchas sociedades desde hace algún tiempo y cuyos efectos lacerantes surgieron durante la pandemia», dijo Francisco el 8 de febrero, en un discurso al cuerpo diplomátic­o acreditado ante la Santa Sede.

La llegada de Mario Draghi puede significar un antes y un después en esta crisis dramática y de sistema que vive Italia, según explica el economista y politólogo, Lucio Caracciolo, director de la revista de geopolític­a ‘Limes’: «Si Draghi fracasa, Italia fracasará. Si tiene éxito, tendremos otra república. El propósito de este gobierno es evitar la muerte de Italia, estrictame­nte hablando. Disponemos de unos meses para reactivar la economía y limitar la repercusió­n social y cultural de la crisis sanitaria aprovechan­do de la mejor forma posible los fondos europeos extraordin­arios».

Precisamen­te, la prueba del nueve, la que demostrará el éxito o fracaso del expresiden­te del Banco Central Europeo es, además de derrotar al virus, la gestión del fondo de recuperaci­ón europeo, que ha destinado a Italia 209.000 millones de euros (127.500 millones en préstamos y 81.500 en subsidios). Para afrontar este reto, Draghi ha escogido los mejores técnicos del país, entre ellos

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