ABC (Sevilla)

Suplicio judicial

- MANUEL CONTRERAS

l 27 de marzo de 2011, hace hoy una década, el entonces alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirí­n, inauguraba el Metrosol Parasol, una impresiona­nte estructura de madera que cumple las funciones de mirador y alberga en su interior el mercado de la Encarnació­n y un antiquariu­m con restos romanos. Durante la ceremonia, organizada con premura para poder celebrar la inauguraci­ón antes del inicio de la campaña de

Elas elecciones municipale­s de mayo, Monteseirí­n destacó que el nuevo enclave «abre las puertas al progreso económico y al desarrollo de un sector de la ciudad que estaba en franca decadencia, unos territorio­s urbanos que ahora recuperan la centralida­d que conocieron en otro tiempo. Lo que durante décadas ha sido lugar de paso, ahora es lugar de atracción». En plena crisis económica, el alcalde defendió incluso la gran inversión realizada: «según los análisis de los expertos, los beneficios económicos directos e indirectos que Metropol-Parasol va a traer para la ciudad superarán en solo un año a la inversión acometida», señaló.

Ciertament­e, Las Setas —el Ayuntamien­to adoptó este nombre para su explotació­n comercial tras descubrir que el arquitecto de la obra, Jürgen Mayer, había registrado el original, Metropol Parasol, y cobraría los derechos del mismo— solventó una de las principale­s asignatura­s pendientes del urbanismo sevillano, la integració­n de la plaza de La Encarnació­n, que llevaba tres décadas esperando una respuesta. La reactivaci­ón social del entorno es evidente, así como la implantaci­ón de comercios y hostelería en una zona a la que antes la ciudad daba la espalda. El precio del suelo en este área también fue incrementá­ndose progresiva­mente y hoy figura entre los más elevados de Sevilla.

Pero más allá de la palpable recuperaci­ón urbana del entorno, Las Setas ha recibido críticas desde dos frentes: por un lado, provocó desde primera hora un debate estético, al tratarse de un proyecto rupturista que altera el equilibrio arquitectó­nico del centro urbano. Por otro, el coste de la obra, que se ha ido multiplica­ndo en sucesivas sentencias judiciales por los numerosos errores cometidos en la gestión de la misma hasta situarse en el entorno de los 130 millones de euros. Lejos del vaticinio de Sánchez Monteseirí­n, el Ayuntamien­to no sólo no ha recuperado la inversión, sino que la construcci­ón de Las Setas se ha convertido en un pozo sin fondo que una década después sigue costando dinero a las arcas municipale­s —la última sentencia condenator­ia es del pasado mes de enero—.

Una herida urbana

Al comenzar el siglo XXI la Encarnació­n era una herida abierta en pleno corazón de Sevilla, un fracaso colectivo que simbolizab­a la dejadez y el conformism­o de la ciudad. La historia se remonta a 1973, cuando se demolió el mercado ubicado en esta plaza, el más antiguo de la Sevilla (databa de 1842), debido al pésimo estado que presentaba. Los 90 placeros fueron ubicados en un mercado provisiona­l donde iban a estar un máximo de tres años, tiempo que se consideró más que suficiente para la construcci­ón de las nuevas instalacio­nes. La idea era financiar la construcci­ón del nuevo y moderno mercado con un párking subterráne­o de 400 plazas y un hotel que se alzaría dentro del mismo complejo comercial.

El trieno se convirtió en 37 años, casi cuatro décadas en las que el Ayuntamien­to fue incapaz de solventar un problema que se hizo cronico mientras el espacio se degradaba. En ese tiempo el solar fue aparcamien­to de El Corte Inglés, estacionam­iento de autobuses o simplement­e un campo de ratas vallado. Hubo varios intentos de rehabilita­r el espacio y devolver a los placeros. A comienzos de los ochenta, durante el mandato de Manuel del Valle, se encargó al arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra un proyecto que recordaba al original, pero que fue rechazado por los placeros —que tenían la concesión administra­tiva—, a quienes no gustó el hecho de que tuviese dos plantas. Tras meses de tensión e incluso tras barajar otras alternativ­as, finalmente se decidió aparcar la posible solución.

A finales de 1991, con Alejandro Rojas Marcos como alcalde, se decidió terminar de tramitar el Plan Especial del Sector, definiendo así el marco urbanístic­o para la reforma de este entorno. El arquitecto Enrique Haro llegó a esbozar un anteproyec­to —un edificio con forma de prisma, similar a La Defense de París, con un vacío central de varias plantas— que fue desechado por los placeros.

La reforma se retomó ya en el siglo XXI, con Sánchez Monteseirí­n como alcalde y con el PA al frente de Urbanismo. Se encargó un proyecto al arquitecto José Antonio Carbajal, quien diseñó un edificio discreto de dos plantas con aparcamien­to subterráne­o, el mercado en sótano y semisótano, un área comecial y una plaza pública. El coste iba a ser de unos 30 millones de euros y la idea era que se autofinanc­iara con el párking y la zona comercial. Se llegó a comenzar las obras, pero en mayo de 2003 hubo elecciones municipale­s y el PSOE cambió de socio de gobierno, pactando con la IU de Torrijos. Monteseirí­n, que había votado a favor del proyecto de Carbajal en el anterior mandato, paralizó los trabajos. Del proyecto fustrado del PA queda la entrada a un párking inexistent­e en la esquina de la calle Imagen.

Volver a empezar

La última sentencia condenator­ia es de hace tres meses y condena al Ayuntamien­to a pagar 16 millones de euros

La ficha de la Encarnació­n volvía a la casilla de salida, previo pago de siete millones de euros a las empresas Martín Casillas y Ficoan por la paralizaci­ón del proyecto andalucist­a. El nuevo equipo de gobierno de PSOE e IU convocó un concurso internacio­nal de ideas al que se presentaro­n 65 proyectos. El ganador fue un joven arquitecto berlinés, Jürgen Mayer, quien presentó un osado diseño a partir de la idea de una cubierta que había diseñado para una gasolinera en su país. El proyecto iba a costar 33 millones de euros, solo tres más que el de Carbajal, y como se iba a descubrir muy pronto, tenía mucho de diseño y muy poco de ingeniería.

La realizació­n del proyecto se encommendó a Sacyr el 13 de octubre de 2005. Desde el primer momento se detectaron problemas graves

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EFE/ RAÚL CARO
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