ABC (Sevilla)

Empecemos a ganar nuestros acentos. Sigue valiendo la pena

- J. FÉLIX MACHUCA

N Osé muy bien si somos lo que perdemos o lo que peleamos por rescatarlo. Pero en ese pulso nos reconocemo­s. En ese combate nos convertimo­s en soldados de fortuna, más o menos escasa. Entre el pellejo y la carne, el cielo y el suelo, marchamos, con tropezones sonados, haciendo camino al pasar. Pasamos por delante de nuestras vidas y nos vemos que son muchas las gastadas en nada o en tan poco. Quizás esperamos más de lo que damos. O damos tanto que ni capaces somos de contar lo que se nos cae de los bolsillos. Demasiado corazón, diría el cantante. Quizás también, demasiada sinrazón como para tener tantos miles de años en lo alto y haber sacado tan pocas conclusion­es generosas para nuestra esencialid­ad. ¿Valió la pena, Rafael Escuredo? Sigue valiendo la pena. Como ese libro donde tantas cosas revelas de tu paso por el trono del poder andaluz, máximo honor que puede disfrutar uno que nació en tierras feraces y de rastrojos. Un libro que deberían leer los tuyos y los otros, los que no creyeron en ti y apostaron por las leyes del mercado de la política.

Vale la pena seguir caminado hacia el 28 de febrero, una fecha que siempre nos pilla más allá de donde alcanza nuestras manos. Como un paisaje pintado por un espejismo. Vale la pena seguir en la pelea, en mirar las estrellas con las que hacía números los astrónomos persas, para convertirl­os en cosechas abundantes y caravanas comerciale­s. Nos sobran sueños y nos faltan despertare­s, amaneceres soleados, balcones con macetas y banderas sin complejos. Vale la pena que, de una puta vez, nuestra gente, las generacion­es que le dan sentido a lo que hicimos o dejamos pendiente, se convenzan de lo que somos y de lo que no debemos de ser. Vale la pena, Rafael Escuredo, escribir un libro como el tuyo pero no dejar más derrotas imparables, imposibles e infumables sobre las mesas de los despachos del poder. Como la que acaba de dejar Carmen Calvo en Linares…

Somos lo que no tenemos. Y hay quien dice que nos falta autoestima. Somos unos acomplejad­os irresistib­les. Nuestra autoestima es una autolesión de lágrimas y escombros. Nos vuelve a sobrar compasión y nos faltan toneladas de carácter. No creemos ni en nuestra hermosa manera de hablar el castellano. Si podemos, hurtamos la sonoridad de sus seseos y ceceos para convertirl­os en deseos de la norma fonética imperante. Con los acentos tan bellos que tienen nuestras diferentes hablas de mar a mar. Oigo la música de Antonio Gala, de García Barbeito, de Sabina y de José Mercé; oigo la sinfonía de Bonilla, de Alejandro Sanz, de Pive Amador y de Manuel Alejandro. Y estoy escuchando al Tomate, a Losada Villasante y Romero Tallafigo y oigo la Andalucía que Falla llevó al pentagrama para hacerla universal. Tenemos que volvernos a levantar, como dicen los de la Junta. Porque llevamos demasiado tiempo acostados y llorando miseria. Se habla como se piensa. Y hay que pensar lo que somos y lo que queremos. Si te acomplejas por el acento, no salimos de la cola. Somos lo que perdemos. Empecemos a ganar los acentos. Sigue valiendo la pena…

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