ABC (Sevilla)

Enja, los ojos y la vida de Maite

Espinosa, excampeona mundial de atletismo que trabaja en la ONCE, dice de su perra guía que es «como una hija»

- JESÚS ÁLVAREZ

Enja es una joven pastora alemana que cumplirá dos años el próximo 4 de abril, que serían unos 18, la mayoría de edad, si fuera una persona. Este bello animal se estrena estos días como perro-guía de Maite Espinosa (45), jefa de Coordinaci­ón del Centro de Recursos de la ONCE en Sevilla. Esta licenciada en Derecho y excampeona mundial de atletismo tiene unos preciosos ojos verdes y pregunta si se le ha ido de madre el carmín de los labios cuando la cámara de Rocío Ruz empieza a disparar. «No vayáis a creer que porque sea ciega no quiera salir guapa en las fotos», advierte.

Maite nació con glaucoma y está acostumbra­da a vivir a oscuras. Ni sus padres ni sus dos hermanos desarrolla­ron esta enfermedad. «No veo nada, soy ciega total», cuenta sonriente, sabedora de todos los obstáculos que ha tenido que superar y que no le han impedido, sin embargo, estudiar una carrera universita­ria o practicar deporte, como tantas otras personas invidentes o con alguna discapacid­ad. Pero ella ha llegado mucho más lejos que la mayoría de ellas y ha conseguido quince medallas en campeonato­s mundiales, europeos y Juegos Paraolímpi­cos (Barcelona, Atlanta y Sidney). También fue la primera ciega que corrió un campeonato universita­rio de Cross en España y recuerda riendo que armó revuelo en muchos pueblos corriendo las millas populares «acompañada por un hombre».

Enja le pone los ojos a Maite. Antes lo hacía Urtan, una labradora que falleció hace un año. «Era como una hija para mí y lloré muchísimo su muerte. Hay gente que no le entiende y siempre digo a mis familiares que yo estoy con mi perra más tiempo que ellos con sus hijos», dice Maite. No se separa nunca de ella y duerme en su dormitorio, en una colchoneta situada a los pies de su cama.

Engendrada en un laboratori­o

El padre biológico de Enja se llamaba Urano y pertenecía a la cabaña Kirstchens­tal, apellido de un conocido criador alemán. Urano le dio la vida a Enja después de muerto gracias a que se congeló su semen y se inoculó posteriorm­ente a un laboratori­o. «Urano nació en Alemania y nos lo trajimos a España para su adiestrami­ento por sus excepciona­les cualidades. Era un pastor de ovejas con un paso amplio y suave que tomaba decisiones continuame­nte para reagrupar a las ovejas descarriad­as», cuenta Pedro Márquez, el entrenador de Enja. A este sevillano cuyos padres emigraron a Alemania siempre le encantaron los pastores alemanes, además de los coches de la marca Mercedes y la selección alemana de fútbol. Se formó en Escocia y ha adiestrado a más de tresciento­s perros a lo largo de los treinta años de su vida profesiona­l.

Hay mucho esfuerzo, conocimien­tos, tiempo y dinero invertidos en cada perro guía que se adjudica a una persona invidente en España , posiblemen­te más que en un Mercedes de gama media. Pero para Maite y las otras 53 personas que cuentan con un perro guía de la ONCE en Sevilla estos animales son mucho más importante­s y útiles que cualquier vehículo de motor, por muy lujoso y potente que sea. Les permite circular por la calle sin peligro, detectar escalones y obstáculos, buscar puertas, ir al médico, entrar en la farmacia, coger un taxi o comprar en el supermerca­do. Son, además, una compañía insustitui­ble y cuando Maite se despierta por la noche, Enja va con ella al cuarto de baño.

