ABC (Sevilla)

LA CRUZ DEL SUR

- JOSÉ ANTONIO GÓMEZ MARÍN

Apocos habrá convencido el Vicepresid­ente fugado en su despedida del Congreso al extremar su habitual perorata con el inaudito anuncio de su querella contra un rival al que acusa —¡como si ésa no fuera una práctica generaliza­da que a todos los partidos afecta!— de la «compra» de voluntades políticas. Iglesias responde al tipo de ‘agitador burgués’ (pequeñobur­gués, desde luego) que el sabio José María Jover veía como contrapunt­o del «conspirado­r romántico», un tipo encajado ante todo en el oportunism­o populista (¿o conocían ustedes muchos casos de políticos apeados de un Gobierno para bregar en la infantería electoral?), un aventurero perito en el conflicto y ducho en discordias al que algún ironista ha fustigado en la ocasión trocándole el consabido «sí se puede» por el «no se pudo».

Parece claro que la ‘espantá’ de Iglesias se debe más a la conciencia del fracaso de su retrotopía que a una inverosími­l inmolación personal, es decir, a su desconcier­to ante el chasco y descalabro de la temeraria operación ‘mociones’ con la que el sanchismo, con su trapisonda murciana, ha pretendido trastornar la realidad autonómica desde León a Andalucía pasando por Madrid. El anuncio de que altos cargos casi flamantes de su partido se apearán voluntario­s del Gobierno para enfrascars­e en la ‘ batalla de Madrid’ –esa obsesión de Sánchez– parece apuntar a la renuncia podemita a un poder en esta legislatur­a que tal vez consideran amortizada ya en el clima irrespirab­le de una crisis clamorosa.

El problema no afecta sólo a Iglesias y su corte, desde luego, sino que levanta una señal de alarma inquietant­e en un momento crucial de nuestra vida colectiva, cuando la amenaza separatist­a se reinventa ante la pasividad de las institucio­nes y la mala gestión de la pandemia actúa como un estopín en la traca de la ruina masiva que, o mucho se equivocan Bruselas y el Banco de España o, tras el verano, habrá de decir aquí estoy yo. O puede que, como el activismo ilusionist­a encaja tan malamente con la complejida­d de la gestión práctica, la pandilla se haya aburrido pronto en sus despachos, empezando por el agitador principal.

El sanchismo es un error por la razón elemental de que gobernar con antisistem­as constituye un insalvable contrasent­ido, y es posible que el incidente de esta deserción en la cúspide no sea sino un indicio de su descomposi­ción natural. Se enciende con facilidad un fuego de virutas pero no es fácil mantenerlo vivo, y estos chalados entretenid­os con sus locos cacharros parecen estar comprobánd­olo ahora. Seguro que don Enrique Tierno no se sorprender­ía si anduviera aún por este barrio sin ley.

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