Historia de una construcción polémica
en la estructura, concebida inicialmente en acero. La situación se complicó tanto que se optó por encargar un informe a la empresa de ingeniería Ove Arup & Partners, el cual dictaminó en mayo de 2007 que el Metropol Parasol, tal y como estaba concebido, era técnicamente irrealizable.
Se plantearon dos alternativas para salir del culdesac: reforzar la estructura con vigas de madera y uniones más potentes (y por lo tanto más pesadas), o cambiar los materiales por madera pretensada, de mucho menor peso que el acero original. Se optó por esta opción, lo que obligó a un modificado que encareció el precio del proyecto hasta los 51,2 millones. Pero las complicaciones técnicas se fueron sucediendo hasta 2009, cuando se localizó en Alemania un tipo de madera que permitía la obra. Tras un segundo modificado, los problemas dispararon el presupuesto de la obra hasta alcanzar los 97,6 millones de euros. Añadiendo el compromiso con Sacyr —a la que el Ayuntamiento pagaba un canon a cambio de que la empresa no cobrase entrada a los sevillanos que subían al mirador—, diversas sentencias perdidas en los tribunales y otros conceptos, el coste de Las Setas supera los 120 millones de euros (más de 20.000 millones de pesetas).
¿De dónde sacó el Ayuntamiento el dinero para las obras? La realización en 2006 de un nuevo Plan General de Ordenación Urbana permitió al gobierno municipal firmar convenios urbanísticos con empresas inmobiliarias que adelantaron el dinero para la ejecución de las infraestructuras de los
Francisco Barrionuevo nuevos barrios. El Ayuntamiento decidió invertir este dinero en Las Setas, entendiendo que se incluían en el Sistema General de la ciudad. El problema surgió cuando las empresas comenzaron a exigir la devolución del dinero adelantado, el Ayuntamiento a desestimar las peticiones y los jueces a dar la razón a las empresas. El goteo de sentencias condenatorias hace que la factura de Las Setas haya seguido incrementándose.
Joaquín Egea
Son las sombras y luces de un proyecto osado que ha resultado mucho más caro de lo esperado. Sevilla tiene hoy la mayor estructura del mundo en madera, con una altura de 28,5 metros, que ha revitalizado una zona céntrica que estaba depauperada, pero a un coste muy elevado. En un manifiesto publicado en 2017, Monteseirín justificó la construcción de Las Setas porque «Sevilla no puede ser un territorio congelado en el tiempo, la ensoñación de un pasado idealizado y sin futuro, una antigua postal coloreada guardada en una caja de galletas». Respecto a su financiación, explicó que «los fondos empleados se tomaron principalmente de las partidas de inversión nutridas de los nuevos desarrollos urbanísticos que la ley permite aplicar a la ciudad consolidada y no de los Presupuestos municipales. Esos fondos no podían legalmente destinarse a gastos corrientes de carácter social o similares».
El arquitecto Francisco Barrionuevo, delegado de Urbanismo con Manuel del Valle, concede que la estructura ha marcado un hito en la ciudad, y que los sevillanos «han sabido asumir su forma rupturista. Pero el problema que plantea no es estético, sino de optimización de recursos, porque el coste ha sido demasiado elevado. En definitiva es una escultura, aunque tenga un mercado y un anticuario arqueológico, una forma vacía con escasa funcionalidad. El Ayuntamiento dejó de invertir en otras cosas que la ciudad necesitaba mucho más. Una ciudad no es solo lo que hace, sino lo que se deja de hacer». Joaquín Egea, presidente de Adepa, agrega al problema del coste, «que es horrible», un impacto visual que considera perjudicial. «Una ciudad tiene que innovar siempre, pero no necesariamente en el casco histórico, donde se pierde la perspectiva de la ciudad. Me hubiera parecido muy bien a menor coste y en otra zona lejada del Centro».
Diez años después, Las Setas se han integrado en Sevilla como un plato ‘delicatessen’. Su precio, sin embargo, se nos sigue indigestando.
«El problema no es estético, sino de optimización de recursos. Costó mucho y se dejó de invertir en otras cosas que necesitaba la ciudad»
«Una ciudad tiene que innovar siempre, pero no necesariamente en el casco histórico, donde se pierde la perspectiva de la ciudad»