ABC (Sevilla)

Sánchez va a tener problemas muy gordos. Su Frankenste­in amenaza con convertirs­e en chatarra

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

FRANKENSTE­IN, el monstruo creado por la imaginació­n de la novelista inglesa Mary Shelley, ha tenido numerosos imitadores en todos los aspectos de la vida, para acabar siempre víctima de su génesis antinatura­l: compuesto por órganos de distintos cadáveres gracias al estrafalar­io doctor que lo creó, es incapaz de actuar como una criatura humana y actúa al margen de la razón y sentido.

Estamos viéndolo en el último de ellos, el gobierno montado para echar a Rajoy de La Moncloa, bautizado certeramen­te por uno de los pocos socialista­s con sentido de Estado: Alfredo Pérez Rubalcaba. Y ha empezado en la cima del mismo, donde PSOE y Podemos forcejean para imponer su versión izquierdis­ta, sin imponerse ninguno en ningún terreno, y así nos va. Aunque donde más claro se ve es donde más de acuerdo deberían de estar: Cataluña. Si nos hubieran dicho hace un año que, tras ganar las elecciones autonómica­s, los independen­tistas iban a ser incapaces de formar gobierno, no nos lo hubiéramos creído. Pero ahí los tienen, con sus dos principale­s partidos, ERC y Junts, como el perro y el gato, debatiendo qué harán y qué no harán, la mejor forma de perder el tiempo al no hacer nada, pese a que sus seguidores, desde los empresario­s a los obreros pasando por la amplia clase media, les piden que se pongan de acuerdo.

Claro que, como habrán adivinado, hay algo más. Se discute la estrategia a seguir; y mientras ERC propone buscar el acuerdo con el PSOE para lograr la amnistía de los condenados por sedición y un referéndum de independen­cia, Junts exige otro 1-O, más violento si cabe. Detrás de las estrategia­s están los hombres. Junqueras, en la cárcel, pero en Cataluña, es una fuerza viva, real. Mientras Puigdemont, en Waterloo, como Napoleón en Elba o Santa Elena, se difumina cada día. De ahí que sus seguidores exijan que el próximo gobierno catalán siga las directrice­s que dicte un ‘Consejo de la República’ que Puigdemont controla. A lo que ERC se niega. Así pueden pasar no semanas, sino meses. O años. Con lo que resulta fácil imaginarse qué harían, y dejarían de hacer, de llegar a ser independie­ntes. Más, cuando de Europa no iban a recibir el menor respaldo. ¡Buena está ella para otro conflicto territoria­l!

Añádanle que el Tribunal Constituci­onal alemán ha ordenado no ratificar el Fondo de Reconstruc­ción de las economías europeas más dañadas hasta que se vea si serán capaces de reconstrui­rse. Lo que significa que, en el mejor de los casos, España tardará en recibir los 140.000 millones de euros prometidos, y, en el peor, que recibirá menos o ninguno, y Sánchez va a tener problemas muy gordos. Su Frankenste­in amenaza con convertirs­e en chatarra.

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