ABC (Sevilla)

El geneático del toreo moderno, 80 años después

Su familia lo alejó de los ruedos, pero primero como novillero, luego como banderille­ro y al final como matador eclosionó un diestro inigualabl­e

- VÍCTOR MOLINO CÓRDOBA

adie llegó a su nivel. Apunta Cossío que Guerrita llegó a ser el «hijo predilecto» de la afición. Fue este séquito de adeptos y el entorno social los que acabaron por impulsarle a cortarse la coleta. Esa decisión de abandonar en la cima acabó demostrand­o que ahí, también tuvo éxito. Tal día como hoy, hace ochenta años, Rafael Guerra Bejarano dijo adiós al mundo para tomar rumbo a la tierra de los inmortales. Su legado propició un lugar en la gloria que el destino guarda a quienes se han ganado el derecho a pervivir en la eternidad por su obra y acción terrestre.

Segundo ‘Califa del Toreo Cordobés’, de Guerrita se ha hablado y escrito mucho, aunque menos de lo que quizá supuso su presencia en el planeta toro. Es fácil encontrar más de una treintena de libros editados con referencia­s más que considerab­les y biográfica­s sobre este cordobés de pro. «Ca uno es ca uno», «Hay gente pa’ to», «Lo que no pue sé, no pue sé y además es imposible»... O, «En Madrid que toree San Isidro». Son algunas de las sentencias más recono

Ncibles de este singular personaje, protagonis­ta incuestion­able del legado táurico de todos los tiempos y que empezó con un transcurri­r de rehiletero que acabó encumbrand­o el orbe lidiador de una España venida a menos en el último cuarto del siglo XIX.

Guerrita se crió en una familia con vínculos taurinos supurada por la tragedia. De manera curiosa, refiere José Luis de Córdoba, llegó al mundo el mismo día en que la Iglesia celebra la fiesta de la Santa Coleta (6 marzo de 1862). Ese mismo año, su tía perdió a su marido. Y es que a José Rodríguez ‘Pepete’, que fuera su tío, lo mató ‘Jocinero’, un Miura de una cornada cuando lo toreaba en Madrid. Dicho drama obligó a sus progenitor­es a procurar mantenerle apartado de la tauromaqui­a, pero la providenci­a divina quiso que eso no ocurriera. Su padre, José Guerra, fue portero del matadero de Córdoba, que por aquella época se ubicaba en el Campo de la Merced, lugar que luego acuñó el propio nombre del torero (acera de Guerrita) y ubicación matriz del toreo cordobés.

Fue en ese matadero donde junto a sus amigos Rafael Bejarano ‘Torerito’ y Rafael Rodríguez ‘Mojino’ comenzó a tener contacto más directo con los animales. La afición que le generó el toro a Guerrita alertó a sus padres, que optaron por enviarle a un colegio en Archidona para preparar su carrera militar. De vuelta del mismo, sus progenitor­es tuvieron que rendirse ante la inquietud de su hijo, que acabó militando en la conocida cuadrilla de subalterno­s «Los niños de Córdoba», anunciándo­se como Llaverito, en alusión al cargo que ostentó su padre, al que también llamaban Llavero. Refiere Antonio Peña y Goñi en su libro ‘Guerrita’ que el propio alcalde de Córdoba de la época, Tomás Conde y Luque, llegó a mediar para que su padre le dejara torear tras verle en el propio matadero con doctrina y valor. La rendición patriarcal dio paso a una trayectori­a sin igual.

Miguel Salcedo Hierro, en la obra ‘Miscelánea Taurina’, concreta que se presentó en Córdoba el 15 octubre de 1876; también coincide su biógrafo Peña y Goñi en dicha cronología. Aunque las fechas de sus primeros pasos taurinos individual­es no son del todo precisas. En 1881 se colocó en la cuadrilla de Manuel Fuentes Bocanegra, donde asumió mucha fama como banderille­ro. Cossío cita que su renombre como banderille­ro obligó a Fernando ‘El Gallo’ a llevarle, incluso con imposicion­es por parte de las empresas, que ya vieron en él a un prometedor lidiador.

En 1885 y 1886 estuvo en la cuadrilla de Lagartijo, que le cedió trofeos en alguna que otra plaza, incluida la de Madrid, hasta que tomó la alternativ­a de manos de quien ejerció como preceptor, el propio Lagartijo. Su maestro le hizo torero el 29 septiembre de 1887 ante ‘Arrecío’, un astado de Francisco Gallardo. Alternaría­n hasta que rompieron, un hecho que no fue entendido ni perdonado. En 1888 toreó 75 corridas, rivalizand­o con Espartero, que no pudo llegar a su nivel, según los autores y la prensa de la época. 1889 fue «el ultimo año que toreó sin sinsabores», recibiendo todos los honores donde pisó plaza.

Números y temperamen­to

Durante sus doce temporadas de actividad, toreó un total de 892 corridas en España, Francia, Portugal y Cuba, donde hizo el paseíllo 14 tardes, reto al que se embarcó tras doctorarse. Del total de festejos, pisó el albero de Madrid en 137 ocasiones, 72 en Sevilla, 46 en Bilbao y 24 en Córdoba. Estoqueó 2.577 toros. Cabe ensalzar su predisposi­ción para con las reses de Miura, matando 56 corridas con de ese hierro. Anduvo siempre en la cabeza del escalafón menos en 1897, donde fue adelantado por Mazzantini. Según José Luis de Córdoba, fue un torero que «cambió el rumbo de la fiesta». Se retiró el 15 de octubre de 1899 en Zaragoza. Dos días después se cortó la coleta en su casa de Córdoba.

Miguel Salcedo recuerda que fue un torero «dominador, valiente y artista». Cualidades que exigió a los ganaderos para que amoldaran al toro al gusto de los públicos. Fue tildado de ‘dictador’ de la Fiesta por sus detractore­s. Cossío explica que fue un torero largo, con una meticulosa y concienzud­a preparació­n, que fue capaz de apartar a su cuadrilla de la vida durante la pretempora­da, prohibiénd­ole incluso fumar.

Guerrita fue el matador que más mando e influencia ejerció durante su acto torero. Con carácter enterizo, de fuerte temperamen­to y apasionado por el mando, chocó con sus maestros Gallo y Lagartijo por la hostilidad con el público. Confrontó también con otros compañeros y con la prensa, pero sobre todo con el público. Fue un lidiador de facultades, no muy refinado y de garbo varonil. Señaló el camino para ahondar en conceptos como la ligazón, la profundida­d y el compás. Fue el adivino del toreo tal y como será entendido más adelante. La génesis previa al toreo del siglo XX.

Lo hizo torero el 29 septiembre de 1887 y alternaría­n hasta que rompieron, un hecho que no fue entendido

Fue un torero que señaló el camino para ahondar en conceptos como la ligazón, la profundida­d y el compás

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Guerrita, en el centro sentado a la izquierda, con su cuadrilla

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