ABC (Sevilla)

Un Lunes Santo de fin de mes

- FRANCISCO ROBLES

o es un Cristo diseñado para que conmueva el corazón de los que se acercan a la Semana Santa. No es un Cristo fuerte, atlético, hecho para los que lo ven todo diseñado para su juventud. Tocamos aquí uno de los secretos mejor guardados por esta fiesta. Ante Él nos encontramo­s solos, exhaustos. Esta soledad nos viene de dentro. Nos sentimos tremendame­nte desvalidos, como si de un momento a otro nos pudiera faltar Aquel al que hemos estado espe

Nsus titulares –con olivo incluido y manto de salida de la Virgen del Rocío en todo su esplendor– en la parroquia de San Ildefonso, de la que algunos años salió San Esteban mientras estaba en obras la iglesia de la calle Águilas. Las Aguas también se encontró con una bulla considerab­le. Santa Marta enseñaba el arte de que lo menos es más y su exquisita composició­n con los santos varones llevando al Cristo de la Caridad exangüe de los quinarios, escoltados por la santa patrona de la hostelería que le da nombre y la Virgen de las Penas se había acercado al pueblo fiel.

«Hay un alma en las calles y en las plazas. Hay rincones de los jardines y los barrios, donde siempre parece que nos espera alguien que nos ama», derando todo un año, toda una vida.

Pasa de nosotros como un cadáver que está dispuesto a ser descolgado de la cruz y enterrado. Está suspendido del madero como un niño despojado de lo que le hacía feliz. Sin embargo hay algo que nos llama poderosame­nte la atención. Esa forma de mantenerse muerto cuando el espíritu lo está dejando en la frontera de la vida. Es increíble. Su cuerpo está cerca del momento de resucitar. Sus labios están a punto de abrirse para decirnos las palabras que guarda en su seno. Saldrán a la luz ya mismo, o habrán salido hace dos mil años. «He resucitado».

Cuando la noche ha venido, Él seguirá su lento trajinar con cuerpos y almas. Nos reconocerá a todos. Entonces comprender­emos que se acerca más de lo que creíamos. cía Romero Murube. En el barrio León y en el Tiro de Línea, las colas eran de proporcion­es bíblicas. Pero se las ingeniaron los de Santa Genoveva para hacer una estación de penitencia virtual, con un programa río de televisión por internet conducido con maestría impagable por el compañero de Deportes de esta casa Jesús Sevillano, al que le asomaba la capa negra con el escudo del águila por debajo de la chaqueta. El título del programa no podía ser más atinado: “El corazón del Tiro”, porque allí latía un barrio arremolina­do en torno a su hermandad como una seña de identidad propia. En la Campana, mientras tanto, el corazón necesitaba de un marcapasos (valga el retruécano) para sentir que era Lunes Santo.

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JUAN FLORES
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