Un Domingo de Ramos de sol, deporte y bares llenos
El cierre perimetral que impidió la fuga a la playa, llenó las calles de sevillanos disfrutando de parques y terrazas
Alo largo del siglo XX, y por distintos motivos –la Exposición del 29, la superpoblación posterior, los sucesivos ensanches, la inundación del Tamarguillo, la construcción de barrios periféricos, el éxodo a ciudades dormitorio…– Sevilla desbordó sus muros y sus habitantes abandonaron el centro que, aun así, siguió siendo referente obligado porque durante mucho tiempo acaparó la mayor parte de los servicios, oficinas y comercios. Con los años, los nuevos arrabales y el área metropolitana vivieron un proceso de terciarización que los ha hecho autosuficientes, de forma que los vecinos tienen sus necesidades cubiertas sin apenas salir de ellos y el casco histórico se ha convertido en una referencia lejana, vagamente recordada y raramente frecuentada salvo en ocasiones especiales, sobre todo Navidad y Semana Santa. En Navidad, las luces, mappings y neones nos hechizan y la vorágine de compras y el bullicio completan el conjuro que fuerza al sevillano a volver a lo que considera sus raíces. En Semana Santa, y más ahora que se han limitado las manifestaciones religiosas y se han suprimido las concentraciones, el imán que nos atrae irremisiblemente hacia la ciudad más representativa e icónica, devociones particulares aparte, es la nostalgia de una infancia y juventud en las que nos impregnamos del olor y el color, la esencia de sus calles y rincones de la mano de quienes ya no están, de amigos que dejaron de serlo, pandillas diseminadas y amoríos orillados con los años. Como abejas a la miel, propulsados por la explosión de la primavera, esnifando el estimulante infalible del azahar, estos días volvemos a recorrer y revivir la ciudad idealizada y a paladear su sabor añorado e inconfundible. Y como le pasó a Proust con la magdalena, nos sumergiremos, una vez más en ese océano de sensaciones y evocaciones indelebles, ese milagro, ese sueño que hemos dado en llamar Sevilla.
Sin procesiones y sin playa. Otra vez Semana Santa, la segunda consecutiva sin pasos. Pero este Domingo de Ramos no ha sido una jornada como la del pasado año. Este año se puede salir a la calle, aunque sea con mascarillas. Y los sevillanos que esta semana de pasión no están confinados han podido hacer algunas cosas más que hace un año.
Por ejemplo, salir a disfrutar del sol, el parque y las calles. Y eso se notó desde primeras horas de la mañana. Con un día espléndido y temperaturas muy altas (a las dos de la tarde algunos termómetros del centro de la ciudad marcaban 28 grados) las calles estaban muy animadas.
Como además el cierre perimetral impedía la fuga a las playas que muchos sevillanos planeaban desde hace semanas, las zonas verdes, las plazas y las terrazas se llenaron. Y la animación se sintió desde primeras horas. Había gente haciendo deporte desde muy temprano y pese al adelanto horario con el que ayer n os levantamos.
Durante todo el día se vio a los que caminan, los que corren, familias que pedalean unidas y los que hacen deportes náuticos.De hecho, en el río a los clásicos remeros y piragüistas que surcan cada día el Guadalquivir se suman los aficionados del padel surf, el deporte que gana adeptos.
Desde primeras horas de la mañana las zonas verdes se llenaron. Los sevillanos parecen reconquistar los parques ahora que son tan recomendables contra el contagio. El parque de María Luisa, el Alamillo o el de los Príncipes invitaban al paseo y a desfogarse despues de tantos meses.
También vuelve el picnic. Cada vez se ven más familias que, quizás por aquello de que los espacios al aire libre son más seguros, recurren a esa fórmula. Se vieron en las inmediaciones de Torre Sevilla y en otras zonas verdes, donde había grupos con sillas, mesas con viandas.
Luego estaban los menos deportistas, los que prefieren el paseo. Como además abrió El Corte Inglés de la plaza del Duque, pasar una mañana de tiendas tampoco era mala opción. O los que aprovecharon el día para darse una puerta por Vive Park, la calle del infierno adaptada al Covid.
Y finalmente quedaba el bar. Como en Sevilla la amplia oferta invita a salir de tapas, la mayoría de los bares colgaron ayer domingo el cartel de completo. Desde hace días era prácticamente imposible encontrar nada libre. Por eso había animación en la mayoría de los locales. Los sevillanos llenaron los locales. Para degustar tapas y raciones. Desde la clásica ensaladilla a los platos típicos de la Cuaresma. Con tantas opciones, la indumentaria también fue variada. Los había clásicos que recurrieron al atuendo formal (algunos no han faltado a la tradición de estrenar), y los que han preferido un look más informal. O los que se tomaron la birra en chándal. Fue una jornada plena de sol, deporte y bares.