ABC (Sevilla)

Testimonio­s

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trado en el solar y los hará, al fin, acccesible­s al público.

El decreto del Gobierno explica que ue el palacio de los califas medía dos leeguas y tres cuartos de extensión. Lo describe como una fortaleza que borordeaba el Guadalquiv­ir con una gran an explanada dotada de dos preciosas as mezquitas. La residencia califal estaaba conectada con la Mezquita Aljama ma por un «pasadizo» (en realidad, era un puente sobre la calle, el ‘sabat’). El doocumento oficial afirma que la consstrucc­ión levantada por Abderramán áná I precisa de una urgente campaña ded excavacion­es con el objetivo de «su too otal descubrimi­ento y conservaci­ón» .

La realidad es que la historia de la expropiaci­ón empezó siendo pacífica c ca y acabó como el rosario de la aurora. r ra. El Gobierno franquista pagó y exproo opio más de 13.000 metros cuadrados oso pero la Iglesia siempre entendió que u ue se segregaría una parte, coincident­e t te con la zona noble del monumento (la reforma del obispo Mardones, en la calle Torrijos), que se mantendría denntro de ámbito de influencia.

Las intervenci­ones patrimonia­les ese en el Alcázar andalusí han sido una n a constante aunque sin el ‘glamour’ que u ue se llevó siempre Medina Azahara. En n los años sesenta, el arabista Rafael e el Castejón rastreó la posible ubicación ón n de las tumbas de los califas sin mucho h ho éxito. El Ayuntamien­to, a su vez, inn ntentaba remozar parte de la propiee edad que estaba dedicada a un colegio i o religioso para chicas, llamado del Obisis spo (aunque su nombre oficial era San an n Rafael). Aquella empresa fracasó por o or los hallazgos arqueológi­cos del solar. a r. También fracasó, hasta hoy, el intenn nto de reabrir el jardín del Obispo con on n un proyecto del arquitecto Carlos s Luca de Tena, que dejó diseñada hasas sta la reja de forja de la entrada.

Desde 1971 hasta primeros de los oso ochenta se produjeron hasta cinco proo ocesos de investigac­ión distintos, nno o siempre recibidos con alegría por eel Obispado, que llegó a negar el acceso. o. El resultado fue la localizaci­ón de esstructur­as tanto andalusíes como visiigodas así como multitud de restos ceerámicos, resaltan las sentencias emii- tidas sobre la materia, de alto valor. Lo que sí se ampliaba era el interés del Esstado y de la Junta por usar la parcela. a.

Con los años, se perdió el interés s por una campaña masiva de excavaacio­nes que permitiera el objetivo priimigeni­o de hacer aflorar la fortaleza za califal. El último intento del Estado o data de 1984 en el que se propuso la a demolición de todos los edificios ubii cados en «el terreno público» para una investigac­ión completa que permitiese llegar hasta las últimas consecuenc­ias en el plan iniciado por el ministro Villar Palasí, el creador de la EGB.

Al contrario, y ya que el espacio era suyo, la tesis pública era colonizar lo que había pagado. Se empezaron a plantearte­ar proyectos como el traslado a la zona de la Biblioteca del Estado, que quedó en losl antiguosi graneros ddell Palacioli Episcopal e integró la escalera diseñada por Miguel Verdiguier, autor del Triunfo de San Rafael. El edificio anterior se encontraba en la calle Calvo Sotelo (hoy Capitulare­s) y era pura ruina.

José Antonio Infantes Florido tomó posesión como obispo de Córdoba en 1978. Decidió no aceptar las actas de ocupacióni­ó dde espaciosi que lle ibiba planl teando la Administra­ción. En segunda instancia, revitaliza el Palacio Episcopal histórico mediante nuevos usos para reclamar que se le devolviese el suelo no excavado. El prelado se encuentra con un instrument­o nuevo: el dinero de Cajasur. El obispo, en la línea de las directrice­s vaticanas, crea

Arriba, dos fotografía­s datadas en 1868 del antiguo jardín del obispo compuesto por 22 parterres, fuente y cenador. Abajo, artículo en ABC de 1971 y la página del BOE con la expropiaci­ón el actuala Museo Diocesano que en sus primeras prim épocas lleva el nombre de Museo Mu Obispado Cajasur.

Los L pleitos Junta-Iglesia duraron 16 añosa y tuvieron sentencias contradict­orias. dict El primer fallo fue en 1988. La AudienciaA Territoria­l de Sevilla dio la razón,r parcialmen­te, al Obispado. El SupremoS tumbó esa decisión. Consideró, side en un fallo del que fue ponentete JoséJ María Sánchez Andrade, que no habíah motivo para devolver nada. El acuerdoa no llegaría hasta 1994. La Iglesia Igle recuperó la zona noble del Palacio laci Episcopal, lo que dio pie a su rehabilita­ción, bili al traslado de dependenci­as y a que se emprendies­e el Centro de RecepciónR de Visitantes en los apostolado­s tola de Francisco Javier Martínez, Juan Jua José Asenjo y Demetrio Fernández. dez No ha habido tanta suerte con la parte par pública. El jardín del Obispo es un ssolar que nada tiene que ver con lo que llegó a ser. Todos los intentos por desarrolla­rlo, des incluidos en el Plan del Casco, Cas han terminado entre la desganana ooficial. La Biblioteca del Estado se trasladará tras a finales de año a las nuevas instalacio­nes de los Jardines de Agricultur­a.

La tumba de los califas sigue siendo motivo de estudio. Montejo y Garriguet indagaron en donaciones realizadas al Museo Arqueológi­co Nacional en el siglo XIX de unos restos compatible­s. Se encontraro­n durante la ampliación del Seminario. Fuera del entorno que Franco expropió.

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