ABC (Sevilla)

Oreja para Rafaelillo, en su feliz reaparició­n, y Alberto Lamelas

- ANDRÉS AMORÓS POR SOLO

Emocionant­e reaparició­n de Rafaelillo, después de su terrible percance: corta una oreja, igual que Alberto Lamelas; Rubén Pinar pierde las dos por la espada. Debutan en Jaén los toros de Victorino: una corrida seria, encastada, exigente.

En Jaén hubo fiestas de toros desde el siglo XV. En 1919, con una corrida de Gallito y Belmonte, se hizo realidad el ‘lleno hasta el tejado’: allí se tuvieron que sentar muchos aficionado­s... Es tierra de toros y de grandes toreros.

El 14 de julio de 2019, en San Fermín, el menudo Rafaelillo citó de rodillas a un Miura, más alto que él: le bastó al toro con girar la cabeza para estamparlo contra las tablas. Sufrió fractura de catorce costillas, con grave riesgo de su vida. Reaparece ahora con cuarenta años cumplidos y veinticinc­o como matador de toros: el gesto de un auténtico héroe. El primero se queda corto desde el comienzo. Brinda a su mujer y a sus hijas. Con oficio y decisión, le va sacando muletazos; sonríe, en medio de los pitones. Para nada se le ha notado el percance. Una faena de mérito con un toro complicado pero falla al matar. Muletea con reposo al cuarto, que flaquea y desluce el trasteo. Logra sólo algunos naturales suaves. Mata rápido y el cariño del público le otorga una oreja.

El albaceteño Rubén Pinar se sobrepuso a un gravísimo percance, en el campo. Es diestro poderoso y técnico, con el temple propio de su tierra; sabe ya lo que es indultar a un victorino. El segundo tardea y humilla, parece dormidito pero despierta en banderilla­s y saca claro peligro. Dos grandes pares de Ángel Otero, que saluda. Brinda a Rafaelillo. Muletea con suavidad pero el toro tiene sentido, no admite ‘Filigranas’ (su nombre) sino machetear y quitárselo de en medio. El quinto, serio, sale incierto pero Pinar le da la lidia adecuada y el toro saca su buen fondo. Traza muletazos mandones, templados, rematados con buenas trincheril­las: la espada le priva de trofeos y al toro se le da la vuelta al ruedo.

Un luchador

El jienense Alberto Lamelas es un claro ejemplo del luchador incansable, que ha lidiado corridas duras en Francia y en Las Ventas. (Ha compatibil­izado su profesión como matador con la de taxista). Recibe con una larga de rodillas y vibrantes verónicas a ‘Placentino’, que embiste con alegría al capote y al caballo. Brinda al público y aprovecha las encastadas embestidas para ligar muletazos emocionant­es, jugándosel­a de verdad. Una faena de torero macho, decían los revisteros, aunque el toro va a menos. Pincha antes de la estocada pero corta un trofeo. Al último, con cien kilos más que el primero, lo recibe también con una larga de rodillas. Acude el toro al caballo de lejos y David Prados se luce en un gran puyazo, muy aplaudido. Brinda a Rafaelillo. Se coloca de frente, adelanta la muleta, intenta conducir las serias embestidas. No es un exquisito pero sí muy valiente, la faena tiene riesgo y emoción. A la segunda, la espada cae baja: petición y vuelta.

Recuerdo –y altero– una de los primeros poemas de la lírica castellana: «Tres valientes / se la juegan / en Jaén: / Rafael, Alberto y Rubén». Los tres han dado la cara ante victorinos serios y encastados: la verdad de la Fiesta. La sonrisa de Rafaelillo, en su vuelta al ruedo, es el feliz colofón a su gesto. Ya está otra vez en los ruedos: le deseo lo mejor.

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TAUROEMOCI­ÓN Rafaelillo saluda una ovación en su regreso a los ruedos

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