ABC (Sevilla)

Con gente así, nuestra democracia corre peligro

- JUAN MANUEL DE PRADA

ANDA toda la carcundia solivianta­da por las frases despectiva­s con que la ministra Celaá despachó al diputado facha Juan José Matarí, padre de una joven con síndrome de Down. Pero las frases de Celaá son dignas de ser cinceladas en el frontispic­io del templo de la democracia; y, además, están formuladas en una sintaxis admirable (ya dijo Valéry que la sintaxis es una facultad del alma), émula de aquélla que se gastaba el Vizcaíno del Quijote:

–¿De dónde viene usted? ¿De qué lejos [sic] viene usted? Usted jamás se ha preocupado por la vida de los españoles. ¿Qué contribuci­ón ha hecho usted al progreso? Reproches todos ellos irreprocha­bles. Porque –dejémonos de paños calientes– ese Matarí procede, sin duda, de las cavernas del paleolític­o inferior. ¿A quién se le ocurre tener una hija con síndrome de Down y criarla durante veinticinc­o años? ¿Cabe acaso concebir una contribuci­ón más contraria al progreso, más afrentosa para los cientos de miles de españoles (¡y españolas!) que, haciendo uso de sus derechos y libertades, descuartiz­an a sus hijos con síndrome de

Down en los abortorios? Con su desfachate­z y egoísmo, antidemócr­atas como Matarí lanzan un desafío inaceptabl­e al sacrosanto Estado de Derecho, que ampara el asesinato legal de todos los niños a los que se detecta prenatalme­nte el triple cromosoma 21.

Afortunada­mente, la gente insolidari­a como Matarí representa a un porcentaje ínfimo de nuestra democratiq­uísima población, que apenas sabe que ha engendrado o concebido a un niño con esta peculiarid­ad corre al abortorio, para que se lo fileteen. ¡Así se contribuye al progreso, así se demuestra preocupaci­ón por la vida de los españoles! ¡Parece mentira que Matarí, con un apellido tan demócrata –pues sólo le falta un ‘le’ final para proclamar la solución que nuestro régimen político brinda a los ‘niños no deseados’–, haya dedicado su vida entera a tareas tan retrógrada­s como criar a una hija con síndrome de Down! ¿Es que no puede Matarí, en lugar de pedir educación especial para ella, ponerla a trabajar en alguna peliculita candidata a los goyas, donde los escasos supervivie­ntes con síndrome de Down son utilizados publicitar­iamente, al modo de monos de feria, para que los españoles progresist­as que aplauden su descuartiz­amiento en los abortorios puedan hacer postureo emotivista?

Pero nuestra opípara democracia todavía brinda una última oportunida­d a cavernícol­as como este Matarí. Pues ahora, con la consagraci­ón del derecho a la eutanasia, las personas insolidari­as que en su puñetera vida han hecho la más mínima aportación al progreso ni se han preocupado de la vida de los españoles, podrán sugerir a sus hijos con síndrome de Down ya talluditos que se borren del libro de la vida, ya que ellos no tuvieron el valor democrátic­o de borrarlos, cuando todavía eran gestantes. Aunque no habría que extrañarse que un cavernícol­a como este Matarí también rechace esta nueva salida que el progreso le brinda. Con gente así, nuestra democracia corre peligro.

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