La propagación del virus en Brasil se convierte en amenaza mundial
Pese al auge de la cepa brasileña, Bolsonaro se niega a aplicar restricciones, rechaza las vacunas por riesgo de homosexualidad e impone medicamentos sin eficacia demostrada
Faltan camas hospitalarias, oxígeno y hasta espacio en los cementerios. Así está Brasil, a punto de llegar a los 300.000 muertos por la pandemia. El país lidera la ascensión de muertes en el mundo y acumula un cuarto de los fallecimientos diarios por coronavirus en el planeta. La aparición de una mutación brasileña –la P1, surgida en Manaos– el pasado mes de enero ha propagado el virus más rápido que nunca, llegando a registrar recientemente unas 80.000 nuevas infecciones y más de 2.800 muertes en un solo día.
Considerado uno de los epicentros mundiales de la pandemia, el país sufre además la falta de liderazgo del presidente Jair Bolsonaro, un negacionista que se opone al uso de mascarillas y a las medidas de restricción por creer que perjudican la economía del país, que también está en descenso. En un año, Brasil no ha elaborado un plan nacional contra la crisis sanitaria, ha tenido cuatro ministros de Sanidad y su presidente ha estado diseminando noticias falsas, más preocupado por la oposición que por los brasileños.
«Brasil se está convirtiendo en una amenaza para la salud pública global», resumió hace unos días el epidemiólogo Pedro Hallal, que trabaja en el estado sureño de Rio Grande do Sul, a la BBC. Lo cierto es que el país sudamericano ha llegado al peor momento de la pandemia tras un año de circulación del virus en el país, cuenta a ABC Luiz Gustavo de Almeida, doctor en Microbiología del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad de São Paulo (ICB-USP) y coordinador del Instituto Cuestión de Ciencia. «Todas las apuestas del presidente Bolsonaro fueron sobre tratamientos sin evidencia científica o alentando a la población a hacer exactamente lo contrario a lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS). Todo ello, sumado a las fiestas de fin de año en las que la gente salía de sus ciudades para celebrar y luego volvía infectada, hizo que la diseminación de la enfermedad tomara proporciones gigantescas», expone.
A todo ello se sumó la presencia de la variante brasileña conocida como P1, que nació en la Amazonía a finales del año pasado y está «agudizando la tragedia», señala Margareth Dalcolmo, neumóloga e investigadora de la Fundación Fiocruz.
La situación es dramática. «No lo he vivido en 33 años de Medicina», admite el doctor Clóvis Arns da Cunha, presidente de la Sociedad de Infectología. «Es una situación muy triste, porque