OPERACIÓN RESCATE CONTRA LA TRATA
Entonces, Luis, el comisario, me corrigió: «No, no son clientes. Son puteros asquerosos. Son esclavistas»
HACE tres días tuve la oportunidad de empotrarme, junto a mis colegas Rubén y Adrián, en la Operación Rescate de la Brigada de Extranjería y Fronteras de la Policía Nacional.
Cientos de policías, en coordinación con la Policía Municipal de Madrid y ONG especializadas, se desplegaron para inspeccionar más de 100 viviendas, 10 puntos negros, 46 clubes, identificar a 250 personas y entrevistar a 445 víctimas de esta esclavitud brutal que es la explotación sexual más repugnante que podíamos imaginar.
Yo he visto la prostitución más humillante en Venezuela y la más violenta en Mali. He olido el sida en Camerún y he estado muy cerca de las mafias en la frontera de México. Nunca olvidaré esas barcazas con mujeres destrozadas que avisté sobre el mar de Libia desde un avión del Ejército del Aire. Pues bien, lo que viví el pasado jueves en el paseo de las Delicias de Madrid es lo más sórdido que podré sentir jamás.
La trata de seres humanos mueve tanto dinero como las armas o la droga. La inmigración ilegal y la explotación de las mujeres se ha convertido en un mercado donde juegan las mafias, los traficantes, las víctimas de esa esclavitud. Y los puteros.
El comisario Luis Mayandía me lo dijo camino a esa colmena del horror: «No llaméis clientes a esos hombres. Son puteros asquerosos. Son esclavistas».
Y allí aprendí a diferenciar la nacionalidad de las víctimas según su reacción cuando les pregunta una policía, mujer. Las nigerianas temen al vudú, las chinas tiemblan por sus mafias, las colombianas lloran por las amenazas a sus familias, y las marroquíes y rumanas imploran por evitar la próxima paliza.
Y, entonces, vuelvo a pensar en los puteros. En esos seres sin escrúpulos disfrazados de supuestos hombres cuando en verdad son esclavistas, machistas, agresores y monstruos.
PD: Mi amigo Pepe, un policía al que no le cabe la placa en el pecho, me dijo: «Cuando rescatas a una mujer... no se olvida en la vida».
Y tiene razón. Yo vi cómo Tomás, Fidel, Miguel y María José rescataron a esas dos víctimas chinas. Y nunca olvidaré su miedo.