ABC (Sevilla)

Esperanza Fernández rezó con la banda una emotiva saeta en forma de salve

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na». Manuel Vallejo, Bernarda de Utrera —con la vivencia ante el Gran Poder—, Caracol... y un sinfín de cantaores que hicieron grande este lamento de agonía, que durante un tiempo llegó a estar prohibido en Sevilla. Menos mal que no prosperó, pues aquí, como concluyó García Reyes, «que cante hasta la Giralda / nuestra mejor saetera».

Dicho y hecho. La primera fue Elena Delgado tras los compases de ‘Soleá dame la mano’ de la Banda Municipal. Con la mirada puesta en el recuerdo al Pópulo, esta mairenera puso voz y alma a una saeta carcelera de su tío abuelo, Jornerito. «Abrid puertas, carcelero / y asomarse a las ventanas,/ que viene la Soberana, Madre de Dios/ costalero... mi Esperanza de Triana». Una oración que concluyó persignánd­ose y recibiendo el más que merecido cariño del público.

El cuerpo se iba metiendo en los quejíos de los octasílabo­s cuando llegó el turno de Manuel Lombo. Lo primero que hizo fue pararse ante los ojos de la Esperanza Macarena que se proyectaba­n al fondo del escenario. Su rezo tenía puerto seguro en el Arco. «...quién secara tus mejillas, / Niña de la Resolana. / Ay Macarena de Sevilla, / Tú eres la Macarena de Sevilla». Todo un universo de emociones destapó en unos segundos esta saeta, cantada al estilo más sevillano de la seguiriya.

Habló Sevilla en la guitarra de Riqueni por ‘Amarguras’, mientras Lombo puso las seguiriyas más macarenas

Pero la pleamar de esta exaltación conducía de nuevo al viejo arrabal. A la calle Fabié, donde el maestro Riqueni, de nuevo sobre el escenario, tiene anclada su infancia, con los gitanos de la Cava. De aquellos recuerdos nacieron las notas que, empapadas en una marcha (‘Gitana trianera’), interpretó con su guitarra. Sin duda, todo un deleite para los oídos.

La sorpresa de la noche la dio Esperanza Fernández. Cantó acompañada de la Banda Municipal: «Dios te salve, Macarena. / Madre de los sevillanos. / Paz y vida/ la que alivia toda pena...» Una letra de Turina —que no de los Quintero—, y que cantara Teresa Berganza —no doña Juana—, aunque en este cruce de nombres, todos fueron bien homenajead­os.

El último tramo guardaba más de un repeluco. Arcángel cantó sentado en una silla de enea, como buscando pasar desapercib­ido, como suele hacer entre los naranjos del Tardón, para rezar al Señor del Soberano. Una vez más hizo grande lo sencillo. La suya fue una saeta que evocaba con imágenes al Señor del Gran Poder, pero con una letra de las que calan hondo: «...qué maldito escalofrío en el fondo de nuestras almas [...] Maldito el que no ha aprendió /que lo que más ha ganao /pronto lo tiene perdío».

Dos temas de Gámez Laserna (‘Sevilla cofradiera’ y ‘Cachorro, saeta sevillana’) escoltaron la última de las saetas. «Pare mío de la Salud/ que estamos en tus manos. / Líbranos de esta agonía, / mi Señor de los Gitanos». Así oró Pedro el Granaíno a su Cristo moreno, al que, desde hace un par de Madrugadas, aguarda en un balcón de la Campana. Hora y media después concluía la exaltación con la mirada puesta en 2022, para la que hay ya un artista confirmado: el gran Pansequito, que no pudo acudir por tema de salud.

Al compás de la Municipal

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