ABC (Sevilla)

Teoría de la nueva normalidad:

-

OCAS ciudades hay en las que el corazón sentimenta­l se superponga al corazón económico. El músculo empresaria­l que comunica su vigor al resto de la población bombeando negocio y riqueza no suele coincidir con la víscera cardiaca donde la ciudad deposita sus esencias como si se acogiera a terreno sagrado. Tampoco con el cerebro político donde se urden las estrategia­s ni con el largo brazo de la Ley que es la Justicia ni con el pulmón espiritual que simbolizar­on durante siglos las catedrales. Todo eso estaba unido en Sevilla en una línea recta que iba de la Campana a la plaza Virgen de los Reyes conectando eso que se llaman los centros neurálgico­s del poder (el Ayuntamien­to, la Audiencia, el Banco de España, la Catedral…)ral…) pasando por la aorta mercantil queue fue Sierpes.

Todo eso cambió paraa siempre. Irremediab­le-mente, por otro lado.. Pero durante una sema-na al año, Sevilla ponía a latir al unísono su cora-zón económico con su corazón sentimenta­l. Y para ello la vida cotidiana se suspendía durante la Semana Santa. No de modo oficial, claro, sino de modo efectivo: las tiendas de la carrera oficial cerraban en su mayoría ante la imposibili­dad de acceder a ellas, se modificaba­n horarios de oficinas bancarias, se suprimían paradas de autobús, se eliminaban estaciones de bicicletas de alquiler y, en definitiva, se limitaba tan seriamente el tráfico rodado en el Centro durante la mayor parte del día que se hacía más que evidente la alteración de la vida que suponía la celebració­n de la Pasión del Señor: nada ni nadie quedaba al margen de esa fiesta principal. Eso era antes de la «nueva normalidad» o como quiera que se llame el tiempo entre paréntesis que estamos viviendo día tras día.

Ayer, a las 16.25 en que la cofradía del Polígono de San Pablo tenía que plantar su cruz de guía en la calle central de la Campana, nada ni nadie hubiera dicho allí mismo que estábamos en Lunes Santo. En la plaza del Duque, por donde hubiera avanzado, los autobuses de los barrios acercaban pandillas (chicas solas, eso sí resulta llamativo) de la periferia como si estuviéram­os en Semana Santa. Quiero decir, en una Semana Santa normal: con las aceras inundadas de sillas plegables y los mirones apostados detrás de la valla para contemplar el espectácul­o gratuito sin moverse del sitio en varias horas.

PPor las aceras de la Campana, donde tendría que haber pedido la venia la hermandad trinitaria, la gente entraba y salía de los comercios, algunos esperaban el autobús pacienteme­nte en medio del bochorno africano y la muchachada salía con lo que simulaban ser unos enormes batidos rebosantes de crema (lo mismo tienen un nombre propio comercial que este cronista desconoce) de un establecim­iento de comida rápida donde una vez estuvo el Café de París, es decir, cuando el corazón festivo de la ciudad también radicaba en la Campana.

En la calle Sierpes había que buscar atentament­e en el suelo los agujeros en el pavimento para colocar las vallas que en otro tiempo eran habituales para proteger los escaparate­s de las embestidas del respaldo de las sillas de la carrera carr oficial: hasta eso ha cambiado comcomo si nada.

Las tiendas abrían a las la cinco de la tarde (con gran gr sorpresa del cronista, ta que suponía, inopinadam­ente, d un horario comercial m continuo) esperando ra una clientela remisa a hacer compras sin haber cobrado la nómina y estaba naciendo el embrión de una cola (¡otra más!) en la puerta del Círculo Mercantil para ver una exposición de monumentos representa­dos en las artes suntuarias de la Semana Santa. Todo era pasmosamen­te normal, igual a cualquier otro lunes de fin de mes, idéntico por lo demás a cualquier día del año.

Ni siquiera el año pasado vivimos esa anomalía porque durante el confinamie­nto estricto de abril todas las actividade­s no esenciales (un supermerca­do en toda la calle Sierpes, si no recuerdo mal) estaban clausurada­s por orden gubernativ­a. Este año nos está enseñando que el corazón comercial late por un lado y el sentimenta­l por otro, por más que el escaparate de Foronda tenga como reclamo esa réplica a escala de la Macarena con su manto verde. Pero apenas hay turistas a los que sorprender y los de aquí no nos conformamo­s con la copia teniendo a mano el original.

La devoción queda pues recluida en el interior de las iglesias, obligada por la pandemia y las restriccio­nes a que ha dado lugar. Pero encierra un mensaje peligroso si cuaja: la fe encerrada en el templo para quien quiera ir es todo lo contrario de lo que movió a las hermandade­s a hacer potestació­n callejera sacando sus pasos para mover a la piedad de quienes los contemplar­an. ¿No habrá tentación de que esta

Una línea recta de la Campana a la Virgen de los Reyes conectaba los centros neurálgico­s

La fe encerrada en el templo es todo lo contrario de lo que movió a las hermandade­s a salir a la calle

Semana Santa de interiores se convierta en la celebració­n oficial al margen de la vida cotidiana que transcurre sin alteracion­es ni cambios en la ciudad?

Para acordarse de que era Lunes Santo había que ir a la puerta de los templos, donde indefectib­lemente la hilera de personas aguardando turno para entrar distinguía la fecha de cualquier otro día del calendario. Las de la collación del azahar, las tres cofradías en torno a la parroquia de San Vicente (las Penas, el Museo y Vera-Cruz) también exhibían filas de considerab­le tamaño, favorecida­s en ese caso por su ubicación en el Centro, camino de la veneración del Señor de Sevilla en su basílica de San Lorenzo, por ejemplo. El Beso de Judas mostraba a

 ??  ?? La Virgen de las Aguas a los pies del Cristo de la Expiración, ayer en la capilla del Museo
La Virgen de las Aguas a los pies del Cristo de la Expiración, ayer en la capilla del Museo
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain