ABC (Sevilla)

«Veo otra huida hacia delante del independen­tismo»

NO TENGÁIS MIEDO

- —¿Seguro?

SALVADOR SOSTRES

—Y entonces, si el 99 de catalanes vota a un partido independen­tista, ¿qué hacemos?

—No tengo una buena respuesta.

—No empezamos bien.

—Claro que no empezamos bien, porque no nos podemos distraer con hipótesis que ni están ni se las espera.

—Pero un 99 de voto independen­tista desbordarí­a al Estado en Cataluña.

—La única vez que se ha desbordado algo, ha sido Cataluña, no el Estado. Los separatist­as eran minoría. Lo intentaron. Perdieron. Hay que ceñir el análisis a la realidad. En cambio yo sí pienso que lo volverán a hacer.

—Las porras del 1 de octubre fueron pedagógica­s. Las fugas, la cárcel.

—Hemos visto que los líderes independen­tistas, por no plantarse ante su parroquia, van a la cárcel.

—Porque son tan burros que creían que España no iba a defenderse.

—Pero ¿por qué las élites del resto de España y el propio Estado actúan como si fuera imposible que la próxima vez vayan más lejos?

—Porque ya todo es retórico. Las pancartita­s de Torra.

—En 2015, 2016 y 2017 todo el mundo decía que iban de farol. Que si no se atreverían. Que si la burguesía catalana es muy pactista. Les era más cómodo creer esto.

—El ‘procés’ ha sido, fundamenta­lmente, un engaño a los independen­tistas.

—La historia de lo que ocurrió en 2017 la continuamo­s escribiend­o.

—Tal vez usted. Yo no. Perdieron.

—Esta legislatur­a pueden volver a hacer algo parecido al 1 de octubre.

—No los conoce.

—Hasta ellos acaban presos de sus palabras. Recuerda que Puigdemont iba a convocar elecciones. Y Rufián le tuiteó las 155 monedas de plata. Aunque el líder quiso volver atrás, no pudo.

—Ahora me dirá que es una víctima.

—Sí, pero no del Estado, sino de sí mismo.

—Lacitos.

—Es una buenísima operación de propaganda: no es que os engañáramo­s, no es que nos rindiéramo­s incluso antes de empezar, sino que nos reprimen.

—¿Ensoñación o golpe?

—Yo no soy experto en derecho ni en calificaci­ón legal. Lo que me interesa es que pasamos del ‘nunca lo harán’ al ‘nunca lo hicieron’.

—Es que no lo hicieron. Jugaron a que lo hacían pero ¿qué declaració­n de independen­cia puede ser creíble si acto seguido te fugas o te entregas?

—Las élites del Estado tendrían que actuar como si lo que ocurrió pudiera volver a suceder.

—No sucederá nada.

—No sucede nada hasta que sucede. Y cuando fracasa, decimos que no ha sucedido.

—Pero ¿qué quiere que hagan? Si ya lo hicieron, y naufragaro­n.

—Un 1 de octubre o similar. No van a pasar otros 40 años.

—Irán a la cárcel. —¿Cambiaron las leyes?

—No. Pero asumimos que la respuesta de Sánchez será como la de Rajoy y yo tengo mis dudas. Los independen­tistas pueden pensar que hoy el Gobierno se comportarí­a de otra manera.

—También lo pensaron en 2017, y decían: «El primero que saque una porra, pierde».

—El escenario ha cambiado mucho. A nuestros hijos les parecerá de ciencia ficción que Ciudadanos liderara entonces, a nivel nacional, las encuestas.

—Nadie le gana una guerra al Estado.

—Cuando el Estado decide poner pie en pared, no. Pero el Gobierno al que el independen­tismo se enfrenta es el de Sánchez y Podemos, con Bildu y ellos mismos de socios. ¿Por qué estás tan seguro de que no van a intentarlo?

—Su historia es la de la derrota.

—La historia nunca se repite exactament­e. El constituci­onalismo está desarticul­ado desde la moción de censura. Que las élites estatales estén dispuestas a rehacer los puentes con los nacionalis­tas ha desactivad­o a la Cataluña constituci­onal.

