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sar por alto es la fastuosa colección de pintura española de los siglos XVI y XVII que atesora el Hermitage de San Petersburgo, donde podemos encontrar diecinueve lienzos de Bartolomé Murillo, uno de ellos titulado «Muerte del Inquisidor Pedro de Arbués». ¿Sería la Sevilla plasmada en los lienzos de Murillo la fuente de inspiración de Dostoievski? No lo descarto, aunque un auto de fe ante la corte también podría haber transcurrido en Toledo, Madrid o Valladolid. Por lo tanto, como hablamos de literatura, tenemos licencia para fantasear. Sigmund Freud analizó la torturada personalidad de Dostoievski, acusándolo de «parricida», además de poeta, neurótico, moralista y pecador. Sin embargo, Dostoievski también fue un amante desgraciado y rencoroso, pues a dos mujeres que amó les ajustó las cuentas en y a su desdeñosa amante -Polina Suslovala puso de protagonista en con nombre propio. Mi hipótesis es que Polina Suslova fue la clave, porque después de una fugaz aventura extramatrimonial en París con la joven Polina, Dostoievski se marchó a los casinos de Wiesbaden, donde se arruinó y desatendió a la Suslova, quien cansada de esperarlo se entregó a un estudiante español de medicina. (1928) de Polina Suslova permanece inédito en castellano, pero en las traducciones inglesas de lo encontramos como apéndice y allí leemos: «Salvador era un joven que necesitaba una amante. Yo entré en escena y él la aprovechó. ¿Por qué no? Una mujer bonita satisface todos los gustos». Dostoievski se puso en modo pero la Suslova lo hundió en la miseria cuando le dijo cómo llamaba a Salvador en la intimidad: «el plantador». Ojo, no un sembrador que pone una semillita, sino el plantador que incrusta su cepellón con un arbolito ya leñoso, como se refocilaba Neruda en aquel verso agropecuario:
Cansinos creía que Salvador no era español -«¿no sería un americanito meloso y pérfido?»-, pero yo apuesto a que era de Sevilla, porque el atormentado Dostoievski se vengaba de aquella manera y por eso encerró a Cristo en los calabozos de Triana, tan sólo porque un médico sevillano le aplicó intrapiernosa a la Suslova.
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