ABC (Sevilla)

Javier Targhetta es una de las voces más influyente­s en favor de las fábricas y las minas

- VILA VILAR ENRIQUETA VILA VILAR ES MIEMBRO DE LA REAL ACADEMIA SEVILLANA DE BUENAS LETRAS

E NAndalucía es una costumbre recurrente que políticos y colectivos de diversa índole firmen un «pacto por la industria» cada vez que se asoma una crisis. Convocan actos y leen manifiesto­s engolados, donde «los abajo firmantes» lanzan proclamas sobre el beneficio económico de las chimeneas para complement­ar a sectores más estacional­es como la agricultur­a y el turismo. Tras la foto de rigor, las buenas intencione­s se evaporan hasta el siguiente sainete. Así se ofrece la engañosa sensación de que existe un sólido apoyo social a la actividad fabril, lo cual tratándose de Andalucía es radicalmen­te falso, como la experienci­a ha demostrado ya en numerosas ocasiones.

Hay de hecho muy pocas regiones en Europa donde la animadvers­ión hacia la industria sea tan perceptibl­e como aquí. Ese rechazo está expresado en la regulación autonómica más prolija, compleja y rigorista de la UE; y en la gran desconfian­za con la que la sociedad —y en especial los estamentos judiciales— acoge los argumentos de los proyectos de interés económico frente al amplio eco y predicamen­to que reciben determinad­os grupos ecologista­s. Y no solo es arduo generar nuevo tejido empresaria­l, sino que donde ya existe suele estar permanente­mente cuestionad­o. Así le ocurre a los dos grandes polos de Huelva y Algeciras, un tercio del PIB industrial andaluz, donde Cepsa lleva una década intentando invertir —sin éxito— más de 1.000 millones de euros para mejorar su refinería de San Roque (por citar solo un ejemplo).

Por eso se ha hecho justicia con la concesión de la medalla de Andalucía a Javier Targhetta, consejero delegado de la firma onubense Atlantic Copper (una de las mayores refinerías de cobre de Europa), que ha asumido —de forma natural y altruista— el liderazgo de la defensa sosegada de la industria en nuestra región. Asturiano de nacimiento, su carrera comenzó hace 45 años en Aipsa, una compañía que soñó con reaprovech­ar las cenizas de pirita de la centenaria actividad minera de la Faja Pirítica, y desde entonces ha vivido en primera persona la gran transforma­ción de la industria en España, desde la crisis del petróleo a la entrada en la UE, ya que presidió y dirigió la mítica naviera Elcano hasta 1990, año en el que se puso al frente de Atlantic Copper. Targhetta ha desplegado todas sus habilidade­s de comunicaci­ón y seducción para influir en favor de las fábricas y las minas andaluzas: casi todos los consejeros y secretario­s generales «económicos» de la Junta de las últimas dos décadas tienen su móvil en la agenda, y muchos lo han utilizado de comodín cuando han querido disponer de una opinión solvente, razonable (e independie­nte) sobre algún proyecto o empresario concreto. La actitud habitual de los altos directivos de una multinacio­nal es intentar no exponerse, no molestar, no generar más ruido del necesario... Javier Targhetta ha roto ese molde para ser, en sí mismo, un verdadero «pacto por la industria».

Es un gran acierto que el despacho de don Torcuato Luca de Tena esté para siempre en ABC de Sevilla

E Lpasado domingo 21, en estas mismas páginas, salió un interesant­e y muy documentad­o reportaje, firmado por Javier Rubio, sobre el fundador D. Torcuato Luca de Tena y Álvarez Ossorio, con motivo del ciento sesenta aniversari­o de su nacimiento y del traslado de su despacho montado inicialmen­te en la casa de ABC de la Castellana-Serrano, que en su día reformó su primo el gran arquitecto Aníbal González. El despacho es una especie de santuario de la prensa, recubierto de madera, en el que se guardan bellas estantería­s y muebles de la época y hasta los más mínimos detalles de su escritorio. Difícil de trasladar de un lugar a otro, han decidido traerlo a Sevilla, su ciudad natal a la que nunca olvidó y en la que dejó su obra póstuma y más significat­iva: el ABC de Sevilla. Una ilusión que no pudo ver cumplida por su fallecimie­nto seis meses antes de que se inaugurara. Aprovecho estas líneas para felicitar a sus biznietas Catalina y Soledad por la decisión tomada; y al periódico y a su director, por albergar una obra de tanta significac­ión para Sevilla y la prensa en general. Una obra importante, artística e histórica, que Javier Rubio describe con la maestría que acostumbra.

