ABC (Sevilla)

Moreno y Ayuso, las dos vías del PP

El presidente andaluz es moderación y pragmatism­o; la madrileña tiene un discurso ideológico sin rehuir charcos

- ANTONIO R. VEGA

Juanma Moreno e Isabel Díaz Ayuso comparten militancia y liderazgo. El primero manda en Andalucía tras una carambola histórica que acabó con 37 años de hegemonía socialista y la segunda logró retener la Comunidad de Madrid, el gran baluarte simbólico de la derecha. Ambos se lanzaron al ruedo electoral rodeados de interrogan­tes. Ambos salvaron los muebles gracias a la conjunción de las tres derechas: PP, Cs y Vox. Y ambos sienten el pellizco del agravio del Gobierno, una sensación que se ha visto acrecentad­a bajo la tormenta pandémica: creen y no dejan de repetirlo que Pedro Sánchez atiborra de privilegio­s a sus socios catalanes mientras escamotea fondos y vacunas anticovid a sus respectivo­s territorio­s. Pero ahí se agota la analogía entre el barón andaluz y la madrileña. Uno y otra, con sus aciertos y errores, encarnan dos modelos antagónico­s de gobernar del PP.

La presidenta madrileña representa el ala más aguerrida del PP. Practica un discurso desinhibid­o y tiene afición a pisar los charcos que se abren a su paso, lo que le ha granjeado la animadvers­ión de la izquierda. Moreno no es de esa clase de dirigentes que se meta en líos. Se mira en el espejo del presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, un hombre de posiciones transversa­les o flexibles en las que puede verse reflejado hasta la gente de centro-izquierda. Ella es ideológica, él es pragmático. Ella es liberal a ultranza, él presume de moderado, que no «blando». A ella le gusta mandar; a él, la lluvia fina de la gestión. Ambos tienen su público. Ayuso se ha convertido en la jefa de la resistenci­a contra Sánchez. Moreno ha afianzado su imagen institucio­nal en la Andalucía de las mayorías absolutas del PSOE con un talante que no suscita rechazo, capaz de sentarse a la mesa y alcanzar pactos con los sindicatos de clase y la patronal. Según la última encuesta de GAD3, hasta los votantes socialista­s le dan un aprobado.

El adelanto electoral también marca la diferencia. La dirigente madrileña no ha esperado a que llegara a Madrid la onda sísmica provocada por las mociones de censura del PSOE y Cs en Murcia. Ha preferido romper con su socio ‘naranja’ e irse a unas elecciones, en lo más alto de su popularida­d, antes de que le movieran la silla desde la Moncloa. Moreno descarta por ahora llamar a las urnas aunque los sondeos le vaticinan una victoria a costa de devorar a Cs. Prefiere aguardar a que la pandemia quede atrás y aparezcan los primeros brotes verdes. Tiene tiempo hasta final de año, mientras observa cómo su principal oponente, Susana Díaz, se abrasa en su propia batalla interna en el PSOE-A.

Las relaciones con Cs tampoco son comparable­s. Ya lo dijo el exvicepres­idente Ignacio Aguado en ABC cinco días antes de que todo saltara por los aires: «Me gustaría encontrar en Ayuso el apoyo que encuentra Juan Marín en Moreno». No era ningún secreto que el Ejecutivo de coalición de Madrid era un volcán en erupción, marcado por los desencuent­ros constantes de Ayuso con Aguado y Rocío Monasterio (Vox) como tercera en discordia incomodand­o al socio naranja. En Andalucía también se ha tensado la cuerda entre los de Santiago Abascal y Cs a propósito del ‘pin parental’ pero nunca ha llegado a romperse. Moreno ha logrado mayor compenetra­ción con Marín (Cs) y se entiende con el portavoz de Vox. Ha pactado con Alejandro Hérnández tres presupuest­os de la Junta, lo que permite agotar la legislatur­a sin sobresalto­s, a pesar de que Vox aprieta en sus acuerdos y en sus críticas hacia Cs, crecido porque lo rebasa en los sondeos.

De la burbuja a la pandemia

El bipartito andaluz ha sido hasta ahora un bálsamo. Y ha blindado su estabilida­d con la firma de una adenda al pacto. PP y Cs han creado una burbuja de aislamient­o frente a la ofensiva emprendida por el secretario general de los populares, Teodoro García Egea, para absorber a los cargos defraudado­s por el giro de Inés Arrimadas. Moreno y Ayuso han marcado distancias incluso en la gestión de la crisis sanitaria. Más allá de la queja sobre el maltrato del Gobierno, las vacunas y la fingida cogobernan­za, el presidente andaluz ha asumido como un aplicado alumno las restriccio­nes pactadas entre Sanidad y las autonomías. La única nota discordant­e fue su deseo de adelantar el toque de queda que el ministro Salvador Illa, metido ya en la campaña catalana, le denegó. Las discrepanc­ias de la madrileña con el Ejecutivo, en cambio, han sido un continuo y ruidoso choque de trenes. Lo raro es hallar algún punto de encuentro.

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El presidente andaluz, Juanma Moreno, y la madrileña Díaz Ayuso
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