Exámenes de ESO para adultos, llega la segunda oportunidad
Las pruebas serán en abril con materias simplificadas y opción de recuperar en junio
Álvaro Roldán tiene 24 años y dejó los estudios hace una década. Aunque no fue un mal estudiante sólo llegó hasta 2º de ESO y lo dejó porque prefería la calle. Ahora se prepara para obtener el grado en ESO para mayores de 18 años. Trabaja en un bar y va a clase cuatro días a la semana durante dos horas. Se ha reencontrado con las Matemáticas, la Lengua y otras asignaturas que ya tenía algo oxidadas.
«Le estoy cogiendo el ritmo, al principio me costó después de diez años», explica. Su caso fue el de un joven que, según dice, tuvo una vida un poco «complicada». Tuvo problemas con la Justicia y una condena por un delito contra la salud pública. Ahora, en libertad condicional, ha decido estudiar porque no quiere seguir con esa vida. «Voy a intentar otras opciones con la ayuda de mi familia», anuncia.
Vive con sus tíos, que le han dado esa segunda oportunidad de seguir estudiando. Trabajó en la construcción y últimamente en un bar de copas pero, con la pandemia, tiene menos horas de trabajo y más tiempo para estudiar.
Ahora que se acercan los exámenes se acuerda de «cuánta razón llevaba mi padre» cuando le pedía que estudiara. Una recomendación a la que no hizo caso. Sin embargo, ahora está concienciado y, si aprueba seguirá estudiando y quizás se matricule en Dietética y Nutrición, que le gusta y que complementa con su afición al deporte.
Elena Piñero, profesora y jefa de estudios en el centro de adultos José Sánchez Rosa, prepara a estos adultos que buscan sacarse el título «por libre» en los exámenes de abril o en junio. Les dan clases a diario y luego acuden a examinarse en una prueba en la que esos profesores no están presentes. Ahora tiene sólo 12 alumnos. La mayoría abandona. «Al principio tenemos las clases llenas pero luego nos quedamos con un 25 por ciento», admite. ¿Por qué abandonan? La mayor parte, por la dificultad de las materias ya que sólo los más jóvenes tienen esos estudios «más frescos».
Suele haber tres perfiles: el de los jóvenes de 18 a 25 años; el de amas de casa, de más de 60; y un tercero de trabajadores de más de 50 a los que la empresa les pide el graduado. El más abundante suele ser el de jóvenes a los que fue mal en el instituto y vuelven. O los que dejan de trabajar por la crisis y regresan a los estudios.
«Hay más jóvenes que empiezan pero también que abandonan más porque lo ven muy difícil», explica Elena Piñero. Y eso que normalmente tienen una formación adaptada y dividida en tres grupos. En Comunicación incluyen Lengua e Inglés, luego está el de Sociales (con Geografía e Historia) y el Científico Tecnológico (con Matemáticas, Física y Química). Aunque hay mucha materia simplificada, el tecnológico es más complicado porque es mucho contenido para un año y porque muchos llegan sin saber dividir. «Vienen con un nivel bajo aunque algunos son muy avispados», dice la profesora. El objetivo es que aprendan comprensión y expresión escrita y que sepan hacer una redacción, ya que tienen faltas de ortografía. Para Piñero, estas clases son más fáciles que las de adolescentes. «Se razona bien con ellos y no suele haber problemas de conducta. Y cuando hay un grupo bonito se ayudan mutuamente», dice.
Estas pruebas, una segunda oportunidad para los que abandonaron el sistema, se realizan un sábado de abril. Si no se aprueba se pueden recuperar. En Sevilla se han presentado en diez años 7.609 alumnos para Bachillerato, de los que sólo 850 consiguieron titular, un 11,17 por ciento. En ESO el aprobado sube hasta el 26 por ciento.