ABC (Sevilla)

Mpre por los siglos de los siglos

- FRANCISCO ROBLES

El Domingo de Ramos siempre ha sido un día de alegría, de gozos, de sentidos desbocados. Los niños disfrutaba­n más que nadie, aunque fueran vestidos con la túnica blanca y la cruz de Santiago bordada en el antifaz. Pero este año será distinto. Este año todos los cofrades irán vestidos de ruán negro y cinturón de esparto en la cintura. Serán los encargados de poner la fe sobre el altar mayor de la iglesia del Divino Salque no va a venir con sones macarenos ningún Nazareno insigne. Si por el Porvenir no vemos ninguna luz candeal nimbando los tímpanos de San Sebastián. Si nada de todo eso va a pasar, por qué entonces la Semana Santa va a salir a flote, qué fibra va a tocar para que una detrás de otra desfilen por nuestra memoria, por ese territorio virginal donde se conserva intacto todo lo que somos, desnudo de cuanto nos aflige ahora, protegido –por el paso del tiempo– de la decadencia de lo que vemos y la decrepitud de nuestras facultades.

No habrá pasos, pero la Semana Santa ya está aquí. Ha acampado entre nosotros y está encarnándo­se en cuantos van a contemplar los templos, vador. Ellos sabrán mejor que nadie la tristeza que inundará la ciudad con las primeras sombras. No estará el Cristo de Juan de Mesa clavado en la cruz. Aunque la vista nos engañe, el Crucificad­o se quedará perdido en el Salvador.

A esas horas de la primera noche ya habrán salido a la calle todos los cristos pensados para esta jornada. Pero resulta que el Cristo del Amor no habrá probado la luz declinante que vive en su barrio. Un niño se hará el sorprendid­o porque no ha salido de nazareno cuando el reloj marca la hora en punto en que el Cristo se pone en la calle. Es inevitable. El padre y el hijo viven su pasión con colores distintos. El primero va tiñendo de oscuro todo lo que encuentra a su paso. Pero el segundo va viendo claridades donde otros solo ven la ruina. Así será porque Él ha querido. a suplicar favores o a agradecer gracias concedidas: la de estar vivos, para empezar. Así que por qué vamos a rechazar todo cuanto se nos ofrece, por qué vamos a estar desganados teniendo sobre el mantel manjares tan delicados. El sediento no rechaza el agua lo mismo que el borracho no rehúye el vino.

La ciudad aguarda el Domingo de Ramos ahora y siempre, por los siglos de los siglos, como dejó escrito su último rey poeta: «Ven, vuelve a ocupar tu puesto a mi lado. / Ven sin tener nada, porque te esperan bondades, no reproches. / Convéncete de que te amo demasiado para poder afligirte; / nada, bien lo sabe, me agrada tanto como verte contento y alegre».

 ?? J.M. SERRANO ??
J.M. SERRANO
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain