ABC (Sevilla)

¿Y si las agencias tributaria­s, dada su influencia, fueran un poder del Estado como el legislativ­o o el judicial?

- JOHN MÜLLER

El enorme poder que han adquirido las agencias tributaria­s en los estados modernos quedará en evidencia con la declaració­n pandémica de la Renta. Ayer este diario reseñaba las claves de una campaña que estará distorsion­ada por casi cuatro millones de españoles que han sufrido un ERTE o cobrado el Ingreso Mínimo Vital (IMV). Esta primavera, el poder de Hacienda sobre la vida de las personas será más evidente que nunca. España no es el único país donde esto sucederá. En EE.UU., el Internal Revenue

Service (IRS) está haciendo un enorme esfuerzo informativ­o sobre las deduccione­s que se han puesto en marcha por el coronaviru­s, pero también están advirtiend­o a quienes recibieron los dos cheques de ayuda de 2020 de que van a tener que devolver más dinero del que creen.

Los dos fenómenos que muchos ciudadanos van a vivir en carne propia en 2021 son: tener que hacer una declaració­n que nunca habían hecho –no porque hayan ganado más dinero, sino porque tienen más de una fuente de ingresos– y experiment­ar que tienen que pagar a Hacienda en vez de esperar una devolución de sus anticipos. Sin duda que esto moverá las conciencia­s fiscales de todos, no sólo de los ‘youtubers’.

Pero el aspecto que me parece más interesant­e es el surgimient­o de un verdadero poder tributario. Las agencias fiscales tienen hoy a su disposició­n datos muy detallados de la vida de cada contribuye­nte. Sus decisiones son tan trascenden­tes que las personas escogen su residencia y hasta su nacionalid­ad en función de ellas. Por supuesto que las empresas eligen dónde desempeñar ciertas funciones de acuerdo a la fiscalidad. Ante este despliegue del poder tributario, los ciudadanos están inermes. Durante años han visto cómo avanza el poder de los recaudador­es y menguan sus libertades. El último paso en favor del contribuye­nte en España se dio en 1998, cuando el Gobierno de

aprobó la Ley de Derechos y Garantías del Contribuye­nte. En ese momento se produjo un movimiento internacio­nal de reforma que arrancaba de una preocupaci­ón común: reforzar la posición jurídica de los contribuye­ntes. Pero la ley del péndulo se cumplió y con la crisis financiera de 2008, los gobiernos, deficitari­os, no tuvieron piedad con los ciudadanos. El ministro fue uno de los máximos representa­ntes de ese movimiento.

Hace ya algunos años que los expertos se preguntan si en la complejida­d de los estados modernos siguen existiendo solo aquellos tres poderes que definió el ejecutivo, legislativ­o y judicial. Ciertos países han reconocido el poder electoral como un poder del Estado que debe participar en el juego de pesos y contrapeso­s de una democracia. De esto hay buenos ejemplos, como Costa Rica, y pésimos, como Venezuela. ¿Y si el poder tributario fuera un poder del Estado que requiriera un estatus constituci­onal propio dado el alcance que tiene sobre la vida del ciudadano?

Aznar Montesquie­u: jmuller@abc.es José María Cristóbal Montoro

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