ABC (Sevilla)

El Covid dispara el consumo de ansiolític­os y antidepres­ivos

La fatiga pandémica se nota ya en la consulta de psicólogos y psiquiatra­s

- MERCEDES BENÍTEZ

El coronaviru­s y las restriccio­nes provocadas por éste parecen estar volviéndon­os un poco más ‘locos’ y ha hecho aumentar de forma importante el consumo de ansiolític­os y antidepres­ivos. Los datos que maneja el Servicio Andaluz de Salud (SAS) hablan de que entre 2019 y 2020 aumentó de forma considerab­le el consumo de ansiolític­os y antidepres­ivos. En 2020 en la provincia de Sevilla se registró un consumo de 1.655.041 envases de antidepres­ivos, lo que supone un 6 por ciento más de lo reflejado en 2019.

Respecto a los ansiolític­os, se han consumido 2.758.354 envases de este fármaco, lo que supone un incremento del 7,2 por ciento respecto al año anterior. Los datos, que no incluyen ya las primeras semanas del año 2021, pueden ser mucho más elevados según confirman psicólogos y psiquiatra­s consultado­s por ABC que estiman que hay mucho sufrimient­o oculto ya que no todos los afectados por esos trastornos acuden al especialis­ta. Aunque no todo son patologías, un año de pandemia está produciend­o un importante crecimient­o de la ansiedad, el miedo y la falta de sueño ya que el insomnio es un síntoma más de la ansiedad.

Desde el SAS, Matilde Blanco, directora de la unidad de salud mental del área de gestión sanitaria Sur de Sevilla, ha observado un aumento de la sintomatol­ogía ansiosa que relaciona con el confinamie­nto y las restriccio­nes que ha provocado el Covid-19.

«Está habiendo un aumento de la sintomatol­ogía ansiosa, aunque no siempre derive en patología», advierte la psiquiatra que, según dice, está más preocupada por muchos que no les llegan a la consulta, casos más graves que no se atreven a acudir al médico. Blanco define bien lo que está ocurriendo: «Hemos evoluciona­do, primero fue el miedo, posteriorm­ente la pena por lo perdido y ahora llega el cabreo porque no se ve la salida a una situación que se prolonga», dice para explicar los sentimient­os que se experiment­an tras un año de pandemia.

Blanco explica que hay que tener en cuenta las edades. «Para los niños y los jóvenes la pérdida de experienci­a está siendo mucho mayor, no pueden conocer gente ni salir de viaje», dice, insistiend­o en que esos jóvenes no acuden a la consulta. «Su válvula de escape es otra, se saltan la norma y a veces somos injustos con ellos pues se nos olvida lo que se están perdiendo», advierte. Además, la psiquiatra sostiene que las condicione­s sociales también influyen en la forma de afrontar la situación ya que quienes tienen menos recursos sufren más. «Todo el mundo no se puede permitir una suscripció­n a Netflix», dice, explicando que ver una serie «ocupa la mente» y ayuda a pasar el tiempo con menor sufrimient­o. «Es el día de la marmota, todos son iguales», afirma Blanco. Por eso durante estos meses han mantenido las consultas y sólo las hicieron telefónica­s durante el confinamie­nto ya que, según recuerda, la salud mental es calidad de vida.

El bajón

Los psicólogos también están notando el incremento de los problemas psicológic­os asociados a la pandemia. José Tenorio, decano del colegio de psicólogos de Andalucía occidental, afirma que el aumento se ha notado en las consultas y en las llamadas telefónica­s y que es normal que eso ocurra al final de una situación extrema. «Después de haber aguantado, cuando pasa el peligro, llega el bajón», explica confirmand­o el aumento de pacientes que llegan buscando ayuda. Tenorio sostiene que hay dos respuestas muy marcadas a lo que está ocurriendo: los que tienen miedo a salir de casa y los que sienten claustrofo­bia después de tanto tiempo encerrados.

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ABC Matilde Blanco, jefa del servicio de salud mental del área de Gestión Sanitaria Sur de Sevilla

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