ABC (Sevilla)

Hoy no es lo que hay. Hoy es lo que nos falta

- J. FÉLIX MACHUCA

L Osueño tal como lo vivo. Y lo siento tal como me falta. Ojalá que la realidad se la tragara el deseo y Silvio me susurrara al oído su ‘Rezaré’, Andrés Herrera el Pájaro me contara como se quebraba su padre cuando le punteaba una marcha por San Benito, que Paco Lola me descubrier­a cómo es una noche en la ‘Callejuela de la O’, que Pive Amador me desgranara sus recuerdos panaderos, que Joaquín Moeckel me contara cómo se tiñen de oro albero los zapatos nazarenos del Baratillo, que Esteban Zuluaga brindara con una cerveza rubia como una canastilla de barrio en el Vizcaíno, que por el Patrocinio se oyera la voz de José María Ruiz dando los buenos días en nombre del Cachorro, que Antonio Castro con urgencia de niño grande dejara la calle Francos para irse hasta San Gil como un trueno nazareno porque pasa la Virgen Macarena, que Aurora Trujillo me diera de beber el agua con sabor a claveles rosas del camarín del Dulce Nombre, que Ricardo Suárez nos dejara por guasá su mejor bendición desde San Gonzalo, que en el balcón de Francos veo cortés, servicial y amable la sonrisa siempre alerta de Juan Robles, que en una manigueta de San

Benito vive su día más grande Miguel Ángel Ponce, que hay alegría, papaliñá y espinacas en casa de Maricruz Castro, que soñando con estrellas me encuentro la más sublime en el corazón de Miguel Ángel Moreno, que hoy no es un domingo enlutado sino que lleva en sus brazos las flores de su mejor día de primavera…

Hoy no es lo que hay. Hoy es lo que nos falta. Y en esa ausencia torrencial, sin Triana de Esperanza, sin Coronacion­es Macarenas, sin Valles de profundas consecuenc­ias, sin Rocíos ni Campanille­ros, sin Madrugá y con Amarguras, no veré al calorro que reparte salud por Sevilla con los camborios haciéndole olvidar su cruz con bulerías de la Bernarda. Hoy no es lo que hay. Es lo que nos falta. Lo que nos duele. Lo que echamos tan de menos. Tanto y tanto que nos palpamos y dudamos de que esto sea vida, que de primavera a primavera solo crecen cardos, espinas y ortigas en formas de picos, curvas y mesetas. Que nos han quitado las calles, los tacones de las niñas potentes, los abrazos de compadres oliendo a incienso y a Dolce Gabbana mientras se pimplan la vida en plena ribera del Duero. Que nos han borrado el presente para quedarnos colgados de la escalera de los Santizos mientras intentábam­os darle la luz de nuestras emociones a la candelería del paso que no fue. Llueven las Aguas de la tristeza por Arfe. Y tan solo la Soledad nos da la mano para salir de estas honduras.

Ojalá tuviéramos cera en el suelo, niños haciendo esferas armilares multicolor­es con sus manos, bullas contras las que apretarnos para sentirnos y sabernos hijos de la vida y de la pasión. No somos. No estamos. Y suena ‘Jesús de las Penas’ como una saeta herida por un desconcier­to en la galaxia de nuestra ruina que solo con su Gracia esta vida se puede soportar…

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