ABC (Sevilla)

«Papá, ya no voy a rezar más por ti»

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Miguel Pérez García confesó hace cuatro meses, en una entrevista con ABC, que a medida que empezaba a perder su salud, uno de sus hijos le dijo que rezaba mucho por él: «Yo le dije «¡gracias!», y él añadió: «…Pero ya no voy a rezar más por ti porque cada día estás peor!» —contaba en la entrevista—. Y añadía: «Cuando le conté que dejaría de trabajar uno de los niños me dijo: “¿Y ahora, papá, vas a ser amo de casa?”. Y otro, más preocupado, me dijo: “¿Pero con el sueldo de mamá nos va a dar?”». Miguel nunca perdió el sentido del humor: «Lo que más me cuesta, sin duda, es haber perdido el habla. No poder hablar es muy duro… cuando quieres contar o decir a tu mujer algo y ¡no puedes! O con amigos participar en conversaci­ones o llamar por teléfono. Tiene una cosa buena y es que estar conmigo es como jugar al Tabú todo el rato». voluntad yo la aceptaba.aceptaba EmociónEmo­ción... al ver la respuesta de algunas personas que me sorprendie­ron mucho, por su ayuda y cariño. Impotencia... al ver cómo se va escapando la vida y perdiendo las capacidade­s más básicas y no puedes hacer nada. Orgullo... de ver la cantidad de gente que te quiere y que me apoyó y lo bien que estaba asentado mi matrimonio y familia. Tristeza... cada vez que piensas en mi mujer y mis hijos sin mí y toda la vida que tenía por delante con ellos. Esperanza... porque ves que hay investigac­ión y puede abrirse alguna puerta. Miedo... cuando ves que en breve no podré hacer nada y seré una carga dura para mi familia. Alegría... cuando te das cuenta de tantas cosas importante­s en tu vida y experiment­as su profundida­d. Además, cuando entiendes desde la fe el sentido de la enfermedad y el sufrimient­o y pasas de aceptarla a abrazarla».

Entre las cosas que descubrió gracias a la ELA, Miguel aseguró que «desde que me dijeron que tenía fecha de caducidad he aprendido a vivir sabiendo que me voy a morir y veo todo de otra manera. Hay gente que muere de repente, yo he tenido la suerte de ser avisado y así poder prepararme. Yo ya era una persona creyente y practicant­e —aseguró— pero en eso estaba también un poco anestesiad­o. Ahora he tenido la bendición de entender mejor muchas cosas, de sentir la cercanía de Dios, de ver el poder de la oración y de sentir que todo lo de este mundo es temporal y caduco».

Miguel recordó en esa entrevista el momento en que comunicó a sus hijos tenía ELA: «Ellos fueron viendo que papá estaba malito, que la pierna no iba bien, luego la voz, y así sucesivame­nte. Un día cuando aún estaba más o menos bien hablé por separado con los tres mayores y luego Lucía y yo con los dos pequeños. Les conté que papá estaba enfermo y no había cura y que poco a poco irían viéndome peor, pero que nada de estar tristes y que había que luchar y estar unidos y felices»

 ?? ABC ?? Miguel Pérez con su mujer, Lucía Capapé, y sus hijos. A la derecha, la portada que le dedicó ABC el pasado mes de julio
ABC Miguel Pérez con su mujer, Lucía Capapé, y sus hijos. A la derecha, la portada que le dedicó ABC el pasado mes de julio
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