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Nos lo advertía la pandemia y Suez lo repite: no por mucho correr amanece más temprano. A veces, incluso no amanece
LA estiba, «colocación conveniente de la carga de un barco», cuando estudié en la Escuela Náutica de Barcelona, hace la friolera de 60 años, era una asignatura de rango medio, fácil de estudiar y más fácil aún de aprobar, al guiarse por las leyes fundamentales de la Física y del sentido común: vigilar que el centro de gravedad de la nave estuviera lo más bajo posible para darle estabilidad, distribuir la carga equitativamente y cosas por el estilo. Lo realmente difícil eran los cálculos de situación, que había que hacer en cada guardia a base del sol, planetas o estrellas para llegar al destino.
Cuando volví a pisar el puente de un barco, ya en este siglo, lo que más me chocó fue que tales cálculos se habían hecho innecesarios: bastaba pedir a un satélite la situación para que te la diera clavada. «Lo más importante hoy –me dijo un condiscípulo, ya capitán– es la estiba. Tener las mercancías listas para descargarlas lo más rápido y fácil posible para salir hacia el próximo destino».
De ahí que al ver las primeras fotos del Ever Given embarrancado en el canal de Suez se me cortó la respiración. Aquella inmensa pila de contenedores, como cajas en un almacén, significaba que la ‘obra muerta’ (parte del casco de un barco sobre la línea de flotación) le hacía vulnerable a vientos, olas y demás meteoros. Únanle un megabicho de 220.000 toneladas a tope, entre otros de igual tamaño por un canal relativamente estrecho, y tendrán que lo extraño es que no ocurran accidentes diarios, ya que conducirlos requiere tanto pulso como visión. Un grado de desvío basta para llevarte a tierra o al abordaje minutos más tarde. Tras ímprobos esfuerzos, que incluyeron quitarle parte de la carga, ha logrado sacarse al Even Given del cepo en que estaba y restablecer el tráfico en Suez. Ahora queda pagar indemnizaciones, tampoco es fácil, pues se trata de un barco japonés, operado por una compañía taiwanesa, con bandera panameña y tripulación india. Al principio se atribuyó el accidente a una tormenta de arena. Pero no está claro, como la responsabilidad de quien estaba al timón, nunca mejor dicho, pues aunque había dos prácticos o pilotos del canal, la última orden la daba el capitán, indio. Como hay por medio muchos miles de dólares, pues deben contarse los retrasos de los 400 buques atrapados, la cosa va para largo.
Lo que quería decirles con todo esto, es que todo se nos ha quedado pequeño. O los hombres, nos hemos creído demasiado grandes. El progreso puede volverse contra nosotros de forma global, incluso. Nos lo advertía la pandemia y Suez lo repite: no por mucho correr amanece más temprano. A veces, incluso no amanece.