ABC (Sevilla)

El peor viernes en más de un mes

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ralelismo es observando las mesetas que traza la línea de la pandemia. Normalment­e los análisis se centran en los picos, en los datos más altos. Pero del estudio de los valles se desprenden claves muy interesant­es para entender lo que pasa ahora en Andalucía y, sobre todo, lo que puede pasar en el futuro más cercano.

Por mesetas

La primera meseta, tras la primera ola, fue el resultado de una medida drástica: el confinamie­nto domiciliar­io de toda la población. Su resultado fue igualmente notable. Si Nietzsche explica las olas, Isaac Newton el efecto de las restriccio­nes. Toda acción tiene una reacción de igual magnitud. Por eso la bajada de datos redujo casi a cero los contagios y los hospitaliz­ados a primeros de verano del año pasado.

Tras el segundo pico de la pandemia, que se produjo en otoño, llego una meseta que duró aproximada­mente un mes, el de diciembre. ¿Qué pasó entonces. Cierre de la actividad no esencial, toque de queda, hostelería sin actividad... El grifo de cierra pero no tanto como en primavera. Los casos caen pero no tanto como en primavera. Newton y Nietzsche, de la mano.

Y, por último, la meseta en la que Andalucía vive —o ha vivido— instalada desde finales de febrero. Cuatro semanas largas que calcan el valle entre el segundo y tercer pico de la pandemia.

Asomada al precipicio que supone repetir lo que

Andalucía sumó ayer 1.320 contagios, 200 más que el día anterior y la peor cifra para un viernes desde mediados de febrero. Este dato apunta ya con más claridad a un posible cambio de tendencia, aunque hay que esperar para ver si se consolida o es solo una anomalía estadístic­a. En todo caso, los hospitaliz­ados bajaron hasta los 1.005, aún por encima del millar, suelo que se resiste a ceder. Donde sí hay mejoría es en la cifra de muertos, que ayer fueron once, un tercio que el mismo día de la semana anterior, como ha venido ocurriendo desde el lunes pasado.

(1 nov)

pasó en Navidad, Andalucía se juega esta Semana Santa una cuarta ola del mismo calado que la anterior. Por eso las continuas llamadas a la responsabi­lidad. Pero las condicione­s de ahora no son las de entonces. Ahora hay vacunas. Pocas, pero suficiente­s para inmunizar a los mayores en residencia­s o sanitarios, la población más vulnerable. Cada vacuna que se inyecta es una piedra para el muro contra el que se estrella el virus y que impide que el cuarto pico sea tan alto como el tercero.

Porque, con la población más sensible vacunada o en proceso de estarlo, cabe esperar además un cambio en los datos. Será una realidad además que se aprecie más

(28 ene)

cuanto mayor sea la tasa de población inmunizada. Así, lo lógico es que bajen los muertos y los hospitaliz­ados más graves pero los contagios se mantengan altos, al menos por ahora.

A favor de una cuarta ola también hay elementos. Es el caso de las cepas del coronaviru­s. La británica supone ya más del 60 por ciento de los casos que se detectan en la comunidad. Y es un 70 por ciento más contagiosa que la versión original del Covid-19. Y están también la de Uganda —tres casos detectados en Sevilla— o la sudafrican­a —un caso en Sevilla, otro en Málaga y otro en Granada—.

Además justo ahora en Semana Santa, un momento con varios festivos donde se suelen hacer más planes en grupo, se cumplen dos semanas de la relajación de medidas y apertura de comercio y bares.

Con estas cartas sobre la mesa, evitar una cuarta ola dura está más que nunca en la mano de los andaluces. Lo que por ahora es un tímido crecimient­o de los valores que miden la pandemia puede frenarse en Semana Santa.

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