No tenemos arreglo. España vive de la otra España para no ser
Aeste paso, el que marca la incompetencia intelectual y el revisionismo, convertirán en franquistas a Indibil y Mandonio, a Julio César, a Don Pelayo, a Felipe II y a Carlos III. Desde Franco hacia atrás todos eran una banda de paramilitares fachas y camisas negras de saludo a la romana y locos por invadir Etiopía. Fachas de libro. Da igual que nacieran siglos antes que el generalísimo. Para ser rigurosos con la memoria prehistórica ese aspecto es baladí. Los nuevos inquisidores son tan poco escrupulosos con las fechas como con su marca personal, que devalúan cada vez que huelen a Franco. Ahora, como sabrán, ha ocurrido en Palma de Mallorca. Donde, al igual que pasó en el Ayuntamiento de Monteseirín con Francisco Merry y Ponce de León, colaborador de Weyler en la guerra de Cuba, han dado por bueno tras desastrosa investigación histórica, que Churruca, Gravina y el almirante Cervera fueron franquistas. No importa que nacieran cien años antes de que en El Ferrol lo hiciera el Caudillo. Desde esta semana, en Palma de Mallorca, ni Gravina, ni Churruca ni Cervera orientan las calles que fueron dedicadas a sus memorias. Una sola de las tres es más honorable y respetable que todas las que, cobardemente, se atrincheran en una escombrera de idiocia, babero y repugnante odio histórico, para reescribir la historia de manera tan infame. El argumento que explica su defenestración ya está dado por el alcalde socialista José Hila: son franquistas.
En la configuración deforme del alma revisionista encontramos siempre un ángulo obtuso que hace lados con el sectarismo y la ignorancia. Según esos lados se vayan separando uno de otro, más amplio es el grado de su inconsistencia. Lejos de rectificar, abundan en el error, con un supremo regusto de ser los más burros del establo. Y a rebuznar tocan. Parecen que fueron los inventores del clásico axioma periodístico: que la verdad no te arruine una buena noticia. Y ponen todo empeño en seguir a lomos de tan burra consideración para calificar de franquistas a tres héroes militares que nacieron antes que Franco.
Es como si se pudiera acusar de estalinista a Catalina la Grande. O de maoísta a Confucio. Pero la verdad no importa. Importa la posverdad que es una forma como otra cualquiera de ser un repugnante mentiroso y un manipulador profesional. Si estos tipos hubieran nacido en el barroco habrían formado parte de los tribunales del Santo Oficio. En su alma llevan esa perdición carpetovetónica de convertir en delito la inocencia y de prenderle fuego a la bruja para tapar tus propias brujerías. Los informes emitidos por la comisión correspondiente a la Memoria Democrática y el buen gobierno quedan para la historia general de la infamia. Donde cien años no es nada y cabe todo. Hasta que existan franquistas antes de Franco. No cambiaremos nunca. España necesita de la otra España para no ser. Somos hijos del garrote y la baba. Del cainismo y la estupidez más sólida…