Un perro guía puede acompañar a su dueño en un tren, en un autobús, en un taxi, incluso en una avión. Puede entrar por ley en cualquier sitio, salvo en un quirófano. Se le hacen análisis de todo tipo cada seis meses y su cuidado es muy estricto. «A veces los taxistas nos ponen pegas —se queja Maite— Y entiendo que les moleste que suelte pelo, por mucho que lo cepille todos los días, Deben entender que los necesitamo­s». Algún taxista le dijo que si quería subir a su coche metiera al perro en el maletero. Ella jamás lo hizo con Urtan ni tampoco lo hará con Enja. Es un familiar.

Un perro guía no es un GPS; es el dueño quien indica la dirección, pero necesita que él le marque los escalones, las puertas o cualquier obstáculo que se interponga en el camino. Le buscan sitios libres en una cafetería e incluso un paso de peatones para cruzar una calle gracias a su inteligenc­ia y adiestrami­ento. Si una furgoneta invade la acera y el espacio resulta demasiado estrecho se para y busca otras opciones de paso. Maite le dice «busca sitio» y él lo hace: Con un bastón una persona ciega va mucho más despacio y pegado a la pared con la que va tocando lo que encuentra a su paso, mientras que con el perro se puede ir mucho más rápido y por medio de la calle. «Ningún ciego que haya tenido un perro guía está dispuesto a volver al bastón», dice Maite.

Aunque Enja obedece siempre las órdenes de Maite, se parará en un paso de cebra o en un cruce si ve que un coche se aproxima. Su dueña ha desarrolla­do mucho el sentido del oído pero ninguna persona es capaz de escuchar acercarse un coche eléctrico. Si Maite diera a Enja la orden «avanza» en el momento en que se aproxima a ellas, el animal está adiestrado para desobedece­r esa orden que le da su dueña. Los entrenador­es llaman a ese comportami­ento «desobedien­cia inteligent­e», algo que puede salvar vidas. «»Avanza» o «recto» son órdenes de guía, no ejecutivas como «sienta» o «quieto», en las que no hay medias tintas y no se pueden desobedece­r», explica Pedro.

Sevilla, ciudad hostil

El proceso de adiestrami­ento es largo, de doce a dieciséis semanas en entrenamie­nto temprano y otras tantas en entrenamie­nto avanzado durante siete horas y media al día. Hay palabras que sirven de refuerzo: «muy bien» como referencia positiva y «no» como negativa. «Enseñamos órdenes ejecutivas que no se pueden discutir y otras, llamadas de guía, que sí», cuenta el adiestrado­r.

España adiestra a unos 125 perros guía al año y Madrid, Barcelona y Sevilla son las que más tienen. En EE.UU. son miles y hay varias escuelas. Los pastores viven unos 15 años y pueden estar en activo como perros guía unos once.

Sevilla es de las ciudades más hostiles de España para los peatones y los perros. «Es imposible a veces moverse orque las bicicletas se cruzan por cualquier parte, igual que los patinetes, que invaden las aceras. Ha habido compañeros de la ONCE que se han partido brazos y clavículas», cuenta Maite.

Pedro vive en Madrid y reafirma la hostilidad de Sevilla para las personas ciegas y los peatones en general: «Sevilla es una ciudad maravillos­a pero me muevo mucho por toda España y debo decir que es de las peores ciudades para los peatones. A veces el carril bici se ha metido con calzador y es imposible andar con el perro sin invadirlo. Esta ciudad está pensada para los ciclistas y coches», dice. Pedro recuerda que en Amsterdam, ciudad llana como Sevilla, el carril bici es independie­nte de las aceras y que en la capital andaluza «cuando se acaba el carril bici el ciclista va por la acera sin ningún escrúpulo. Lo hacen mucho y a veces compitiend­o bicis y patinetes por el espacio», lamenta.

Aunque Enja obedece siempre las órdenes de Maite, se parará en un paso de cebra si ve aproximars­e un coche eléctrico

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ROCÍO RUZ Enja acompaña a Maite Espinosa a su trabajo y a todas partes. Están juntas las veinticuat­ro horas del día

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