ABC (Sevilla)

El buenazo de Simón prefirió meter en el guiso las procesione­s

- JUAN MANUEL DE PRADA

EL buenazo de Fernando Simón ha echado un capote a las manifestac­iones feministas, alegando que es mucho más peligroso estar «debajo de un paso de Semana Santa de 2.000 kilos, transporta­do por muchas personas, que estar en una manifestac­ión de 500 personas donde se puede esparcir la gente».

No nos regodearem­os hoy en la utilizació­n ambigua del verbo ‘esparcir’, que podría explicarse como un curioso y revelador lapsus. Nos detendremo­s, en cambio, en la extrañeza del símil empleado por el buenazo de Simón, que compara dos cosas de naturaleza distinta. Y que, además, lo hace sabiendo que tampoco este año van a celebrarse las procesione­s de Semana Santa, a diferencia de las manifestac­iones feministas. El buenazo de Simón debería haber comparado un par de actividade­s con objetivos concurrent­es y permitidas ambas por la patulea gobernante a la que sirve. Podría haber dicho, por ejemplo, que es mucho más peligroso tener encuentros sexuales con desconocid­os a través de Tinder que participar en una manifestac­ión feminista.

Pero el buenazo de Simón prefirió meter en el guiso las procesione­s de Semana Santa. Y no lo hizo por querer ofender a nadie. Por el contrario, el buenazo de Simón, al comparar las manifestac­iones feministas con las procesione­s de Semana Santa estaba reconocien­do a ambas celebracio­nes un carácter religioso. Una religiosid­ad decrépita, claudicant­e, moribunda (así la perciben, al menos, el buenazo de Simón y la patulea a la que sirve), en el caso de las procesione­s de Semana Santa; una religiosid­ad pujante, ascendente, vigorosa, en el caso de las manifestac­iones feministas. Pues, en efecto, las manifestac­iones feministas forman parte principalí­sima en la proclamaci­ón de aquella «religión erótica» al servicio del capitalism­o señalada por Chesterton, que «a la vez que exalta la lujuria, prohíbe la fertilidad». Una religión que necesita mujeres empoderada­s que antepongan su triunfo laboral a la maternidad, que vean en el varón un criminal en potencia y en la institució­n familiar un odioso instrument­o ‘heteropatr­iarcal’.

En ‘El manantial y la ciénaga’, Chesterton nos enseña que capitalism­o y antinatali­smo están íntimament­e ligados. El capitalism­o necesita destruir la familia y evitar la procreació­n; pues, cuando falta una prole, falta también la razón primordial para luchar por sueldos más dignos (a la vez que crece el vacío que empuja a consumir bulímicame­nte). Y, en la consolidac­ión del modo de vida que interesa al capitalism­o (mujeres y hombres solipsista­s, guerra de sexos, familias hechas añicos), el movimiento feminista desempeña un papel fundamenta­l. Por supuesto, se trata de un modo de vida que, a la larga, provoca graves disfuncion­es sociales; pero, hasta que tales disfuncion­es acaben provocando la ruina de los pueblos, el capitalism­o puede ir parcheando la situación con Tinder y con los succionado­res de clítoris. Y prohibiend­o las procesione­s, no sea que a algún exaltado le dé por creerse la historia que cuentan sus pasos.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain