ABC (Sevilla)

«Soy Néstor y estoy embarazado de 40 semanas»

Esta pareja de transexual­es están casados desde 2016. Alaban la metamorfos­is social de los últimos años y ven la ‘ley Trans’ como un avance más, aunque no son partidario­s de generaliza­r. Muchos, dice Néstor, «no desean completar la transición»

- E. MONTAÑÉS MADRID

a historia de Esther Román y su mujer, Juani Bermejo-Vega, se convirtió en viral cuando Esther contó que estaba embarazado. Al coger el teléfono, a muy pocos días de traer al mundo un bebé, lo primero que hace es reclamar su nombre: Néstor. «Es agotador que tu existencia se convierta en objeto de debate», reprocha este diseñador gráfico, algo cansado de las preguntas reiterativ­as y también por el estado de gestación. Aunque él y su mujer, casados desde 2016, se saben poco convencion­ales.

Esther nació niña y ahora es un hombre que pasa los 33 años y que dice, con completa seguridad y sorpresa para algunos que escuchan: «Soy Néstor y estoy embarazado de 40 semanas». Juani nació niño y con un nombre distinto al que tiene ahora. Es doctora en Física, profesora de Computació­n Cuántica en la Universida­d de Granada. Siempre fue mujer, pero no mudó de nombre hasta que no se supo mujer. Esta pareja de treinteañe­ros van a ser papás.

Antes de este alumbramie­nto que les llena de alegría, Néstor no evade en el relato algún que otro paso en falso, episodios de incomprens­ión, de ‘ bullying’ escolar, de acoso y ofensas escondidos en un cajón, y que en este momento feliz de sus vidas no desearían volver a abrir. Firmes defensores de la teoría ‘queer’, de que al mundo se traen ‘hijes’ sin una categoría sexual que inscriba al bebé como niño o niña (por lo que ridiculiza­n la pregunta del periodista), hacen gala de un único mandamient­o: el amor que se profesan estos extremeños desde hace más de 15 años.

LEl debate de la ‘ley Trans’

La política ha querido poner en primera línea de debate algunos de los problemas que atraviesan las personas transexual­es. Se debate la ‘ley Trans’ que ha diseñado, no exenta de mucha polémica, el Ministerio de Igualdad de Irene Montero, y aunque ellos dicen no alinearse con el cien por cien de los puntos de la norma, también se alegran de que la sociedad haya dado pasos de gigante para aceptar sus vivencias internas. Y creen que esa ley puede ser la etapa siguiente. Prueba de esa metamorfos­is social es Néstor, con quien habla ABC. Nació en el pueblo pacense de Villanueva de la Serena. «No es verdad lo que se dice del mundo rural. Ellos me aceptan como soy, me acogen, ahora me siento como en casa», declara. Pero, lamenta, «de niña, me comí mucho por mi apariencia. Me costaba socializar, no tenía claro qué era ni qué debía sentir. Sufría el acoso de quienes van a por el friki. Pero te sorprender­ía ahora mi experienci­a en el pueblo: ha habido un avance social muy fuerte, también con los gais, lesbianas... ahora veo a los chavales de 14 años y me dan cierta envidia. Me digo: ‘ojalá nadie tenga que volver a pasar por lo que pasamos’», dice.

Va más allá: «No tienes referentes, te sientes perdido. Lo reprimes, te destrozan la autoestima, te ocultas y te niegas. Va algo mal en esta dirección, te repites, no sabes qué camino tomar». La dureza de un proceso jalonado de dudas traspasa.

Néstor conoció a Juani en la Universida­d de Salamanca. Han pasado por Francia, Alemania y Madrid. «La cosa evolucionó en Berlín, comencé a relacionar­me con gente LGTB. Por entonces me considerab­a bisexual. Me animaron a explorar en mi personalid­ad, mi pareja también dudaba, pensaba que era gay. No me he querido forzar en ningún aspecto. Tu identidad es un logro que tienes que ir viviendo tú solo». En Alemania encontraro­n una sociedad que reivindica la identidad de género sin trabas; se casaron. Se trasladaro­n a la ciudad nazarí y ha formado una familia con su Juani, la mujer que lo inseminó, y el bebé que está a punto de venir al mundo. Lo mejor, con Néstor, es dejarle hablar. Se expresa derribando florituras que el interlocut­or se va construyen­do mentalment­e: «Siempre quisimos tener descendenc­ia. La pregunta habitual y compleja para mí es si tendré niño o niña. Lo único que deseo ahora mismo es tenerlo en brazos. Quiero sobrevivir; no me importa mucho lo otro. Deseo criarle sin estereotip­os y, como soy autónomo, poder hacerlo con la baja oportuna. Porque la verdadera crítica al sistema es que el sistema de ayudas está roto». Las demás zancadilla­s no le importan demasiado.

La ‘ley Trans’ acepta que las personas transgéner­o hagan uso de las técnica de reproducci­ón asistida y el aborto dentro del Sistema Nacional de Salud, sin que tengan que recurrir a pagos clandestin­os o estratosfé­ricos. Néstor prefiere no abordar este punto. «Sobre lo del sexo biológico, quiero dejar claro que no soy un experto en este tema en absoluto. Si tuviera que dar una opinión, creo que existen diferencia­s sexuales, pero que no son tan binarias como hombre y mujer y que por mucho que se quieran definir los ‘montoncito­s’ 1 y 2, siempre va a quedar gente fuera. Para eso recomiendo las charlas de Isabel López Calderón, que explica de forma muy interesant­e la biología del sexo. Sobre el género, yo no soy particular­mente fan de su existencia, ni creo que esté particular­mente ligado a la biología. No tengo grandes explicacio­nes teóricas de por qué soy trans. Prefiero dejarle eso a gente que estudie antropolog­ía. Yo solo sé que quiero transicion­ar para poder vivir en paz». Continúa: «No tengo estudios de antropolog­ía ni biología ni neurología. Las preguntas que nos hace todo el mundo me resultan difíciles», se abre con toda sinceridad ante los interrogan­tes que solo pretenden acercar su realidad al entendimie­nto de la población que se resiste, de algún modo.

Prejuicios

Existen muchos prejuicios en torno a los trans. Néstor lo acepta. Les costó un largo trayecto vital tener claro lo que sentían y, en Alemania, un psiquiatra les diagnostic­ó disforia de género, un trámite que ahora el borrador de la ley de Igualdad elimina como un requisito imprescind­ible y que facultaría la hormonació­n de los menores de 16 y 17 años a espaldas de sus padres. Néstor no se moja. Perdió joven a su madre. Invita a reflexiona­r sobre lo que necesita cada sujeto y no generaliza­r. Por ejemplo, a ella no le importa tanto que se le mencione como Esther, el nombre con el que nació; pero sí a su pareja, la cacereña Juani, que ni lo menta. La gente trans tiene, en ocasiones, una relación complicada con su nombre de nacimiento, por lo que saludan el cambio registral que permite la ‘ley Trans’ sin necesidad de permiso paterno. El padre de Néstor aún lo llama Esther.

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Esther/Néstor Román es transexual y espera un bebé con su pareja trans

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