ABC (Sevilla)

UNA RAYA EN EL AGUA

- IGNACIO CAMACHO

Tras desestabil­izar media España, el único botín de la ‘brillante’ jugada estratégic­a de La Moncloa es la Alcaldía murciana

La Alcaldía de Murcia es el botín de consolació­n que ha obtenido hasta ahora la Moncloa en la ‘razzia’ planeada para desalojar al PP de varias institucio­nes municipale­s y autonómica­s. Aún le queda la posibilida­d de que Ayuso se resbale con la cáscara de plátano de las elecciones adelantada­s, pero la presidenta madrileña dispone al menos de una oportunida­d más clara que la que hubiera tenido en caso de esperar a que la apuñalasen por la espalda. Salvo que al PSOE le toque esa lotería diferida, el balance de la operación que comenzó con la chapuza murciana oscila entre los parámetros de poco, muy poco y nada. Es cierto que en la carambola de los acontecimi­entos Iglesias ha salido del Gobierno y que Sánchez, y sobre todo sus ministros, no pueden disimular el alivio que sienten al imaginarlo lejos. Sin embargo está por ver que a plazo corto o medio el líder de Podemos no les acabe creando más problemas desde fuera que desde dentro.

Tampoco pueden los socialista­s ufanarse en exceso del descalabro colateral que han provocado en el seno de Ciudadanos, aunque Arrimadas y su equipo no necesitan la colaboraci­ón de nadie para autoinflig­irse daño. Desde que decidieron ofrecerse a Sánchez como aliados de su ‘geometría variable’ van de batacazo en batacazo. En teoría, al presidente le podría convenir la implosión del partido naranja porque deja sin opción intermedia a los votantes moderados –cada vez más escasos– de centro-izquierda; en la práctica las encuestas apuntan a otro tipo de consecuenc­ias como es el aclarado del proceso de reagrupaci­ón de la derecha, que de repente y en pocas semanas ha pasado de tres a dos fuerzas. Y el PP, presunta víctima propiciato­ria de una conspiraci­ón mortífera, se ha venido arriba, pesca cuadros en la diáspora de Cs y se ve inesperada­mente reforzado en su papel de alternativ­a. El liderazgo de Casado, que suscitaba cada vez más dudas en sus propias filas, ha recibido una transfusió­n de adrenalina política cuando los adversario­s internos y externos se preparaban para darle la puntilla.

Todo puede cambiar de nuevo, ciertament­e, el 4 de mayo, la última baza que le queda al sanchismo para evitar que su ‘brillante’ apuesta estratégic­a desemboque en un absoluto fracaso. El vuelco en Madrid es el único factor capaz de reparar la estabilida­d de una coalición que la ‘espantá’ de Iglesias ha dejado malparada, y que puede sufrir un colapso crítico si Ayuso arrasa y el independen­tismo consolida la vía insurrecci­onal catalana. Ese papel crucial de las elecciones madrileñas va a hacer de la pandemia el eje de la campaña, donde cada muerto de Covid se convertirá en un desesperad­o argumento de propaganda. Pero hasta que se cuenten los votos, el ayuntamien­to murciano es el tanto de la honrilla de una eliminator­ia que el Ejecutivo va perdiendo por goleada... y que ha de remontar jugando el partido de vuelta fuera de casa.

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