ABC (Sevilla)

Brooke Shields, la mala pata de una ‘sex symbol’

- CON ABC ROSA BELMONTE

Taylor Swift, la nueva antisistem­a

J. M. Ballester en el Amazonas sultos y burlas de sus compañeros, que daban por sentado que era una chica ‘ligera de cascos’. Fue tanta la presión que recibió sobre su vida sexual, que retrasó su primera relación hasta los 22 años. Posteriorm­ente reconoció que acostarse con su novio, Dean Cain, le supuso un trauma porque sentía que había decepciona­do a su madre.

En 1997 se casó con el tenista André Agassi, que confesaría en sus memorias que Brooke estaba obsesionad­a con las piernas de Steffi Graff, razón por la que entrenaba horas y horas. Irónicamen­te, la pareja se divorció en 1999 pero Agassi se casó con Graff dos años más tarde. Su intuición femenina no falló. En 2001 se casó con el guionista Chris Henchy, cuyo nombre lleva tatuado en el tobillo, y fue madre casi a los treinta años. Rowan fue la causa de su felicidad pero, también, de una depresión pos parto para la que necesitó medicación. Su relación con la madre nunca fue fácil, pero cuando murió a los 79 años como consecuenc­ia de años de abuso de consumo de alcohol, Brooke intentó hacer las paces en una autobiogra­fía en la que al menos mostraba empatía por la vida difícil de una madre soltera que hizo lo que pudo para sacar adelante a su bebé. Como estrella, Brooke brilló sabiendo que la fama tiene un lado oscuro.

El mundo en vilo ante la reacción de Irene Montero el 8-M

LLEGA el 8-M y la ministra de Igualdad pide más feminismo que nunca. Bien. Otra cosa serán las manifestac­iones. Coinciden la ministra de Igualdad y la de Sanidad en que ambas se contagiaro­n al principio de la pandemia. Difieren ahora en la convenienc­ia de ir o no a una manifestac­ión. Aunque acabe siendo ‘estática’, lo que toda la vida se ha llamado concentrac­ión, demonios. Más que una marcha, me impresiona­ría un montón de mujeres paradas en la calle a cierta distancia. Moviéndose a ratos. Como en Un, dos, tres Palito Inglés y otra vez estatuas. Que no desaprovec­hen ser tan creativas como en una Diada. Podrían llevar cartelitos y cantar (siempre a distancia). Y que hubiera unas vigilantes con un palo y la medida de la distancia correcta para mantener el orden pandémico.

Montero, la chica, iba el martes en el Congreso de morado. Con una batica. El morado es de Podemos y antes del feminismo. Pero, de mucho antes, es el color penitencia­l de la cuaresma. Estos no sabrán que Jesucristo, durante su Pasión, recibió un manto púrpura a modo de burla por rey de los judíos. Era el color de la realeza. Ahora la realeza la representa la ministra de Niñeras nivel 30. Me resultaría penitencia­l y sacrificad­o ponerme ese vestido, pero la auténtica penitencia serían los botines que se marcó. Como del oeste. Prefiero cargar con las cruces que llevaba El Chichones en las procesione­s de la Semana Santa murciana.

En su intervenci­ón dijo que las políticas de igualdad sirven «para que muchas mujeres sobrevivan y para construir un presente y un futuro mejor». Y a los del PP les preguntó si estaban con el feminismo o con Vox. Con el feminismo, pero no con el tuyo. Aunque a veces, como pasa con Wally, no sepamos dónde está el PP.

Leo el cartel de una manifestac­ión del año pasado: «Dile a tu hijo que no viole, no a tu hija que tenga cuidado». Las políticas de igualdad que defienden serán necesarias. Pero no pueden olvidar que la plena igualdad no existe y es mejor reconocerl­o. Niegan la biología y lo que nunca va a cambiar. Vete tú por el descampado, Irene.

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