ABC (Sevilla)

«Esto me ha enseñado que hay que besar y abrazar más»

Los mayores de la residencia Heliópolis ya están inmunizado­s y vuelven a la normalidad ‘tres horas al día’

- ANTONIO PERIÁÑEZ

Han estado más confinados que nadie. Su particular aislamient­o social se ha alargado hasta hace apenas una semana. Desde las pasadas fiestas, con la llegada de la tercera ola de coronaviru­s, los mayores de las residencia­s se han defendido del Covid tras la barricada de una habitación, esperando la vacuna. Y la vacuna llegó. Semanas después, la segunda dosis. Días más tarde estaban inmunizado­s. Y al final, la Junta de Andalucía levantaba las restriccio­nes de salida para los usuarios de residencia­s y permitía la visita de familiares. Así comienza su nueva normalidad. «Por favor, que esto se mantenga durante más tiempo. Aunque sean solo esas tres horas, pero a nosotros nos vale para tomar el aire de la calle. Porque tanto encerramie­nto hace mucho daño psicológic­amente», dice Gisel Bencomo, que desde hace cuatro años vive junto a su marido en la residencia Heliópolis de Sevilla.

Ahora puede volver a pasear por las mañanas, a tomar el aire fresco. Sin embargo, el último mes y medio ha sido especialme­nte complicado para ella y para la gran mayoría de los que viven en centros residencia­les. «Ha sido un poco triste porque uno extraña a la familia, extraña a los hijos, extraña a los amigos y el ambiente de la calle, porque ya estamos mayores y por lógica nos queda menos tiempo para vivir. Eso nos trae nostalgia, recuerdos tristes y mucho deseo de llorar», relata Gisel a ABC con ese meloso acento de su Cuba natal.

A pesar de las circunstan­cias, esta mujer se siente afortunada. «Estoy muy agradecida del gobierno español, principalm­ente, de que me haya dado un permiso de residencia, y agradecida a la Junta de Andalucía por estar viviendo aquí, porque por lo menos tengo un techo, un plato de comida y todas las atenciones y actividade­s que nos ofrecen en la residencia. Somos privilegia­dos porque estamos inmunizado­s».

La inmunidad, si bien no ha traído aún la antigua normalidad, sí que se ha llevado la tensión y el miedo de los meses pasados, con cifras de contagios, ingresos y muertes elevadísim­as. No obstante, en esta residencia en particular no se ha registrado ningún contagio entre sus 145 residentes. «Una de las medidas más importante­s que tomamos al inicio fue el cierre de los comedores y servir la comida en las habitacion­es. En el momento más duro de la pandemia, ellos estaban en sus cuartos porque no se podían usar las zonas comunes, de ahí que se les facilitara el contacto telefónico y la salida coordinada al patio, para que les diera el aire. Además, se ha reformado la terapia ocupaciona­l para llevarles las actividade­s a todas las plantas», explica el director de este centro residencia­l para mayores de Heliópolis, Rafael Pareja.

Los residentes fueron los primeros en recibir la ansiada vacuna, tanto que, según Pareja, se superaron todas las posibles reticencia­s en el primer momento. Sin embargo, se generaron grandes

Esperando una vida normal Superadas las reticencia­s iniciales, la vacuna ha traído aire fresco, aunque se han modulado las expectativ­as

expectativ­as que no se han podido cumplir. De ahí, que «hemos tenido que ir modulando las esperanzas, porque pensábamos que una vez vacunados podríamos hacer una vida completame­nte normal y todos estamos aprendiend­o que no es así».

La paciencia

El siguiente paso, dice Pareja, es seguir manteniend­o las medidas de seguridad y tener paciencia. Justo lo que no le quedaba a Lucía Jiménez, de 65 años, que asegura que se le ha quedado «la cara de habitación» del tiempo que estado allí sin salir. Desde que comenzó la pandemia ha sufrido tres depresione­s, por eso advierte de que «la cuarta ola va a venir mentalment­e». Tal vez por ello, a las diez en punto de la mañana Lucía ya está lista, junto con sus compañeras de residencia, para salir a la calle; aunque le duelan las piernas del tiempo que ha estado sin moverse.

Pero lo realmente doloroso para esta mujer, que lleva cinco años residiendo aquí, ha sido no poder ver a su familia. «Mi hija ha cogido el Covid —dice—, mi nieta chica ha cogido el Covid y a mi yerno el domingo le dieron el alta. Pero ahora vienen las secuelas, que es lo peor. Mi hija tiene en los pulmones, mi yerno los pulmones y en el corazón. Para una madre es muy doloroso. No soy una persona muy besucona, pero esto me ha enseñado que hay que besar más y que abrazar más. Ahora es cuando estoy aprendiend­o a querer y tocar».

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Alguno de los mayores de la residencia, en sus paseos por los alrededore­s

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