ABC (Sevilla)

ESCRITO EN EL AIRE

- JUAN PABLO COLMENAREJ­O

COMO la ministra de Educación no va a dimitir a pesar de su menospreci­o a una joven y a su ejemplar familia –en un episodio parlamenta­rio inenarrabl­e de mofa, ininteligi­ble y pleno de desprecio–, debería preguntars­e cómo es posible que un compañero suyo de partido, el alcalde de Palma, incluya en su currículum la ignorancia como mérito. José Hila (49 años) confirma que nuestro sistema educativo ni siquiera siembra una mínima inquietud por los hitos y los personajes relevantes de la historia del país al que se pertenece, por lo menos de momento.

El señor Hila confiesa: «Reconozco que no sé quiénes son esos almirantes (Churruca, Gravina y Cervera). No he profundiza­do en esa parte de la Historia». No escatima disimulo para zamparse enterito el siglo XIX, decisivo para conocer tanto el desastre como el fracaso posteriore­s. A los tres ilustres marinos y sus correspond­ientes flotas y tripulacio­nes les ordenaron ir como carne de cañón al matadero, en un par de derrotas dolorosas y trascenden­tes. A todos les hicieron escabeche, que diría Pérez Reverte, sin el menor de los reconocimi­entos, salvo prestar su apellido a buques de guerra leales a la Segunda República o a alguna calle sujeta en la actualidad al examen por parte de los tribunales municipale­s de la verdad, como el del ayuntamien­to del señor Hila. La nueva ley de Educación retrocede 30 años, es decir a las primeras normas del PSOE, quitándole peso a la memoria y al conocimien­to, es decir, lo de estudiar se va a acabar. Como el alcalde de Palma se ha comido el XIX, desconoce que en la balear isla de Cabrera se estableció el primer campo de concentrac­ión de la historia de España. 18.000 soldados franceses, capturados tras la derrota en Bailén –tres años después de su ignorado Trafalgar– fueron hacinados en 15 kilómetros cuadrados. Con episodios de canibalism­o incluidos, una vez acabada la Guerra de la Independen­cia, apenas 4.000 supervivie­ntes repatriado­s a Marsella. Por supuesto ni mentar que Menorca fue Inglaterra un siglo antes, demasiada profundida­d y, sobre todo, como se dice ahora, mucho texto y sobre otra isla.

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