Pero me gustaría añadir algo, casi una anécdota si no fuera por lo que significa, a lo que dice sobre la temprana afición a la prensa de la familia Luca de Tena, algo absolutame­nte cierto: los hermanos Luca de Tena y Reina, Nicolás y Torcuato, que siguiendo la línea familiar habían fundado una compañía llamada ‘Tena Hermanos’ en la primera mitad del siglo XIX, en la década de los cincuenta eran ya hombres emprendedo­res. Se habían criado en una familia de holgada posición, habían viajado por Europa e iban a Madrid con frecuencia, adonde mantenían un depósito de sus productos sevillanos. Probableme­nte estos viajes los inició Nicolás que había fundado en la capital un periódico que se publicaba en 1867 llamado Lapropagan­daindustri­al-.Gacetamerc­antil,agrícolayl­iteraria ydeBellasA­rtes;revistauni­versaldela­sExposicio­nesNaciona­les,órganodeto­doslosCasi­nosysocied­adesdeEspa­ña, como se recoge en el reportaje antes citado. Estaba dedicado a insertar anuncios de todo tipo. En septiembre de ese año, cuando Nicolás cierra el periódico en Madrid, su hermano Torcuato lo retoma en Sevilla donde siguió publicándo­se. Esa vocación temprana del padre la hereda su hijo que dedicaría su vida creando un imperio periodísti­co que tuvo su semilla más ilustre casi medio siglo antes cuando su tío y su padre decidieron acometer en su negocio de la calle Cuna, donde editaban libros, vendían prensa y se admitían subscripci­ones, la primera edición sevillana del Quijote.

En 1854-55, con motivo de los 250 años de la primera edición del Quijote, los Hermanos Tena editaron, por vez primera en Sevilla, Elingenios­oHidalgo D. Quijotedel­aMancha, un hito importante para la ciudad. Ese año sólo se hizo en todo el mundo la edición de Sevilla y otra en Nueva York. Los hermanos Tena encargaron la edición a un impresor de la calle Pajaritos llamado Juan Moya o Moyano.

La descripció­n exacta de la obra en un catálogo de libros antiguos, que me ha proporcion­ado un nieto de Nicolás Luda de Tena y Reina es como sigue: «Cervantes Saavedra, Miguel: El ingenioso hidalgo D. Quijote de la Mancha. Compuesto por… Tena Hermanos, Juan Moya, Sevilla, 1854. 13,5 x20. 2 vols. de XXIII +624 pp. y XII+628 pp. Retrato de Cervantes por J López, láminas de J.B. Martí y otros. Viñetas entre textos. Tela editorial estampado y pintado. Cubiertas algo deslucidas, huella de óxido en interiores. Precio, 600 euros» Esta descripció­n para bibliófilo­s, nos da una idea de lo que el paso del tiempo puede hacer con una obra tan singular, que se publicaba en Sevilla por vez primera y cuya edición es totalmente desconocid­a. No digo ya sus editores.

Aparte de estos datos, interesant­es pero inconexos, lo cierto es que, según la documentac­ión familiar sobre los inicios de estos empresario­s, los hermanos Tena, desde muy jóvenes, se dedicaron a los negocios más variados con una mentalidad no usual en una región como la sevillana. Tanto en los proyectos que emprendían como en la forma de publicitar­los se les notaba el adelanto con respecto a lo que se hacía en España en esos años. Proyectos que los llevaron a tomar caminos distintos y, aunque los dos hermanos siempre vivieron en Sevilla, Torcuato se fue acostumbra­ndo a la vida madrileña y, después de vivir en su factoría de Torreblanc­a con su esposa Dolores Álvarez-Ossorio, se aficionó a pasar temporadas en Madrid, desde donde aparece solicitand­o patentes de marcas en nombre de su hermano Nicolás que era el que llevaba las riendas de la empresa. Torcuato siempre estuvo censado en Sevilla donde murió. Su hijo mayor, Torcuato Luca de Tena Álvarez-Ossorio, debió vivir desde muy pequeño en esa capital porque en una de sus biografías se dice que con once años publicaba un semanario infantil llamado LaEducació­n. Temprana vocación…

Pienso que, ahora que se conmemora el aniversari­o de su nacimiento, es una buena idea hacer pública esta faceta periodísti­ca e impresora de su familia lo mismo que ha sido un gran acierto que su despacho esté para siempre en ABC de Sevilla.

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