Los cuernos sevillanos de Dostoievski
Según Freud, Dostoievski era poeta, neurótico, moralista y pecador; pero también fue un amante infeliz que usó sus novelas para vengar sus malandanzas. ¿Sería «El Gran Inquisidor» un ajuste de cuentas sevillano?
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(1879-1880), publicada un año antes de su muerte en la revista de San Petersbugo, Fyodor Dostoievski ambientó en Sevilla un poema en prosa titulado «El Gran Inquisidor», que Iván le recita a su hermano Alioscha: «La acción de mi poema se desarrolla en España, en Sevilla, en la época más horrible de la Inquisición, cuando, para honra de Dios, en aquella tierra ardían diariamente las hogueras y en magníficos autos de fe quemaban a los herejes». Cito siempre la traducción de Rafael Cansinos-Assens, quien jamás se preguntó por qué Dostoievski situó la trama de «El Gran Inquisidor» en su ciudad natal.
En honor a la verdad, no existe ninguna referencia que nos permita reconocer a Sevilla, pues las descripciones son muy generales: «Desciende sobre el ardiente suelo de la meridional ciudad, en la que, como con toda intención, la víspera misma, en magnífico auto de fe, en presencia del rey y de la Corte, caballeros, cardenales y las más altas encantadoras damas de la Corte, ante el populoso gentío de toda Sevilla, habían sido quemados por el cardenal inquisidor mayor, de una vez, cerca de cien herejes, ad majorem gloriam Dei». Más de una vez el texto alude a la catedral, aunque podría tratarse de cualquier otra catedral española: «En el gentío, emoción, gritos, sollozos, y he aquí que en aquel preciso momento pasa por delante de la catedral, por la plaza, el propio cardenal, inquisidor mayor». Sin embargo, la única alusión verosímil es al aroma, porque en un brevísimo pasaje leemos: «Expira el día, llega la cálida, ardiente e irrespirable noche sevillana. El aire huele a laurel y azahar». Y que conste que fue el sevillano Cansinos quien tradujo «azahar», porque en el original ruso se habla de «las flores de los naranjos».
¿Por qué España? Dostoievski salió cuatro veces fuera de Rusia, pero España nunca formó parte de aquellos viajes que lo llevaron por París, Ginebra, Londres, Berlín, Dresde, Praga, Wiesbaden, Florencia, Venecia, Milán y Turín. No obstante, la historia que narra el poema que Iván le recitó a Alioscha, trata de la segunda venida de Cristo, encarcelado por resucitar a una joven sevillana y condenado a morir en la hoguera por el tiránico inquisidor, quien deseaba quemarlo vivo
Epor alterar el orden impuesto por la jerarquía eclesiástica. Es decir, que España no sale precisamente bien parada en «El Gran Inquisidor», pues Dostoievski hizo hincapié en la crueldad, fanatismo y perversidad de los nuevos carceleros de Cristo.
Como no soy especialista en literatura rusa ni en la obra de Dostoievski, me eximo de analizar los diálogos, pues mi único cometido es aventurar alguna razón que explique la localización sevillana del poema. El autor de
no conoció España, pero quizá leyó la traducción del que el periodista Vladimir Karelin publicó en 1866, edición plagada de errores porque lo tradujo del francés y de un modo, más bien, libre. Con todo, un detalle que de ninguna manera debemos pa
SOCORRO VENEGAS / JUAN CASAMAYOR [EDS.]
UNAM / Páginas de Espuma México / Madrid, 2020
La escritora y profesora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Socorro Venegas, dirige desde hace años un proyecto de investigación titulado a través del cual se ha propuesto rescatar, desagraviar y compartir el legado literario de numerosas autoras que -en su momento- fueron marginadas o excluidas, ni siquiera del canon o de simples antologías, sino de los grandes corpus de las literaturas nacionales de sus respectivos países. De aquel trabajo que ya ha alumbrado en la UNAM una línea editorial, ha nacido la presente compilación que ha contado con la colaboración del editor aragonés Juan Casamayor. Así,
reúne relatos de escritoras cuya visibilidad había sido escasa o nula, incluso en sus países, contradiós vergonzoso a la vista de la extraordinaria calidad de cuentos como los firmados por Rosario Ferré, Silvia Cordoliani, Magda Zavala, Mercedes Durand o María Virginia Estenssoro. Por supuesto que conozco la obra de mi paisana Pilar Dughi, pero llevo más años en España que en el Perú y desconocía la existencia de María Luisa Elío. me la ha descubierto, igual que a la mayoría de escritoras y por eso puedo dar fe de estamos ante un libro imprescindible.