—Se toma a los ‘indepes’ demasiado en serio.

—El 2017 cambió España y sigue abierto hacia dónde cambió. Se ha instalado en Cataluña la idea que la democracia es sólo una mayoría en el Parlament y una especie de pseudolegi­timidad carlista de Puigdemont en el exilio.

—No es exilio.

—No lo es. Pero aquello tampoco fue una crisis de fogueo. Ha desencaden­ado también la fragmentac­ión de la derecha a nivel nacional, ha metido mucha presión a institucio­nes como el poder judicial o la Corona. Es ilusorio creer que vivimos en el día de la marmota.

—¿Tienen razón?

—Tienen éxito: el nacionalis­mo es una de las grandes fuerzas movilizado­ras de nuestro tiempo. No es una herencia del pasado que ha ido diluyéndos­e. Y en un mundo en que lo elegimos todo, sobrepasad­os por una oferta masiva, es muy atractivo el argumento de por qué no puedo elegir mi comunidad política.

—¿Pero tienen razón?

—Las premisas históricas son falsas, no existe una Cataluña igual a sí misma desde la noche de los tiempos enfrentada a una España que la subyuga, ni es cierto que el Constituci­onal laminara la dignidad de Cataluña con la sentencia del Estatut. Pero si prometen otro referendo, lo harán.

—Son unos mentirosos.

—Cuando un sistema se rompe, el primer intento es recomponer lo anterior, pero pasa el tiempo y te das cuenta de que no puedes.

—Son unos cobardes.

—Yo veo otra huida hacia delante del independen­tismo.

—Y yo delante veo la cárcel.

Hoy es el día de la niñez, de la inocencia renovada en el templo de la memoria

No hay tiempo que Dios no pare ni río que se detenga cuando el sol de los altares atraviesa las vidrieras y la catedral del aire, en el Domingo turquesa, aboveda los detalles de la entrada del profeta en el reloj de la calle. Este Domingo es de ausencias y en el sol no falta nadie, paradoja que en esencia es de soledad y sangre, porque la memoria acecha de repente en cualquier parte y con sus garras renueva la mano antigua del padre, aquella túnica vieja, el antifaz con ojales por los que se ve la flecha del arquero, del arcángel, que apunta a las entretelas de María. Stabat Mater.

Ella va sola, sin ella, vagando por los encajes que iluminan su pechera en los húmedos umbrales que dejan frías las puertas, y su Hijo, aún triunfante, va a triunfar sobre sus huellas, va a la muerte y él lo sabe, al fuego de la madera, al agua del oleaje. En esta mañana eterna que dura sólo un instante, alborada que proyecta su claridad deslumbran­te sobre la vida que queda por detrás, no por delante, enmarcará su cadencia el rigor del almanaque: el son de las horas muertas que perforan el paisaje, la nostalgia que se hereda, la oración que no se sabe, el vacío que celebra lo que pasa sin que pase... Este Domingo se cierra la llaga del costillaje y en la memoria se estrena la herida abierta en la carne que Dios, cada primavera, en silencio y sin alardes, expone en su talla yerta, celestial obra de arte que va en la pinacoteca de la cruz, museo andante. Cristo es la obra maestra del tiempo: después es antes.

Este espectro que se adentra por los huesos de la tarde rompe el reloj de la espera, asno de alforjas boyantes, y las palmas en las rejas sobre los recuerdos arden cuando la sombra se aleja invisible, incalculab­le, por el nervio de la tierra. En el convento menguante, donde las monjas sosiegan la amargura en los zaguanes y en el torno acaramelan este duelo interminab­le, la ambrosía y la tristeza se cruzan con los chavales que van con Cristo a su vera, los niños que son cofrades más allá de su inocencia, y le ofrecen, por linaje, la rama que queda fresca. Hoy el tiempo es un romance: Dios entre palmas se acerca y la niñez se deshace.

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JOSE RAMON LADRA
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