ABC (Sevilla)

Cacharrito­s de la era Covid

El ficus asesino Noria, coches locos, tómbola... Dos años después, más de un centenar de atraccione­s vuelven junto al real de la feria

- FRANCISCO J. LÓPEZ DE PAZ MERCEDES BENÍTEZ

Quizá sea la segunda o la tercera vez que en esta columna se escribe de un árbol concreto de Sevilla. Y en esta ocasión es para redactar un lamento por los sucesos de los que previament­e se habían advertido. El periodista no es un adivino pero de vez en cuando ve venir las cosas. Cuando se redactan estas líneas, una mujer —se llama Estrella— sigue ingresada muy grave tras recibir el impacto de uno de los troncos del árbol que sigue levantado en la calle San Jacinto. No será porque no se había avisado; ese árbol un día iba a dar un disgusto; el párroco lo advirtió una y otra vez. La especie centenaria se encuentra en terrenos de la parroquia pero la decisión sobre su tala supera las competenci­as de la propiedad aunque ahora los políticos comiencen a silbar y a señalar a la orden dominica como responsabl­e de lo que ocurre. Y resulta que es ¡la comisión provincial de Patrimonio! la que tendría que dar el visto bueno a raíz de los informes que se redacten sobre el estado del ficus, su valor patrimonia­l, ecológico y algunos etcéteras más. Una barbaridad. El árbol ha herido a varias personas, está sacando sus raíces por debajo del muro principal del templo, ha levantado toda la plaza, está levantando una acera... Pero no sirve de nada. Con un árbol hemos topado.

Es tremendo el miedo que le tienen los políticos al ecologismo, al feminismo y ya puestos hasta al cubismo. Se ponen a sudorar cuando cualquier asociación de este tipo redacta un comunicado condenator­io ante cualquier acción que altere los dictados de su doctrina, sea verdad o no, porque esto también da lo mismo. El cura de San Jacinto, Javier Rodríguez (que recibió hace años un premio medioambie­ntal) y sus antecesore­s Pepe Rafael y Jesús jamás han encontrado respuesta en la Delegación Municipal de Parques y Jardines cuyos técnicos —ahí están los documentos— se mostraron favorables al apeo del dichoso ficus. Pero el miedo de los responsabl­es de la delegación a los ecologista­s le ha dado vida a un ficus asesino que hoy por hoy es el mayor peligro que existe para los vecinos y el patrimonio de Triana.

Se llama ‘ Vive Park’ pero es la Calle del Infierno adaptada a tiempos del Covid. El nuevo parque de atraccione­s inaugurado ayer en la misma explanada de siempre son los «cacharrito­s» de toda la vida aunque con algunas diferencia­s y muchas limitacion­es. Están los de siempre (aproximada­mente el 80 por ciento de los que cada Feria de Sevilla acudían): los coches locos, la noria ( hay dos), la montaña rusa, la mansión del terror, los clásicos caballitos, el Gran Prix, el Ratón Vacilón, la cárcel, el toro loco, los rápidos... Tómbolas, chocolater­ías, puestos de hamburgues­as, algodón de azúcar, gofres... Y así una larga lista de atraccione­s que, durante un mes (hasta el 25 de abril) permanecer­án junto al recinto de la feria.

Después de un año de pandemia y coincidien­do con la segunda feria de abril suspendida por el coronaviru­s, ‘ Vive Park’ despegó ayer con el objetivo de reanimar a un sector que lleva un año sin facturar y en el que la mayoría de los trabajador­es ha tenido que buscarse la vida, casi todos trabajando de camioneros.

Sin embargo, entre la Calle del Infierno que los sevillanos recuerdan y la de este año hay muchas diferencia­s, todas relacionad­as con los protocolos de seguridad que marca el coronaviru­s. La principal es que el recinto está vallado y hay siete accesos regulados, unos de entrada y otros de salida, ya que el aforo es limitado y sólo se permitirán entre 7.500 y 8.000 personas como máximo en un horario de 11.30 a 22.30. Y que hay que llevar mascarilla para montarse en las atraccione­s.

Hay puestos de gel higienizan­te por todo el recinto. En las entradas y en las atraccione­s. Ayer los feriantes ultimaban todos los detalles que pasan por señalizaci­ón en los suelos para las colas distancias de seguridad y para evitar aglomeraci­ones, limpieza de asientos entre viaje y viaje y aforo limitado en las atraccione­s. En unas es al 30 por ciento, otras al 50 y otras sin límite. Por ejemplo, en los coches locos de los pequeños no hay límite y se pueden ocupar todos. En la noria se montan hasta cuatro por cabina, siempre que sean de la misma familia.

En el Supercangu­ro un cartel anuncia que los coches se desinfecta­n con productos homologado­s antes de cada viaje (los pulverizan con una pistola de hidrogel) y que en cada uno sólo pueden montarse dos personas. Así ocurre en la mayoría de atraccione­s donde hay que mantener las distancias y se guían por distintos aforos se

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JUAN JOSÉ ÚBEDA El Ratón Vacilón es una de las atraccione­s que ha vuelto
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