Tres picas en Marte
ra toda la tensión acumulada en diez largos años de intenso trabajo. El último de ellos, por cierto, especialmente complicado debido a la pandemia que asola nuestro planeta, con sus restricciones y múltiples inconvenientes. Dos minutos después, llegan las primeras imágenes. Perseverance ha llegado a Marte, la misión puede comenzar.
Empieza la misión
Durante los próximos 687 días terrestres (un año marciano), sus siete instrumentos científicos, uno de ellos español, tratarán de buscar signos de vida en Marte, obtener oxígeno de su atmósfera y recopilar muestras de rocas para que, dentro de unos años, una nueva misión las recoja y las lleve a la Tierra para analizarlas con más detalle.
Aunque Perseverance está equipado para llevar a cabo sus propios análisis, solo en los laboratorios terrestres será posible estudiar a fondo las muestras recopiladas, que según la NASA podríamos tener «en casa» hacia el año 2031.
La misión probará también si es posible volar en Marte, cuya atmósfera es un 99% menos densa que la de la Tierra. Ese es el objetivo del helicóptero Ingenuity, cuyas cuatro aspas deberán girar a mucha más velocidad que las de un helicóptero terrestre para poder sostenerse en el tenue aire marciano. Si Ingenuity tiene éxito, podría convertirse en un elemento habitual en futuras misiones de exploración al planeta rojo.
El lugar de aterrizaje, el cráter Jezero, se encuentra en el borde occidental de una llanura, Isdis Planitia, justo al norte del ecuador marciano, a 2.300 km del cráter Gale, donde sigue operando su antecesor, Curiosity. Los científicos creen que Jezero fue habitable en el pasado remoto del planeta, cuando mares y ríos florecían en Marte. De hecho, el cráter contiene arcillas, que solo se forman en presencia de agua, lo que indica que una vez, hace unos 3.600 millones de años, fue un lago en el que desembocaba un gran río, cuyo delta es aún perfectamente visible en las fotos de satélite de la región.
El misterio del cráter
Jezero, por lo tanto, tiene muchas posibilidades de conservar aún signos de vida pasada. A diferencia de otras misiones, cuyos objetivos habían sido buscar agua y determinar la habitabilidad de Marte, Perseverance será el primero en rastrear directamente las «firmas biológicas» que delaten la presencia de organismos vivientes.
Si lo consigue, será la primera vez que el ser humano encuentre pruebas de vida fuera de la Tierra. Un gran paso para saber si estamos, o no, solos en el Universo.
Marte, de entre todos los planetas del Sistema Solar, es el más idóneo para buscar vida, tanto en el pasado como, más improbable, en la actualidad. Su tamaño, composición, presencia de atmósfera y de débiles campos magnéticos, así como su accesibilidad y lo que ya conocemos de su historia, lo convierten en una diana prioritaria. El objetivo de esta exploración es entender cómo se formó, en qué momento se diferenció de la Tierra y, en un problema más complejo, detectar evidencias de posible actividad biológica.
Ayer se posó en su superficie un nuevo rover de NASA, el Perseverance, fruto también de la colaboración internacional. Como en las últimas ocasiones, este ingenio ha incluido un instrumento español, el MEDA, que servirá para el análisis de las condiciones ambientales, del polvo y de la radiación solar. Esta estación meteorológica ha sido diseñada y construida en España. Representa tanto un hito científico como tecnológico, una proeza no siempre bien publicitada ni interiorizada por la sociedad. Muy pocos países han tenido la capacidad para financiar, diseñar, fabricar y enviar a otro planeta una sofisticada instrumentación.
Pero los éxitos actuales no deben quedarse ahí. Así, en el 2023 llegará al planeta rojo el rover Rosalind Franklin. Incorpora un instrumento español cuyo objetivo será detectar indicadores de la presencia de vida.
La exploración espacial no solo da respuestas científicas o es un excelente escaparate para promocionar la Marca España, también sirve como banco de pruebas de tecnologías y de sistemas de gobernanza. Lamentablemente, ahí fallamos. La ciencia española, especialmente en el sector público, se administra por sistemas anclados en el siglo XIX cuando tiene que competir en el ambiente globalizado del XXI, con actores decididos y con recursos.
La ciencia ha hecho su labor de manera brillante, ahora toca a la política.