ABC (Sevilla)

Raúl Caro alcalde

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que recorriero­n a pie cientos de kilómetros para conseguir ayudas y despidos dignos, vuelven a tener su suelo. «Si hay voluntad y se apuesta, puede tener futuro», dice Gálvez, prejubilad­o con el 80 por ciento de su sueldo, como otros 800 compañeros.

«Desde el fin de Santana, vienen programas muy vacíos», explica Raúl Caro-Accino, alcalde desde junio de 2019. Sabe de lo que habla porque ha estado casi 30 años al frente de la Cámara de Comercio. Se presentó como independie­nte por Cs y este partido junto con el PP gobiernan en minoría –diez concejales de 25-. Hasta hace unos meses en el l equipo de Gobierno esta- ba también CILU Linares s pero el pacto se rompió ó cuando Caro bajó el suel- do a toda la corporació­n. . Sobre ella planea la som- bra de Juan Fernández, , exalcalde socialista casi i vitalicio, que ahora tiene un silla como edil independie­nte y al que la Audiencia de Jaén juzgará por malversar 125.000 euros de dinero público.

Caro, con una papeleta complicada, entiende el hartazgo de los linarenses. Su discurso es más económico que político. Muestra las bondades emprendedo­ras y el potencial de su ciudad con datos y ejemplos. Cerró CAF, fabricante de vagones de tren, y se perdieron unos 60 empleos pero abrió un centro de I+D en el que trabajan un centenar de ingenieros. «Todos los vagones de Talgo pasan sus ensayos aquí. El otro centro está en Viena», explica. Más paradojas: el lugar donde se fabricaban y ahora se testan trenes ha perdido el 90 por ciento de su red ferroviari­a desde 1992. El AVE de Sevilla dio la espalda a Jaén y el de Granada pegó un salto para evitar la provincia. El presidente andaluz, Juanma Moreno, admitió hace unos días que esta tierra es la gran olvidada.

Las miradas y los sueños están puestos en los once millones prometidos del plan para Linares, una lluvia de dinero que acacompaña­rá a la cesión dedel suelo de Santana: seis ppara desmantela­r las viejajas naves y ofrecer un cararamelo inversor a empresasas solventes, pandemia mmediante. Ese suelo es, cocomo se ha dicho, un símbobolo, de prosperida­d y de decadencia y ahora la aspiración es que lo sea de futuro. En proyecto está también un ramal ferroviari­o (que empezó en 2009) y cuyo último punto es la conexión directa con el parque empresaria­l santanero: los trenes entrando en la ciudad. Ni con el auge minero ni con los Land Rover cuajó.

«Los cambios no nos gustan –admite el alcalde– pero de ahí a que una carretera como la A-32 (Linares-Albacete) lleve 20 años construyén­dose...». Caro plantea un problema arraigado: andaluz, jiennense o quién sabe de qué ADN se nutre. Mover un papel es una mala copia del «vuelva usted mañana» de Larra. Una burocracia ineficaz, capaz de sepultar a Jeff Bezos.

La revolución no se ve a pie de calle; tampoco las colas del hambre en la segunda ciudad más importante de Jaén, que según el INE supera el 30 por ciento de paro y otros indicadore­s como los datos macro de Expansión rebajan al 24,9. En el comedor social gestionado por Cáritas se atiende a una media de 25 familias al día, pero vende más que en Linares se pasa hambre.

Orgullo de clase e historia

Pedro Gálvez, el sindicalis­ta perpetuo, dice que si la gente no pide es por vergüenza. «Aquí se ha vivido mejor que en toda la provincia y ese orgullo no es fácil quitárnosl­o. Cuando los que seguimos cobrando la pensión de Santana desaparezc­amos quizá la cara visible sea peor». Rodeada de un bellísimo mar de olivos, el aceite no es un sector puntero en Linares. El orgullo no es solo ‘santanero’. Reivindica­n su patrimonio minero y el yacimiento íbero-romano de Cástulo, una joya con hallazgos permanente­s que solo el año pasado recibió 11.000 visitantes.

Es viernes y la revolución se ha esfumado. Duró lo que tardó en llegar la unidad antidistur­bios de Granada. Queda el rescoldo de una paliza de dos policías, una afrenta, un vecino herido por ellos y otros dos por perdigones de los agentes, que se está investigan­do. Colea el cierre de El Corte Inglés y el de Zara, vividos como otra afrenta. Los linarenses han salido a la calle muchas veces y están dispuestos a volver, pero saben que su futuro no pasa por las barricadas, sino por un ordenador.

«Los cambios no nos gustangust­an, pero de ahí a que una carretera como la A-32 lleve 20 años construyén­dose...»

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FOTOS: ÁNGEL DE ANTONIO
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