Cacharritos de la era Covid
El ficus asesino Noria, coches locos, tómbola... Dos años después, más de un centenar de atracciones vuelven junto al real de la feria
Quizá sea la segunda o la tercera vez que en esta columna se escribe de un árbol concreto de Sevilla. Y en esta ocasión es para redactar un lamento por los sucesos de los que previamente se habían advertido. El periodista no es un adivino pero de vez en cuando ve venir las cosas. Cuando se redactan estas líneas, una mujer —se llama Estrella— sigue ingresada muy grave tras recibir el impacto de uno de los troncos del árbol que sigue levantado en la calle San Jacinto. No será porque no se había avisado; ese árbol un día iba a dar un disgusto; el párroco lo advirtió una y otra vez. La especie centenaria se encuentra en terrenos de la parroquia pero la decisión sobre su tala supera las competencias de la propiedad aunque ahora los políticos comiencen a silbar y a señalar a la orden dominica como responsable de lo que ocurre. Y resulta que es ¡la comisión provincial de Patrimonio! la que tendría que dar el visto bueno a raíz de los informes que se redacten sobre el estado del ficus, su valor patrimonial, ecológico y algunos etcéteras más. Una barbaridad. El árbol ha herido a varias personas, está sacando sus raíces por debajo del muro principal del templo, ha levantado toda la plaza, está levantando una acera... Pero no sirve de nada. Con un árbol hemos topado.
Es tremendo el miedo que le tienen los políticos al ecologismo, al feminismo y ya puestos hasta al cubismo. Se ponen a sudorar cuando cualquier asociación de este tipo redacta un comunicado condenatorio ante cualquier acción que altere los dictados de su doctrina, sea verdad o no, porque esto también da lo mismo. El cura de San Jacinto, Javier Rodríguez (que recibió hace años un premio medioambiental) y sus antecesores Pepe Rafael y Jesús jamás han encontrado respuesta en la Delegación Municipal de Parques y Jardines cuyos técnicos —ahí están los documentos— se mostraron favorables al apeo del dichoso ficus. Pero el miedo de los responsables de la delegación a los ecologistas le ha dado vida a un ficus asesino que hoy por hoy es el mayor peligro que existe para los vecinos y el patrimonio de Triana.
Se llama ‘ Vive Park’ pero es la Calle del Infierno adaptada a tiempos del Covid. El nuevo parque de atracciones inaugurado ayer en la misma explanada de siempre son los «cacharritos» de toda la vida aunque con algunas diferencias y muchas limitaciones. Están los de siempre (aproximadamente el 80 por ciento de los que cada Feria de Sevilla acudían): los coches locos, la noria ( hay dos), la montaña rusa, la mansión del terror, los clásicos caballitos, el Gran Prix, el Ratón Vacilón, la cárcel, el toro loco, los rápidos... Tómbolas, chocolaterías, puestos de hamburguesas, algodón de azúcar, gofres... Y así una larga lista de atracciones que, durante un mes (hasta el 25 de abril) permanecerán junto al recinto de la feria.
Después de un año de pandemia y coincidiendo con la segunda feria de abril suspendida por el coronavirus, ‘ Vive Park’ despegó ayer con el objetivo de reanimar a un sector que lleva un año sin facturar y en el que la mayoría de los trabajadores ha tenido que buscarse la vida, casi todos trabajando de camioneros.
Sin embargo, entre la Calle del Infierno que los sevillanos recuerdan y la de este año hay muchas diferencias, todas relacionadas con los protocolos de seguridad que marca el coronavirus. La principal es que el recinto está vallado y hay siete accesos regulados, unos de entrada y otros de salida, ya que el aforo es limitado y sólo se permitirán entre 7.500 y 8.000 personas como máximo en un horario de 11.30 a 22.30. Y que hay que llevar mascarilla para montarse en las atracciones.
Hay puestos de gel higienizante por todo el recinto. En las entradas y en las atracciones. Ayer los feriantes ultimaban todos los detalles que pasan por señalización en los suelos para las colas distancias de seguridad y para evitar aglomeraciones, limpieza de asientos entre viaje y viaje y aforo limitado en las atracciones. En unas es al 30 por ciento, otras al 50 y otras sin límite. Por ejemplo, en los coches locos de los pequeños no hay límite y se pueden ocupar todos. En la noria se montan hasta cuatro por cabina, siempre que sean de la misma familia.
En el Supercanguro un cartel anuncia que los coches se desinfectan con productos homologados antes de cada viaje (los pulverizan con una pistola de hidrogel) y que en cada uno sólo pueden montarse dos personas. Así ocurre en la mayoría de atracciones donde hay que mantener las distancias y se guían por distintos aforos se