Cambio de chaquetas
sionales. Las diferencias deben ser un elemento de riqueza y deben utilizarse para afrontar juntos este desastre, que ha provocado una grave crisis sanitaria, económica, social, cultural y educativa. Miles de muertos, el sufrimiento de trabajadores y empresas». Ese mismo espíritu de unidad, «para poner en seguridad al país», fue el que invocó en el Parlamento: «Es un deber guiado por lo que estoy seguro que nos une a todos: el amor a Italia».
No es casual la insistencia en su llamamiento a la unidad, porque «un factor decisivo para el éxito de las reformas es que haya un fuerte consenso de la opinión pública y de las fuerzas políticas para acometerlas», afirma el profesor de Economía Carlo Cotarelli, director del Observatorio sobre las cuentas públicas italianas de la Universidad de Milán. Italia es un país dividido, al igual que su clase política, incapaz como demostró el gobierno de Giuseppe Conte de ponerse de acuerdo y formar una mayoría parlamentaria. «Este es un gran problema. Si en Italia continuamos peleando entre nosotros, no saldremos nunca de la crisis, aunque yo pienso que la superaremos», nos dice el profesor Cotarelli. Pese a que las lógicas del pasado, con interminables batallas políticas, están muy radicadas, hay señales de que, por el momento, por interés nacional se pliegan las banderas partidistas e incluso un político belicoso como Matteo Salvini habla de enterrar el hacha de guerra. Pero el camino de la unidad aparece lleno de insidias y está por construir.
Nuevo panorama político
En la fotografía oficial que se hizo el gobierno tras el juramento realizado el sábado en el palacio del Quirinal faltaban tres protagonistas polémicos que han permanecido entre bastidores, pero que han sido fundamentales en la llegada de este gobierno: Matteo Renzi, líder de Italia Viva, gran muñidor de la crisis con acrobacias políticas dignas de su paisano el florentino Maquiavelo; el cómico Beppe Grillo, fundador del Movimiento 5 Estrellas en el año 2009, que ha abandonado la inicial retórica del populismo y la antipolítica; y Matteo Salvini, que fue el último en convertirse y quedar fulgurado por el mago Draghi en su camino no a Damasco sino a Bruselas. Al abandonar el soberanismo, Salvini inicia un proceso para legitimarse fuera de la extrema derecha a los ojos del establishment europeo y nacional. Hasta hace pocos años pregonaba la necesidad de un referéndum para la salida del euro y hace solo unos meses calificó a Bruselas como «un refugio de chacales». El mundo empresarial del norte, muy ligado a Europa, y su brazo derecho, el economista Giancarlo Giorgetti, amigo de Draghi –lo ha nombrado ministro del Desarrollo Económico– le aconsejaron un cambio de paso. Solo así el ‘Capitano’ podrá mantener su sueño de ganar las próximas elecciones generales dentro de un par de años y encabezar un gobierno de centro-derecha. ¿Es sincera su conversión o es una táctica política electoral? Aunque está por ver su sinceridad, la conversión de Mateo «podría favorecer la transformación de todo el sistema político italiano», afirma el politólogo Giovanni Orsina, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Luiss de Roma.
En general, el marco político ha cambiado en Italia tras la experiencia de los dos gobiernos técnicos anteriores: después de Carlo Azeglio Ciampi, expresidente del Banco de Italia, en 1993, llegó el empresario Silvio Berlusconi, con buenas dosis de populismo. Luego, tras Mario Monti, exrector de la Universidad Bocconi y excomisario europeo, en el 2011, comenzó el ascenso de los populistas del Movimiento 5 Estrellas. ¿Cuál será el efecto del laboratorio político italiano con Mario Draghi? En esta ocasión, se iniciará un proceso de reformas, que al margen del impacto en la econo
En menos de tres años de legislatura se han producido 164 casos de transfuguismo
mía, pondrá fin al populismo y soberanismo, con una vuelta al bipolarismo, según el profesor de sistema político italiano en la Universidad Luiss de Roma Roberto D’Alimonte: «El apoyo del Movimiento 5 Estrellas al gobierno de Draghi marca su institucionalización definitiva: desde la época del ‘vaffa’ (abreviatura de vaffanculo, a tomar por c… , iniciativa lanzada contra la casta política en abril 2008), Grillo ha recorrido un largo camino en las instituciones».
Ese camino institucional lo inició en 2018 Salvini como ministro del Interior. Pero le queda aún decir adiós al soberanismo, según el politólogo D’Alimonte: «En el interior de la Liga conviven siempre almas distintas, la que mira a Le Pen y la que apunta al Partido Popular Europeo. Ambos no pueden coexistir dentro de un ejecutivo de Draghi. Apoyar al gobierno de Draghi significa estar con Europa y renunciar a la bandera de la soberanía radical».
En este año en que Italia presidirá el G-20 y «cuando Angela Merkel, que vive sus últimos meses de canciller, salga de escena, Mario Draghi se convertirá en el líder europeo más autorizado y escuchado», afirma el diputado Bruno Tabacci, presidente del Centro Democrático. Demostrará que es «un político prudente, pero cuando se decide a realizar una cosa, la hace con una audacia fuera de lo común», asegura Carlo De Benedetti, industrial y editor. Medios internacionales, como el ‘New York Times’, califican a Draghi como «un gigante de Europa». Mantiene excelentes relaciones personales con líderes mundiales, incluida la Casa Blanca. El expresidente Barack Obama confesó recientemente que acudió a Draghi de vez en cuando en busca de consejo.
Un hombre de Estado
Si tiene éxito en su gestión, Draghi está llamado a ser elegido presidente de la República, para suceder a Sergio Mattarella, cuyo mandato de siete años concluye en febrero 2022. Aunque él abandonara el ejecutivo para trasladarse al palacio del Quirinal, sede de la jefatura del Estado, no dejaría huérfano el gobierno: «Creo que establecerá un método de trabajo para el próximo gobierno», dice Veronica De Romanis, profesora de Economía en la Universidad Luiss de Roma. En la mente de Draghi hay un programa para una década y sigue el camino de Alcide De Gasperi: «Un político piensa en las próximas elecciones, mientras un hombre de Estado piensa en las próximas generaciones».