ABC (Sevilla)

Antonio Ruz estrena en el Central una obra de viola danzada

El Premio Nacional de Danza presenta ‘Signos’ en el teatro sevillano

- MARTA CARRASCO

de la A. de AA. del Teatro de la Maestranza.

Habilidade­s cantoras

Todos forman parte una ópera que, como destacó Fernández Aguirre, «exigen unas buenas habilidade­s cantoras», al combinar, como pretendía Manuel García, su función de divertimen­to de cámara con la de formar a cantantes jóvenes. De hecho, todos los cantantes destacaron la oportunida­d que supone para el desarrollo de sus carreras poder participar en un montaje como ‘Le Cinesi’.

La portuguesa Helena Resurreiçã­o hizo hincapié en la «oportunida­d que supone estar aquí, ya que es la primera vez que canto en un teatro profesiona­l». Por su parte, el tenor Julen Jiménez destacó que al estar concebida la ópera para interpreta­rse con un solo piano, ello obliga a «buscar colores que con una orquesta no se pueden hacer».

Como ya sucedió con «Un ballo in maschera», el Maestranza transmitir­á a través de la red social Instagram, a partir de las 15.40, los momentos previos y el inicio de la función de ‘Le Cinesi’ prevista para el lunes y que vuelve a traer a Sevilla una obra del que es uno de sus grandes cantantes líricos.

Antonio Ruz (Córdoba 1976), es uno de los curiosos casos que da la danza, porque desde su formación en flamenco y danza española en su ciudad natal, desembocó en el clásico y el contemporá­neo de la mano de Víctor Ullate. Desde hace tiempo el artista, Premio Nacional de Danza 2018, alterna ambas estéticas dancística­s en sus creaciones, generando una serie de obras que están entre lo híbrido y lo contemporá­neo. Lo mismo crea para el Ballet Nacional de España que para la Compañía Nacional de Danza. «Sólo tengo que adaptar mi lenguaje a cada uno», confiesa el coreógrafo.

Este fin de semana estrena ‘Signos’ en el teatro Central de la mano de la violinista Isabel Villanueva. «Me siento afortunado por poder estrenar en Sevilla. Es una idea que surgió hace cinco años, pero durante el confinamie­nto, en esa desesperac­ión del encierro y de ganas de crear cosas nuevas, nos pusimos a trabajar».

En septiembre del pasado año comenzaron de cero, primero por teléfono y luego mediante encuentros personales. «Tuve que hacer una partitura corporal, de la música que parte de yado en gente de mi propia compañía. Debo confesar que conectar con mi fisicidad ha sido interesant­e».

Los cambios en la sociedad como consecuenc­ia de la pandemia también están en la pieza. Comenta Ruz que al principio de todo «eché mucho de menos mis reuniones con los bailarines, y me afectó mucho. Luego me sentí mejor. Pero lo pasas mal, porque la gente no puede estrenar, hay cancelacio­nes». Su compañía ha cumplido diez años «y el año que viene me tomaré una pausa creativa», dice.

Su versátil formación en varias estéticas de danza cree que favorece su creación. «Soy muy ecléctico, lo mismo disfruto con una performanc­e de Fabre, una Bayadére de la Ópera de París o Papaionau, y ese diálogo con esos lenguajes lo llevo en mi mochila y en cada proyecto abro un bolsillo. Estamos en un momento en el que hay que abrir puertas a la experiment­ación».

Para Antonio Ruz, el flamenco está teniendo una evolución muy veloz gracias a algunos artistas «y ha empezado a dialogar con la escena contemporá­nea, hay que arriesgar». Sobre el sector, opina que el panorama está muy difícil. «La danza está tocada por la pandemia y esto dejará un rastro. No nos tocamos, trabajamos con mascarilla... ahora no lo notamos, pero dejará una cicatriz en la creación de estos años, que espero no sea negativo».

«La danza está tocada por la pandemia y no lo notamos ahora pero dejará rastro»

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J.M. SERRANO Antonio Ruz e Isabel Villanueva en uno de los movimiento­s de ‘Signos’
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JUAN FLORES

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