El director del cambio
—Sí, hay un riesgo, por supuesto, y debemos estar alerta. Hay una frase mía de hace unos años que se repitió mucho. Dije: «No estamos en la guerra, estamos haciendo nuestro trabajo». Y es lo que creo. Tenemos que centrarnos en nuestro trabajo y no obsesionarnos con el hecho de que el anterior presidente nos atacara todos los días, porque entonces comenzaríamos a asumir una posición de guerra. Creo que existe la necesidad de una prensa verdaderamente independiente. Y claro, siempre habrá medios de comunicación que intentarán dirigirse a partidos políticos, a ideologías particulares, pero creo que hay demanda, ciertamente en EE.UU., de una prensa genuinamente independiente.
—¿Existe el riesgo de dejarle pasar más cosas a Biden tras una presidencia como la de Trump?
—No creo que esté sucediendo.
Sí, siempre hay un riesgo. Existe el riesgo de que seamos más amables con las personas que son más amables con nosotros, por supuesto. Y creo que es un riesgo que tenemos que reconocer. Así que creo que es importante que no caigamos en eso. Pero también creo que existe el riesgo de que la prensa quiera demostrar que es verdaderamente independiente y que luego simplemente sea dura por el simple hecho de demostrar que es dura. No es necesario caer en ninguno de esos extremos.
—En España, en Iberoamérica, en otros países, los diarios padecemos el ataque constante de partidos populistas. ¿Cree que ese fenómeno va a sobrevivir a la era Trump?
—Sí, de hecho creo que es algo que sucede desde hace bastante tiempo, y quizás dure siempre, porque ciertos líderes ven que les funciona. Ven que le funcionó a Trump. Y no hay ningún político que no utilice esta herramienta que tiene a su disposición si siente que funciona. Y así, sí, creo que seguirá.
—¿Qué recomienda a los periodistas tentados de pelear en redes sociales?
—Creo que los periodistas deberían ejercer la misma moderación en las redes sociales que emplean en sus informaciones en digital o papel. Tenemos en pie un laborioso proceso de edición de todo lo que publicamos online. Editamos el texto, el título, las fotos, la ubicación de estas noticias. Cuando nuestros periodistas aparecen en televisión o radio, les pedimos que también tengan cuidado y actúen con moderación.
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Las redes sociales no son una excepción. Está claro que el público ve a todos nuestros periodistas como representantes de la institución. Y somos una institución. Somos más que un grupo de personas bajo el mismo techo. Tenemos una ética común. Significa que defendemos ciertas cosas. Significa que nos comportamos de una manera que creemos adecuada de acuerdo con los estándares establecidos por la propia institución. Somos ‘The Washington Post’. Y creo que todos los que trabajamos aquí debemos admitirlo.
—¿Le preocupa que se caiga en activismo en las redacciones, que la opinión se cuele en las informaciones?
—Sí que me preocupa, pero creo que hay quien ve sesgos donde no existen porque ellos mismos tienen sus propios sesgos. Esos lectores no buscan medios que les informen, sino que los reafirmen, que refuercen su punto de vista preexistente. Y hay una diferencia entre estar informado y verse reafirmado. Dicho esto, sí, debemos ser muy cuidadosos con el activismo. Somos periodistas, no activistas. Ambas cosas son muy diferentes. Ser periodista no es ser taquígrafo, por cierto. No significa repetir simplemente lo que alguien ha dicho. Se supone que debemos analizar cuál es el impacto de las políticas, quién es responsable de estas políticas, quiénes se verán afectados por ellas, cuál es el contexto, por qué sucede lo que sucede. Nuestro trabajo como periodistas es profundizar. Hay críticos nuestros que piensan que ser periodista significa que todo lo que hacemos es escribir lo que alguien dice y publicarlo. No se necesitan periodistas para eso. Para eso los políticos y los demás ya tienen acceso a internet.
—Hay dos fenómenos con un gran impacto en las redacciones, y quisiera saber si cree que defenderlos en las redacciones entra en conflicto con lo que acaba de señalar. Me refiero al movimiento feminista #MeToo (#YoSíTeCreo) y al #BlackLivesMatter (#LasVidasNegrasImportan). —Estoy a favor de una representación diversa en nuestra redacción porque EE.UU. es una sociedad muy diversa. Necesitamos asegurarnos de que las personas de todos los rincones y sectores de nuestro país estén representadas en nuestra sala de redacción, necesitamos sus perspectivas. Pueden abrirnos los ojos a temas de los que quizás no estábamos al tanto, ideas que pueden ser desconocidas para nosotros, perspectivas que no son las nuestras. Eso es realmente importante. Y, por lo tanto, necesitamos tener una redacción muy diversa y el público debe ver que también esté representado adecuadamente en ella. Dicho esto, no creo que nuestra redacción deba ser activista, porque debemos ser independientes. Y cuando defiendo una prensa independiente, eso no significa ser solo independiente de un partido. Significa ser independiente de todo tipo de movimientos, los movimientos que se supone que debemos cubrir. Ahora, reconozco que en muchos casos la gente dirá que este es un problema de derechos humanos y, sin embargo, casi todo puede describirse como un problema de derechos humanos. Y creo que debemos tener cuidado con eso.
—¿Cuán difícil ha sido desempeñarse en su último año al frente del ‘Post’ durante una pandemia?
—Ha cambiado toda la forma en que trabajamos. Estamos acostumbrados a entrar en una sala de redacción, a reunirnos unos con otros. Las redacciones son empresas muy colaborativas. Trabajamos en equipo. Cada vez más. Y todo eso se evaporó de la noche a la mañana. Tuvimos que dejar nuestra oficina el 10 de marzo y encontrar una nueva forma de operar. Y afortunadamente, teníamos la tecnología disponible. Si esto hubiera ocurrido hace solo unos años, no hubiéramos podido operar. No sé cómo lo hubiéramos hecho. Claramente, habríamos tenido que ir a la oficina y habría habido un riesgo muy alto.