Religiosidad popular
os años sin pro
- cesiones parece mucho en cualquier ciudad española, pero más en Sevilla, donde todo se vive con más intensidad. —Esto nunca ha pasado en la vida y es un ‘shock’ para muchas personas. Todos nos hemos visto frustrados por los días de lluvia pero que dos años seguidos no salga ninguna es algo sin precedentes en la historia de la Semana Santa. Aquí se vive de una manera única la calle. A los mayores les afecta, pero a los jóvenes aún más. Conozco a muchos jóvenes que lo están pasando fatal. Lo que ocurre en esta semana se prepara durante todo el año. Es un vacío tremendo.
D—¿También para un veterano como usted?
—Piense que yo nunca he faltado un día a la Semana Santa ni me perdí un día de procesiones en toda mi vida. Nunca viajé fuera de Sevilla en Semana Santa, ni siquiera a Osuna, de donde es mi mujer y hay procesiones muy bonitas. —Llama la atención que ningún hermano se haya borrado de su hermandad pese a saber que era imposible salir de nuevo este año. remos las procesiones. Será una explosión después de tres años de espera.
—La obra social que hacen las hermandades es muy importante y no demasiado conocida.
—En mis ocho años como hermano mayor de la Macarena decíamos que lo que hiciera la mano derecha no se debía enterar la mano izquierda. Y así lo han hecho todas. Todas las hermandades del Casco Antiguo pusimos en marcha un economato para familias sin recursos en la que todo está a precio de coste y sólo paga el 25 por ciento, siendo las hermandades las que se hacen cargo del 75 restante. También se hacen muchas bolsas de caridad y multitud de cosas para ayudar.
—Lo que articula la sociedad civil en Sevilla son fundamentalmente las hermandades.
—Una vez me dijo don Carlos Amigo Vallejo que si no existieran Cáritas, Manos Unidas y demás organizaciones de caridad, habría otra guerra en España. Con la pandemia y la pobreza que nos ha traído esto es más verdad que nunca.
—¿Cuál es su mejor recuerdo de sus ocho años como hermano mayor de la Macarena?
—Tuve la suerte de ver a la Virgen atravesar el río por primera vez. Fuimos a la Cartuja para la beatificación de Madre María Purísima. Y también tuve la suerte de poder celebrar 50 aniversario de la coronación cuando las colas daban la vuelta a la Catedral. Hubo días en el Año Jubilar que asistí a siete misas, una por cada hermandad que llegaba, y tuve que pedir permiso al sacerdote para poder comulgar en cada misa. Normalmente sólo se puede hacer una vez al día, o dos de manera excepcional, pero ese día si no comulgabas, el hermano mayor que se leventaba a hacerlo y te veía a ti sentado, te miraba un poco raro como diciendo: ‘¡Vaya tela el hermano mayor de la Macarena!’.
—Asenjo se mostró contrario a esa «inflación de procesiones extraordinarias». ¿Qué pensaban ustedes?
—Juan José Asenjo siempre se ha portado bien con nosotros pero él venía de otra Iglesia, de un sitio como Sigüenza, donde se ven las cosas y se viven de otra manera y le costó mucho trabajo entrar en la Semana Santa de Sevilla. También le pasó a Amigo Vallejo. Para ellos, que le gritaran «guapa» a la Virgen era casi un sacrilegio. Al final acabaron entendiéndolo y los dos se dieron a querer. Los dos son muy queridos en Sevilla y han sido grandes arzobispos de Sevilla.
—¿Pero no tenía razón Asenjo en lo que decía?
—Sí. Si lo miras con lupa, sí, pero la religiosidad popular sevillana es diferente a la de cualquier otra.
—Monseñor Asenjo sí es partidario
de una mayor evangelización y de la iniciativa de la hermandad del Gran Poder de celebrar su 400 aniversario llevando la imagen del Señor a los Pajaritos, uno de los barrios más pobres de España. La pandemia lo impidió pero cuando desaparezca, ¿deberían hacerlo más otras hermandades? —Por supuesto. Con Bueno Monreal ya estuvo allí en una campaña de evangelización. Y la Macarena fue a San Pablo en los años sesenta del pasado siglo. Lo veo muy bien. Las imágenes pueden ayudar a evangelizar.
De la frutería a la política —¿Sus 87 años de vida han estado bien aprovechados?
—Creo que sí, porque he hecho de todo en mi vida. Empecé con mi padre con una frutería en el mercado de la Encarnación y luego estuve en Mercasevilla una temporada gestionando los bares de allí, aunque a mí me gustaba más el tema de la fruta y lo acabé dejando. Volví a la frutería con un local en los Azahares para el reparto a domicilio de fruta a casi todos los hoteles y restaurantes que había en Sevilla a finales de los años 60.
—¿Como entró en política?
—Por casualidad. Yo me había afiliado a AP a finales de los años 70 por admiración a don Manuel Fraga. En las pri