«En mi época los políticos de derechas y de izquierdas no nos matábamos»
—¿Como delegado municipal de Seguridad tuvo algún incidente en algún bar o restaurante como el de Juan Carlos Cabrera, actual responsable de ese área, en El Principico?
—Conozco a Juan Carlos desde hace mucho tiempo y me cae muy bien. Es hermano de la Macarena y me parece que no es hombre de broncas, al contrario, muy sensato y tranquilo. Se habla de que él llamó al jefe de la Policía Local pero es normal que el jefe de la Policía Local te llame cada día para contarte alguna novedad y no me extrañaría que él le contara ese problema y a lo mejor quiso congraciarse con el delegado y en vez de mandar un coche mandó dos coches. Pero no lo sé. Son cosas que se lían, que empiezan de una manera y acaban de otra.
—Su mujer fue secretaria de Soledad Becerril, que fue alcaldesa de Sevilla entre 1995 y 1999. Y usted fue delegado municipal de Seguridad, entre 1991 y 1995, y teniente de alcalde del distrito Casco Antiguo entre 1995 y 1999. ¿Era buena jefa Soledad Becerril?
—Soledad era un poco seca de carácter, pero se daba a querer por su forma de trabajar. Y era muy coherente, no se salía de la línea establecida. Renunció a continuar en la Alcaldía por no ponerse de rodillas frente a las exigencias de Alejandro Rojas Marcos.
—Parece que se ha perdido esa forma de hacer política, mantener los principios sin faltar el respeto al adversario. Que ahora es el enemigo...
—Entonces los políticos de derechas y los de izquierdas no nos matábamos. Había otra forma de pensar, de sentir, con más principios. Manolo del Valle fue también mi alcalde y era socialista. Nos apreciábamos y respetábamos. Recuerdo que un día me llamó para pedirme que hiciera de intermediario ante Soledad Becerril. Él no quería saber nada de los comunistas y no quería negociar con ellos. Decía que Soledad era muy seca y me pidió que hablara con ella. Recuerdo que ella me preguntó por qué no la llamaba él. Y se llegó al acuerdo, algo que sería imposible hoy. Es una pena que las nuevas generaciones no hayan heredado ese talante y esa cultura. Las diferencias no se llevaban a los juzgados, se arreglaban las cosas por las buenas, hablando.