ABC (Sevilla)

Sevilla será lo que ustedes quieran, pero nunca cursi

- ANTONIO BURGOS

LA noticia, modestamen­te creo que descabella­da y fuera de cacho, ya la conocen: la Asociación de Hosteleros y dos de caseteros se han dirigido al Ayuntamien­to para exponerle su plan de montar esta primavera una miniferia en los muelles de Nueva York y las Delicias, con control de acceso, puestos y ‘casetas sin techo’. Mientras que los feriantes de las atraccione­s de la Calle del Infierno proponen por su parte un parque de atraccione­s permanente, también en recinto cerrado y vigilado durante la «del año estación florida», que dijo Góngora, pero no el de la bodeguita, sino el poeta de Córdoba enemigo del madrileño Quevedo.

— O sea, que quieren hacer una feria ‘sin’. Como lo de Cajasol con la Semana Santa, pero en materia de Feria.

No, yo creo que quieren hacer, en vez de una Feria de Muestras, que para eso ya está Fibes, una Muestra de Feria. Por idear que no quede. Todo menos la ruina de la hostelería, lo cual me parece muy justo y saludable. Aunque ante proyectos tan peregrinos, habrá quien se quede con el «que inventen ellos», porque anda que a nosotros se nos ocurre de vez en cuando inventar cada cosa... Pero esperen, que hay algo mejor todavía. A este proyecto, que tiene que aprobar el Ayuntamien­to (que dirá que a él que lo registren), le han puesto nombre. Sevillanís­imo por las que hilan. ¿Saben el nombre que le han puesto al proyecto? Pues ‘Delicias de Primavera’.

—Eso suena a plato de restaurant­e chino más que a sucedáneo de Feria ni a nada que se le parezca...

No, peor: eso suena a cursilada. Ya sé, es por el muelle de Las Delicias. Pero si al proyecto lo pasan de orilla del río y se lo llevan donde la Feria de verdad, habrá de ser entonces «Remedios de Primavera». Que no suena a restaurant­e chino, sino a producto milagroso de parafarmac­ia. Una lástima. Digo que una lástima porque Sevilla será lo que ustedes quieran, pero nunca cursi. La cursilería no va con Sevilla. ¿Hay algo cursi en la Semana Santa? Habrá buen gusto o mal gusto, pero nunca cursilería. ¿Hay algo cursi en la forma de ser del sevillano, en sus tradicione­s, en sus fiestas, en sus costumbres? Que Sevilla no sea cursi le viene de su vieja cultura agraria, de ser la capital del campo andaluz durante siglos, cuando Andalucía no vivía de las subvencion­es. La gente del campo será tosca, quizá iletrada, pero son todo lo contrario de lo cursi: tienen la elegancia natural que da la tierra y que, como diría Vicente Aleixandre «entra por la planta de los pies».

Si hubiera un índice de cursis por cada 10.000 habitantes, en Sevilla nos saldrían una cifra bajísima. Ahora bien: cuando sale un tío cursi en Sevilla, pero cursi de verdad, que de vez en cuando nacen, no hay quien le gane en pretension­es y en falsa elegancia, que deviene en ridiculez. Ese raro y escaso cursi de Sevilla es el más cursi de todos los cursis. Y que conste que no lo digo, no vayamos a tenerla, por el que ha inventado la cursilada de «Delicias de Primavera».

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