ABC (Sevilla)

Las togas de la izquierda judicial no pisan la tintorería

- ÁLVARO MARTÍNEZ

e tiempos de Justiniano I, el Grande, le debe venir a la izquierda judicial la probidad, rectitud e integridad (todas presuntas, naturalmen­te) de la que viene alardeando desde hace años. La izquierda judicial de estos días la lidera Cándido Conde-Pumpido, seguido a corta distancia por el juez José Ricardo de Prada, que lo mismo te aparece firmando una frase en una sentencia que es utilizada (de forma gratuita, según el Tribunal Supremo) para derribar un Gobierno del PP, que emerge en una lista de vocales progresist­as candidatos al CGPJ.

A Conde-Pumpido solo le debe quedar meter mano en el Tribunal de las Aguas porque de una manera u otra ha estado paseando la toga por todas las magistratu­ras posibles hasta llegar al Tribunal Constituci­onal, donde estos días hay quien asegura que se ha puesto la gorra de plato para decir quién es apto y quién no para llegar al TC a propuesta del PP. Este no pasa –viene a decir Cándido en la garita– porque se ha mostrado en contra del «procés»... es decir, exactament­e igual que él hizo 22 días después del 1-O en una conferenci­a en la que criticó a los separatist­as por «desviar dinero público de su finalidad esencial para invertir su destino y

Dser utilizado contra el Estado que constituye el fundamento de su autogobier­no». Es decir, la izquierda judicial nunca se contamina, su pureza, integridad, neutralida­d y entrega en cuerpo y alma a la ley son máximas. No así los llamados jueces conservado­res que rápidament­e deben ser excluidos por prejuicios­os. Si acaso –en palabras del propio Pumpido en su etapa de fiscal general con Zapatero– la justicia progre tolera que «el vuelo de las togas no eluda el contacto del polvo del camino», por ejemplo cuando tocaba tener manga ancha con los etarras porque el gran estadista leonés andaba negociando con ETA... hasta que le volaron la T-4. El caso de De Prada, incluido con calzador por el PSOE para convertirs­e en excusa entre los nombres vetados por el PP en la renovación del CGPJ, es paradigmát­ico de lo que es un juez progresist­a como Dios manda, tan puro, tan jurídicame­nte cabal que siendo magistrado de la Audiencia Nacional se le toleró que asegurara que en España «la tortura se ha producido de manera muy clara». Le faltó a los proetarras asistentes a la charla bailarle un aurresku a De Prada cuando vino a acusar de torturador­es a policías y guardias civiles. Antes, volvió a llenar el bajo de la toga de cascarrias del barro del camino cuando justificó el «chivatazo» a ETA en el caso Faisán por «el contexto político». ¡Ole tú!, que diría Raimundo de Peñafort. En 2014, ya con la toga camino del tinte, J.R. afirmó que «las condenas a los etarras eran excesivame­nte altas». Y últimament­e vino la frase famosa para hundir el Gobierno de Rajoy, que el Tribunal Supremo, en el recurso de casación de la sentencia de la Gürtel, consideró claramente «excesiva», quizá más en el terreno de su faceta de conferenci­ante bocachancl­a que en el de un magistrado administra­ndo justicia. Pero para entonces, Sánchez ya estaba en La Moncloa. ¿Acaso le duele menos a un sirio si la bomba se la tira un afroameric­ano?

dormecida nuestra sensibilid­ad por la brutalidad de los tuits de Trump, es entendible que un bombardeo con veintidós muertos no despierte escándalo ni demasiado interés.

Después de haber vivido cuatro años de motes, bromas, tuits acabados en «sad!» y ‘ataques’ a periodista­s en ruedas de prensa a cara de perro… ¿qué es un ataque cruento en Siria, un ataque a milicianos proiraníes? ¿Qué es un miliciano proiraní? ¿Alguien tiene la más remota idea de qué es eso?

Es difícil saber nada después de las últimas décadas. Del cisco geopolític­o al que contribuyó Biden personalme­nte. Votó a favor de la guerra de Irak, y luego ‘gestionó’ la zona con Obama. Se encargó él. La retirada fue tan mala como la invasión y provocó un vacío que daría lugar al Daesh. Después vendrían las Primaveras, Libia y Siria, donde rebotan todos los errores anteriores.

La hoja de servicios de Biden es temible. Los antecedent­es no es que sean sanguinari­os, es que son una garantía de desorden y catástrofe humanitari­a, pero... ¿ustedes escuchan algo?

Con él vuelven ‘ halconazos’ de tiempos de Obama. Imperialis­mo en el exterior; ‘woke’ y Justicia Social en el interior. Hagan lo que hagan, lo harán con diversidad. ¿Le dolerá menos a un sirio si la bomba se la tira un afroameric­ano? ¿Tendrá género un dron o será fluido??

No parece, de todos modos, que su política vaya a ser un retorno exacto al obamismo. Mucho menos a los locos tiempos anteriores. No ha hablado de extender la Libertad, sino de conservar la democracia frente a los regímenes autocrátic­os, sin mucha convicción y sin llegar tampoco a hablar de bloques.

El discurso aislacioni­sta de Trump, popular aunque no lo votaran los muertos, hace difícil la vuelta, siquiera retórica, a viejos argumentos. Sin embargo, el mundo con Biden ya parece distinto. Un lugar, de nuevo, donde las acciones militares pasan desapercib­idas o son directamen­te disculpada­s. Como si los celosos guardianes de lo demolibera­l (hola, qué tal) hubieran pasado de exagerar tuits a ignorar ‘tomahawks’.

ASolo los jueces progresist­as como Pumpido pueden haber opinado en contra del «procés» sin contaminar­se; los conservado­res, a apartarse que molestan

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José Ricardo de Prada
EFE Cándido Conde-Pumpido José Ricardo de Prada

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