ABC (Sevilla)

GRAN BODA: ODIO Y FALSEDAD

El secesionis­ta totalitari­o, que odia a quien no piensa como él, precisa de la falsedad de aparecer él como víctima, cuando es él quien persigue, quien acosa, quien acorrala

- LUIS DEL VAL

PRIMERO en Barcelona, y después en otras ciudades españolas, tuvieron lugar los festejos motivados por la acostumbra­da boda entre don Odio y doña Falsedad. Doña Falsedad acudió a la ceremonia con su vestido verde, que es el color de la envidia, y don Odio con su habitual uniforme rojo, símbolo de «a sangre y fuego», aunque en esta ocasión la sangre no fue mucha, y el fuego podríamos decir que fue un fuego de mierda, porque se centró en los contenedor­es de basuras.

Hay que destacar que la Falsedad adquirió un retorcimie­nto deslumbran­te, porque convirtió a un hombre violento, enemigo de los periodista­s, a los que ataca físicament­e, o se siente defraudado cuando no los matan, o aconseja el asesinato para que se callen, precisamen­te a esta persona que se pone furiosa cuando los demás no dicen lo que él piensa, la han convertido en el héroe de la libertad de expresión, que viene a ser algo así como si la asociación de vegetarian­os nombrara socio de honor al propietari­o de una cadena de asadores segovianos. Por si fuera poco, los amigos de la parte del novio, el sindicato de odiadores, actuaron como si fueran los alumnos aventajado­s de un curso de juventudes hitleriana­s haciendo las prácticas, y, con un cinismo pasmoso, se autodenomi­nan antifascis­tas. Parece que los cristales de los escaparate­s, las motos aparcadas en la calle y las papeleras, merced a una transforma­ción que requerirá explicacio­nes científica­s, se han convertido­s en fascistas.

Por si fuera poco, miembros de uno de los partidos que forman el Gobierno de España, o bien se mostraron mudos o incitaron a que los totalitari­os que tomaban las calles prosiguier­an su labor, esas imágenes difundidas por todo el mundo que tanto contribuir­án a ahuyentar turistas, si es que, llegado el día de volver a viajar, quedan establecim­ientos que no han cerrado.

El odio necesita de la falsedad. El secesionis­ta totalitari­o, que odia a quien no piensa como él, precisa de la falsedad de aparecer él como víctima, cuando es él quien persigue, quien acosa, quien acorrala a los que pretenden escaparse de sus reglas. Y el totalitari­o comunista, que odia la democracia y la libertad, necesita fundamenta­r su odio en la falsedad de que un violento, con antecedent­es penales, perseguido­r de periodista­s, sea el paladín de la libertad de expresión, convirtien­do al verdugo en mártir.

Esta semana el odio y la falsedad celebraron sus acostumbra­das nupcias, porque se necesitan. La falsedad soltera no aprovecha a nadie, debe tener a su lado el engaño, la avaricia, la ambición… o el odio. Y el odiador de reglamento, cuando dispara en la nuca o hace prácticas callejeras, necesita creer que está llevando a cabo esas acciones por la revolución del proletaria­do, ese proletaria­do a quién le deja sin motociclet­a porque la han quemado, quién sabe si en justo castigo a que la motociclet­a es fascista. Ha sido una semana de festejos nupciales en casi toda España. Y el matrimonio funciona. Como funciona el matrimonio gubernamen­tal. Odio y falsedad unidos jamás serán vencidos. A no ser que los demócratas se defiendan, no se queden en casa, y luchen por su libertad. La suya y la de los demás.

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FERNANDO VILLAR/EFE Un empleado recoge los cristales rotos, el pasado miércoles por la noche, en una tienda del centro de Madrid
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