«¡Que los maten!», gritó una amiga de mi hermana cuando les di la noticia del Golpe
cuencias a largo plazo. Alastair entiende que hay posibilidades remotas y no exploradas, como el riesgo de padecer un cáncer de pulmón a los 50 años como consecuencia de haber sufrido la infección por coronavirus, pero esas consideraciones no le han frenado, en su deseo de prestar un servicio. «Es una decisión muy personal», se quita importancia, «pero son muchos los que han dado mucho y han arriesgado mucho desde el inicio de la pandemia. Mi decisión no está completamente fuera de la línea del riesgo que han corrido muchos sanitarios en los primeros meses, asumiendo grandes riesgos pero igualmente acudiendo a su trabajo».
Alastair quiere estudiar Biomedicina para investigar en la lucha contra el cáncer. Ese era su plan hasta que el coronavirus se cruzó en su vida. Quería hacer algo para ayudar que no fuese quedarse metido en casa. A través de 1Day Sooner, una organización que pone en contacto a quienes desean participar en ensayos médicos de alto impacto con los equipos investigadores con proyectos en marcha, encontró la forma de hacer su aportación, una decisión con la que, confiesa, sus padres «no están precisamente encantados». «Llevamos mucho tiempo realizando estudios de este tipo con voluntarios, por ejemplo para estudiar la malaria. En el estudio sobre el coronavirus, la primera pregunta que surge es cuántas partículas de virus deben instilarse en la nariz para desencadenar una infección y cuál es la cantidad de partículas capaz de desencadenar una enfermedad notable que suponga una seria amenaza para el paciente», explica Peter Kremsner, infectólogo de la Universidad de Tübingen y miembro del consejo de expertos de hVivo, que está realizando el estudio en el Imperial College de Londres. «En el siguiente paso, se examinarán los efectos de las vacunas y los medicamentos en otros voluntarios». Alastair sabe que corre un gran riesgo. Pero «necesitamos la información que obtendremos para hacer frente a la pandemia»
Aveces miro a Carolina Darias y me parece Delcy la fea. Delcy Rodríguez, la de las maletas, ya saben. Ayer Arcadi Espada y Fernando Ónega tuvieron unas palabras donde Alsina. No estaba Ónega muy de acuerdo con algunas cosas que Arcadi escribió en su reconstrucción del Golpe. Aunque Arcadi dijo a Ónega que todo lo que le estaba rectificando aparecía en el artículo. Y John Müller, que estaba escuchando, puso en Twitter: «Es muy probable que ni siquiera los propios periodistas sean capaces de contar bien su propia historia». No me importa decir que estoy en el Team Arcadi. Y recordar a Mary MacCarthy cuando en sus memorias escribe lo que recuerda espontáneamente y, además, confiesa su desconfianza por lo relatado alertando de su posible falsedad.
En ese artículo, Arcadi también dice: «La mayoría de ciudadanos cree que oyeron y vieron el golpe del 23 de febrero en directo. Pero eso solo fue cierto –respecto a oírlo– en los primeros dos minutos desde la entrada de los guardias civiles, gracias a que la SER estaba retransmitiendo en directo la sesión de investidura». Supongo que pasa un poco como con Ricky Martin en ‘Sorpresa, sorpresa’. Yo no soy Emilio Contreras y no puedo recordar el 23-F como gobernador civil de Santander. Pero sí estaba escuchando la SER.
Mi hermana se había roto una pierna y sus amigas del instituto (chicas del nocturno, antes de ir a clase) vinieron a visitarla. Yo estaba con mi abuelo en otro cuarto y él tenía la SER puesta (en un transistor de los de funda de piel negra). Así que cuando se interrumpió la letanía de nombres de diputados y dijeron que habían entrado unos guardias civiles, fui corriendo a dar la noticia a las chicas a la otra habitación. Una, que es ahora una señora muy formal y sigue siendo amiga de mi hermana, empezó a saltar y a gritar «¡Que los maten, que los maten!». Estoy convencida de ese recuerdo. Pero también dudo como Mary McCarthy. Igual que cuando veo a Darias y Rodríguez.