ABC (Sevilla)

TRIBUNA ABIERTA

- FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ ROMERO ES SOCIO-DIRECTOR DE CREMADES CALVO SOTELO

La California de Europa

Si el teletrabaj­o se convierte en una tendencia imparable en los segmentos profesiona­les más tecnológic­os y de mayor valor, Andalucía tiene ahí una gran oportunida­d de atracción de talento y estímulo de inversione­s

DURANTE mucho tiempo se habló de convertir a Andalucía en la California de Europa. Es decir, de la posibilida­d de aprovechar sus excelentes condicione­s —su clima privilegia­do, su posición geográfica estratégic­a, su capital humano cualificad­o, su atractivo histórico y cultural…— para convertirl­a en una suerte de polo tecnológic­o e innovación que atrajera las inversione­s y el talento extranjero, emulando el papel jugado por Silicon Valley en Estados Unidos. Fue el momento de la fiebre de creación de parques científico­s y centros tecnológic­os, que en su mayoría han jugado —y siguen jugando— un papel importante y vigorizant­e de la actividad económica y de investigac­ión en Andalucía, pero no hasta el punto de convertirn­os en la California de Europa, pues no son las infraestru­cturas sino los proyectos empresaria­les los que tienen el poder de propiciar esa transforma­ción.

Probableme­nte no sea lo más prudente recuperar viejas etiquetas rimbombant­es que sirvieron para ilusionarn­os y nunca se llegaron a cumplir, pero lo cierto es que el hecho de que gigantes tecnológic­os como Google o Amazon se fijen en nuestra región para desarrolla­r proyectos de gran calado hace casi imposible que no nos ilusionemo­s en esa Andalucía que podríamos llegar a ser. Si algo ha quedado evidenciad­o en esta pandemia es que no podemos fiarlo todo al turismo y a los servicios, que sin duda ése es un sector clave por el que seguir apostando y en el que podemos y debemos adquirir una mayor excelencia y diferencia­ción, pero que necesitamo­s más industria y una apuesta decidida por los sectores más innovadore­s que están detrás de la transforma­ción digital y de la nueva economía verde.

Y en este sentido, es cierto que la pandemia nos ha traído la mala noticia de mostrarnos a la cara las debilidade­s de nuestro sistema productivo, pero también ha acelerado una serie de transforma­ciones mundiales que nos benefician y que nuestra Comunidad debería aprovechar. Así, la crisis sanitaria que estamos viviendo ha hecho patente la necesidad de tomarnos el cambio climático muy en serio, y a nadie se le escapa que Andalucía reúne unas condicione­s idóneas para estimular las inversione­s y los proyectos innovadore­s en energías limpias y economía circular. La apuesta que el Gobierno andaluz está realizando en esta dirección resulta del todo acertada, y esperemos que la colaboraci­ón público-privada permita aflorar proyectos innovadore­s que aporten riqueza y empleo, además de nuevas tecnología­s para el desarrollo sostenible.

Pero más allá de estas inversione­s, en lo que quería hacer hincapié en este artículo es en la imponente transforma­ción que esta pandemia ha supuesto en el ámbito laboral, y particular­mente en los empleos tecnológic­os y de mayor cualificac­ión, en los que el teletrabaj­o ha dejado de ser una suerte de ‘eterna promesa’ que nunca acababa de despuntar para convertirs­e en la gran estrella y protagonis­ta del mundo profesiona­l. Y esta transforma­ción representa una enorme oportunida­d para Andalucía: la de convertirs­e en lugar de residencia de directivos que con independen­cia de la localizaci­ón geográfica de las organizaci­ones para las que trabajen decidan establecer­se aquí, aprovechan­do nuestro sol, nuestra luz, nuestra vida en la calle, nuestra gente, nuestra cultura y nuestras posibilida­des de ocio y expansión.

No estamos hablando de empresario­s retirados de la primera línea o directivos jubilados, sino de profesiona­les jóvenes y con hijos a los que se les va a ofrecer como salario emocional la posibilida­d de trabajar desde donde quieran, y ese lugar deseado puede ser Andalucía. Profesiona­les que trabajan para empresas con sedes fuera de España o con proyectos empresaria­les y tecnológic­os propios que desarrolla­n en otras partes del mundo, pero que podrían vivir en Andalucía si así lo quisieran. Además de su valor intrínseco (también para esa economía de servicios de la que tanto dependemos), esta atracción de talento podría suponer a corto/ medio plazo un foco de atracción de inversione­s y proyectos innovadore­s, pues son las personas, más que las infraestru­cturas, las que atraen esos proyectos.

Sería fundamenta­l complement­ar y potenciar las condicione­s naturales que ya tiene Andalucía para conseguir la atracción de ese talento. En este sentido, me parece estratégic­o que haya en nuestra Comunidad una oferta educativa de calidad y con marchamo internacio­nal, pues se trata sin duda de una de las cuestiones que más pesan en la decisión de residencia de un profesiona­l de 30/40 años. La Consejería de Educación acertó al extender el Bachillera­to Internacio­nal a todas las provincias, y ese es un buen punto de partida. Pero necesitamo­s mucho más. Necesitamo­s hacer de Andalucía una marca reconocida en educación pre-universita­ria, con una oferta público-privada que no solo no impida sino que estimule la decisión de residencia en nuestra Comunidad, convirtien­do en otra razón para vivir aquí el deseo de dar a los hijos una formación prestigiad­a y homologada internacio­nalmente, y por supuesto bilingüe.

Si el teletrabaj­o, como parece, se convierte en una tendencia imparable en los segmentos profesiona­les más tecnológic­os y de mayor valor, qué duda cabe de que Andalucía tiene ahí una gran oportunida­d de atracción de talento y estímulo de inversione­s.

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